El turismo amenaza Luang Prabang
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Luang Prabang, ubicada junto al río Mekong, es "la ciudad mejor conservada del sudeste asiático" según la UNESCO.
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3 de agosto, 2004
Actualizado: 2:15 PM hora de Nueva York (1815 GMT)
LUANG PRABANG, Laos (AP) -- Hace casi cien años, la esposa de un médico colonial francés se preguntaba si esta antigua ciudad real podría permanecer inmune al avance de un craso comercialismo.
"¿Acaso en nuestro siglo de ciencias exactas, de ganancias rápidas, del imperio del dinero, Luang Prabang será el refugio de los últimos soñadores, los últimos amantes, los últimos trovadores?", escribió Marthe Basene en 1909.
Cuando uno transita las calles de esta capital y ve mochileros desaliñados, pizzerías e hileras de posadas, o monjes budistas acosados por turistas con cámaras de vídeo, muchos se inclinarían a responder resignadamente que no.
El ambiente singular de Luang Prabang había sido protegido durante mucho tiempo por su ubicación remota -el deslumbrante valle del Río Mekong - como también por décadas de guerra y el autoaislamiento de Laos. Eso concluyó cuando el gobierno comunista en bancarrota abrió las puertas del país al turismo a principios de los años 90.
La UNESCO aceleró el tráfico a Luang Prabang cuando declaró la antigua capital real como Patrimonio de la Humanidad en 1995, describiéndola como "la ciudad mejor conservada del sudeste asiático", una mágica fusión de viviendas tradicionales laosianas, arquitectura colonial y más de 30 gráciles monasterios, algunos de los cuales se remontan a los orígenes mismos de la ciudad en el siglo XIV.
La intervención de esa agencia de las Naciones Unidas, además de la legislación del gobierno, parecen haber salvado Luang Prabang del destino de muchas otras joyas históricas asiáticas apisonadas por las aplanadoras o afeadas por rascacielos y estilos arquitectónicos ajenos.
La UNESCO hizo un inventario de cada edificio de la ciudad, incluyó 642 sitios en una lista de lugares protegidos e impuso regulaciones estrictas, que serán promulgadas en Laos este año, acerca de cómo se pueden renovar los edificios antiguos y el estilo al que deben someterse las construcciones nuevas.
El plan básico va más allá del núcleo histórico, enclavado en una estrecha península entre los ríos Mekong y Kham. También incluye las zonas urbanizadas más nuevas de Luang Prabang y alrededores, y protege 183 lagunas que cumplen funciones ambientales y estéticas a la vez.
Financiado por unos 50 millones de dólares en ayuda de la UNESCO, Francia y la Unión Europea, el esfuerzo ha recibido tanto elogios como críticas.
"Este no es sólo un lugar de hermosa arquitectura sino también de una cultura, ambiente y modo de vida especiales. Es un lugar donde todavía se puede vivir", afirmó Francis Engelmann, ex asesor de la UNESCO. "Pero quizás algún día nos veremos visitando Disneylandia. Todos temen que el auge del turismo mate Luang Prabang".
El auge está a la vista. Unos 100.000 visitantes extranjeros vienen cada año por tierra, aire y por vía fluvial para colmar más de un centenar de hoteles y pensiones. Están ejerciendo presiones sobre los escasos recursos de la ciudad y su frágil encanto, especialmente en el centro histórico de 25 hectáreas donde viven 25.000 personas.
Pierre Guedant, un experto de la Heritage House, organismo apoyado por la UNESCO, dice que la vida tradicional se está extinguiendo y que la comunidad se desintegra a medida que todo el mundo, desde los vendedores callejeros hasta maestras y médicos, se zambullen en el ámbito más lucrativo del turismo.
A medida que aumentan los alquileres, los propietarios originales de las viviendas los desalojan para recibir los cheques de los inquilinos extranjeros, especialmente franceses, que han venido en tropel para inaugurar restaurantes elegantes, comercios y salas de entretenimiento.
"La ciudad se está preservando básicamente para beneficio del turista", dijo Joanne Smith, ex fotógrafa londinense que hace cuatro años abrió una tienda para vender telas laosianas.
Pero aun quienes lamentan el encanto ajado de Luang Prabang admiten que el turismo beneficia una región de Laos donde los ingresos anuales promedian los 200 dólares por persona y augura un futuro mejor.
La actitud de los residentes varía. Los mayores añoran el pasado. Muchos están orgullosos de vivir en una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad. Otros medran con los turistas pero se indignan con las restricciones edilicias.
A muchos no les agrada la impresión de estar atascados en el pasado, declaró Engelmann. "Quieren modernizarse a toda costa. Cuando les hablamos de preservación creen que se trata de algo sucio y viejo al estilo de sus abuelos".
Al igual que en otros países asiáticos, a algunos les agrada construir "monstruos arquitectónicos con estilos algo californiano, algo suizo, algo vasco francés", se lamentó.
La madera, elemento tradicional de construcción, es desplazada por el ladrillo, el hormigón y las chapas de zinc.
Los desperdicios y la contaminación aumentan con la construcción de hoteles y la ampliación de las carreteras. Los autobuses de turismo están trasgrediendo una prohibición a los vehículos con más de 12 pasajeros en el centro histórico y se habla de tender un puente sobre el río Mekong.
Guedant ve un problema mayor e intangible. "La ciudad será convertida en un museo", conjeturó. "Es algo que la UNESCO quiso evitar desde un principio pero que ahora será muy difícil de evitar".
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2004
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