El Declive en Favor de Cádiz A medida que avanza
el siglo XVII el tonelaje de los galeones se incrementa a causa del enfrentamiento
naval entre la Monarquía Católica y los holandeses. La primera se veía en la necesidad
de proporcionar protección a los convoyes mercantes y el único remedio consistía
en movilizar a los navíos de la Armada del Mar Océano, que hacían gala de un tonelaje
sensiblemente superior a los de la Carrera de Indias. Como consecuencia,
se aumentó el calado y se multiplicó el riesgo de tocar fondo. Mientras que un
galeón de la Carrera a finales del siglo XVI contaba con poco más de 100 toneladas,
el porte ideal de uno de los del primer tercio del siglo XVII se centraba entre
las 450 y 600 toneladas, pero ya en 1626 alguna unidad sobrepasó las 700. Los
barcos construidos a partir de la década de los setenta fácilmente alcanzaron
las 1.000 toneladas. A partir de la década de los treinta, se generalizó
la costumbre fatal para el puerto sevillano, de arribar la escuadra de guerra
protectora del convoy comercial a Cádiz, a causa del excesivo tonelaje y calado
de sus navíos que le impedía salvar el obstáculo de la Barra. Las unidades mercantes,
pequeñas y de escaso calado, continuaron subiendo hasta Sevilla. Si en alguna
ocasión la Casa de Contratación obligaba a las naves de guerra a remontar el río
hasta la Torre del Oro acaecían hechos tan lamentables como la temporada que se
vio obligado a aguardar en 1664 Nicolás Fernández de Córdoba para abandonar el
curso del Guadalquivir, accidente que le volvió a suceder al Conde de Villalcázar
en 1666. En 1625 la escuadra inglesa de Carlos I es rechazada en su
ataque a Cádiz, hecho que marca el inicio de una confianza ciega del comercio
indiano en las murallas y baluartes de la ciudad de Hércules. Cádiz ya no era
aquel villorrio indefenso de finales del siglo anterior. Ahora ofrecía la impunidad
al contrabando de mercancías y metales preciosos. Representaba la seguridad frente
a las incautaciones de plata americana por parte del Rey, acuciado por sus agobios
hacendísticos. En esa misma década merced a suscesivos accidentes
dos galeones de la Armada del Marqués Cadereyta desaparecieron en la desembocadura
del Guadalquvir, se perdió la Capitana de Nueva España, seis mercantes sufrieron
graves desperfectos, mientras que otro sucumbió. En 1629 un patache de la formación
de Tomás de Larraspuru se hunde y en 1641 la "Almiranta de Nueva España" se deshizo
en la barra, sumiendo a los círculos mercantiles en una profunda inquietud ya
que este galeón transportaba un importante cargamento de plata. El Puerto de Sevilla
comienza a ser sinónimo de inseguridad, en favor de Cádiz.
Las preocupaciones y los desvelos de los almirantes y generales de las formaciones
indianas desaparecieron cuando en 1680 se trasladaron definitivamente los despachos
a la bahía gaditana, dando comienzo un período de decadencia para el Puerto de
Sevilla, que ya nunca volvería a ser lo que fue. | |
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