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Reportaje a Mauricio Macri

“Si me eligen en la Ciudad, no seré candidato a presidente en octubre”

En un diálogo picante con el director de PERFIL, el flamante candidato a Jefe de Gobierno porteño no esquiva ningún tema, ni siquiera aquellos que lo molestan sin disimulo. La relación con Lavagna. Las coincidencias y diferencias con López Murphy. Qué lo aleja de Carrió. La distancia con el kirchnerismo. El vínculo con papá Franco. El rechazo familiar a su carrera política. El factor Blumberg. Cómo es la Ciudad que tiene en mente. Los planes de gestión. Cuáles son los problemas que cree prioritarios resolver. Las obras que proyecta. No evitó respuesta alguna: ni siquiera a la hora de hablar sus (ex) mujeres.

Por JORGE FONTEVECCHIA

—¿A quién votó como presidente en el ’83, ’89, ’99 y 2003?

—En el ’83 voté a Asogaray, en el ’89 voté a Angeloz, en el ’95 a Menem, en el ’99 no estaba y no voté, y en el 2003 a López Murphy.

—¿ A quién va a votar para presidente ahora en 2007?

—Esa no va a ser una decisión personal sino del partido, consensuada con todos los dirigentes, que tomaremos recién en junio.

—Está la idea de que, dependiendo de los resultados de junio, usted luego sería candidato a presidente. Después del caso Bielsa sería muy útil para los electores de la Ciudad que se comprometa públicamente a que cualquiera sea el resultado no se presentará para presidente este año. ¿Puede asumir ese compromiso?

—No hay ninguna posibilidad que rehúse a la confianza que me dan los vecinos. Estoy convencido que esta vez, por la serie de factores que veremos después, vamos a gobernar la Ciudad de Buenos Aires. Vamos a ser responsables de cumplir todo lo que prometemos.

—O sea que sólo le puede prometer a los porteños que no se presentará a presidente si gana.

—Yo me comprometo a que voy a cumplir mis cuatro años de mandato, porque no puedo ni hablar de la posibilidad de que no vamos a ganar. Es una pregunta pesimista. No puedo aceptar una pregunta pesimista.

—Entonces si no gana en la Ciudad existe la posibilidad que sea candidato a presidente.

—Yo no dije eso. Yo dije que vamos a ganar.

 
CARA A CARA. El líder del PRO se animó incluso a dar detalles de sus proyectos económicos
 

—¿Conoce personalmente a Lavagna?

—Sí.

—¿En qué circunstancias lo vio: en la Secretaría de Comercio, cuando era ministro, después?

—La primera vez fue cuando era secretario de Comercio, con Alfonsín. Estaba dando mis primeros pasos. Tuve un par de esas comidas grandes, de cámaras empresarias. Y después estuve en algún tipo de congreso académico. Nunca tuve una relación de intimidad.

—¿Llegaron a estar solos?

—Sí, pero fue muy breve.

—¿Qué impresión tiene de él?

—Que es un hombre firme en sus convicciones. Bastante sobrio, pero a la vez poco flexible.

—¿Honesto?

—No puedo saberlo. Con la crisis ética, en la Argentina uno puede poner las manos en el fuego por gente que conoce íntimamente. Usted vio que hay una encuesta, que publicaron el año pasado, en la que le preguntaban a jóvenes universitarios: “Si usted tuviese poder y, a partir de ahí, la posibilidad de corromperse: ¿Se corrompería?” El 42 % contestó que sí. Lo que a mí me lleva a pensar: ¿Cuántos más no se animaron por timidez? Hay una distorsión de valores tan grande que al argentino medio le parece normal que, si uno accede a un cargo de poder, cuando administra cosas que son de todos, es lógico que uno se enriquezca. La mayoría debe pensar: “Pero hay que hacerlo con moderación”.

—Le reitero la pregunta porque los críticos de Lavagana, empezando por Carrió, lo acusan de no ser honesto. Esa percepción hace irreconciliable la relación Carrió-Lavagna. ¿Tiene esa percepción?

—No tengo fundamentos para decir eso. No comparto los juicios apresurados que hace generalmente Carrió en ese sentido.

—Y respecto de su poca flexibilidad, ¿López Murphy es tan dogmático como Lavagna?

—Es dogmático, pero no tanto en lo económico como sí en lo institucional: es un auténtico republicano. Ahí su formación radical pesa mucho. Cuando la gente dice que es de derecha, es injusta. Es el republicano institucionalista, muy formal y convencido. Yo también estoy convencido, de manera más autodidacta y también pragmática, que los sistemas están por arriba de los hombres.

—En la relación López Murphy-Lavagna, ¿influyen los celos propios entre economistas?

—Yo no me quiero meter, es un tema de vínculos. Piense que soy nuevo en el ambiente de la política. Ellos tienen historias muy largas.

—En síntesis: ¿La relación entre López Murphy y Lavagna es irreconciliable o no?

—Yo soy optimista en términos de que la gente tiene que dialogar. Si realmente hay un objetivo común, si quieren generar un mayor bienestar a todos aquellos que confían en ellos, bueno, siempre tiene que haber un punto de conversación. Pero este es un país que, entre otras carencias, enfrenta hoy una crisis de diálogo e intolerancia muy grande.

—¿Se refiere al mal carácter que se le atribuye a Lavagna?

—No quiero dedicar el reportaje a hacer un psicodiagnóstico de Lavagna. No tengo vocación para eso. Puedo recomendar un analista. Yo, honestamente, sé que a la gente muy formada como usted y a mucha gente de la intelectualidad le molesta esto que yo digo, pero para mí los problemas de la Argentina no son ideológicos. Acá hay un problema profundo de valores y el discurso se adapta al momento para permanecer en el poder. Hay algunas figuras de arriba que dan la cara y abajo son siempre los mismos.

—¿Quiere decir que las diferencias entre López Murphy y Lavagna no son ideológicas sino de personalidad?

—De valores. Si están dispuestos o no a romper con un sistema que es triste. Acá todos pasan o cambian las ideologías o cambian los discursos, y el formato es el mismo: gastemos, hipotequemos la esperanza de la gente, sin estrategia ni principio de productividad, de costo de oportunidad, de progreso. Eso nos ha llevado a sumirnos en un retroceso permanente. Aún hoy, que estamos todos contentos con la recuperación económica, seguimos retrocediendo cuando miramos los indicadores que comparan nuestro país con los demás. Estamos perdiendo espacio en la torta de exportaciones del comercio mundial.

—En un artículo de esta semana en Clarín, se usó la metáfora de “domesticar a López Murphy” para describir su mayor desafío en la interna del PRO.

—Yo no domestico, no trabajé nunca en el circo. Me suena a domesticar animales. Lo importante es comprometerse en serio. Vamos a crear una nueva alternancia, donde el Estado no siga siendo una bolsa de reparto. Para mí es el primer razonamiento fundamental. Cuando yo miro cuál ha sido el razonamiento permanente de los que han gobernado, fue priorizar los intereses de la corporación versus los de la sociedad, sacrificando el crecimiento del país y la generación de oportunidades.

—Si llegado el momento, las encuestas mostraran que uniendo sus fuerzas a las de Lavagna la oposición tendría más posibilidades de forzar a Kirchner a una segunda vuelta, ¿estaría dispuesto a sacrificar su alianza con López Murphy, si ese fuera el precio, para acordar con Lavagna?

—Yo no veo la política en términos de sacrificios. Veo que si queremos construir un escenario electoral positivo para los próximos meses, tenemos que arrancar por construir algo diferente en la Ciudad. Que se produzca una alternancia, después de diez años de gobernar la misma gente en la Ciudad, va a ser fundamental para crear un espacio de entusiasmo alrededor de debatir si los números económicos, por sí solos, merecen de vuelta un cheque en blanco por cuatro años. Para que exista la oposición en esta elección, tiene que haber debate. Rescato del último discurso del Presidente lo que dijo sobre querer abrir el debate. Esperemos que él o ella, el candidato, acepte ir a debates televisivos, que haya un ejercicio. Si no hay debates no se fortalece la oposición. Hay que crear un debate para que la gente conozca que hay otras ideas y que, detrás de las ideas, hay otros hombres.

—No respondió sobre una eventual alianza con Lavagna.

—Hoy usted está poco dogmático y muy pragmático. Veo que en el intercambio le he podido trasmitir algo de mi pragmatismo.

—Entremos por otro lado: Blumberg como candidato a gobernador bonaerense y De Narváez como vice, ¿sería una forma de aliarse con Lavagna?

—Que Blumberg participe en política, demostrándoles a todos los líderes sociales que hay que dar este paso, es muy importante. Con todas las críticas que uno le quiera hacer. Es muy importante que un hombre normal, con buenas intenciones, decida participar y anticiparse al problema.

—Yo estaré pragmático, pero usted está más guitarrero que nunca. Mi pregunta es concreta: Blumberg gobernador y De Narváez vice: ¿Es una fórmula que contaría con su apoyo?

—Son dos personas que conozco y respeto. Hemos hablado con Jorge Macri, el presidente del partido en la Provincia, y también con López Murphy, acerca de las cualidades de Blumberg. Estamos todos de acuerdo en apoyarlo.

—No pregunto sólo de Blumberg, sino de él con De Narváez.

—Yo creo que, cuando uno es candidato, tiene que elegir libremente quién es su segundo. Y yo no tengo ninguna objeción respecto de De Narváez. Trabajé con él al principio de la política. Es otra persona que salió de la comodidad de tenerlo todo para meterse en una actividad que sólo trae problemas. Así que yo respeto a ese gente, porque es lo que yo promuevo caminando el país: que la gente que le ha ido bien en la academia, en la empresa, en la sociedad, se meta en la política.

—Por sí o no: ¿Le gusta la fórmula Blumberg-De Narváez?

—Sí, me gusta. Pero también podría ser mi primo.

—¿Scioli terminará siendo un caballo de Troya para Kirchner?

—Es un movimiento oportunista, nada más.

—Me refiero a si dentro de unos años Scioli podrá ser el gran adversario del kirchnerismo.

—El lo habrá medido. Yo no voy hacer pronósticos. Scioli es un sobreviviente de la política.

—En los focus group que hizo su asesor Jaime Durán Barba, una de las preguntas a los encuestados era :“¿Con qué animal compara usted a Macri?”. Cuénteme cuál fue el resultado.

—¿No se lo dijo él?

—Se lo pregunto a usted.

—Con el león.

—¿Se identifica con el león?

—Creo ser mucho más inofensivo que el león, pero no es una mala imagen. Es una imagen que, al menos, la Metro Goldwyn Mayer la hizo simpática.

—Donde más se han utilizado las metáforas con animales es en los dibujos animados. El mayor especialista argentino, el creador de Anteojito, Manuel García Ferré, una vez me explicó que el público tiene asociado la viveza y la picardía a los animales que por alguna debilidad (tamaño, falta de velocidad o fuerza) apelan a estrategias de defensa o ataque como, por ejemplo, cambiar de color para mimetizarse con el ambiente y pasar desapercibidos. Mientras que el león, poco acostumbrado a tener que defenderse, es ingenuo. ¿Usted es ingenuo?

—Puede ser, yo tengo una cuota de ingenuidad. Pero el idealismo va un poco de la mano de la ingenuidad.

—En vista de las reacciones que produjo su acto de lanzamiento junto a una nena, ¿lo repetiría?

—Le diría a Melina que me salude y se vaya. Muchos no creen que se acercó y quiso estar conmigo. Y, entonces, si no me van a creer tendría que decirle, pobre Melina: “Te doy un besito pero esperame hasta que termine”. Dejé en el auto el regalo que ella me hizo: un dibujito con corazones.

—¿Interpretó la foto de Kirchner del jueves, rodeado también de chicos, como una forma de remarcar su error?

—Yo veo esa foto desde que él es presidente. Vive movilizando gente. Será un reflejo al acto espontáneo de Melina, que tanto le ha molestado a todo el mundo. A un sector de la dirigencia política le molestó, porque la gente común me ha dicho que era divina la nenita.

—Y en los focus group, ¿cuál era la cualidad que los encuestados más valoraban de usted?

—Creo que mi capacidad de trabajo, mi persistencia.

—Me informan que su padre se está yendo a China por varios meses. ¿Se va a propósito, para no estar en la campaña?

—El es un luchador incansable, que a la edad que tiene uno estaría tranquilo, escribiendo las memorias, y él sigue queriendo conquistar. Está muy metido con China, cree mucho en la relación Argentina-China. Yo también creo: creo que estamos perdiendo una oportunidad por un Gobierno que no tiene una estrategia de largo plazo.

—¿Teme que la caída de las bolsa de China marque el fin del ciclo de aumento de las materias primas, afectando a la Argentina en el futuro cercano?

—Sería terrible para nosotros. Todavía somos un país con mucha fragilidad. Pero me parece que lo que pasó en China fue más un pequeño movimiento especulativo, con el cual los operadores habrán ganado muchísima plata.

–Los periodistas de la revista Fortuna me informaron que, antes de partir a China, su padre le vendió a su sobrino, o sea un primo de usted, Angelo Calcaterra, las empresas de SIDECO que mantenían negocios relacionados con la Ciudad: IECSA (ingeniería y construcciones de viaductos, puentes y obras públicas) y Creaurban (desarrolladora inmobiliaria muy fuerte en Puerto Madero, donde tiene torres emblemáticas). ¿Estas ventas tienen que ver con su campaña electoral y se realizan para que no queden negocios de su padre con la Ciudad?

— Tiene que ver con no tener más negocios con el Estado que conflictúen mi carrera.

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—¿Su padre hizo más negocios con el Estado en la época de Menem o de Kirchner?

—Con Kirchner, porque en aquella época no había obras públicas y ahora sí. La crítica a Menem es que derivó toda la creación de infraestructura al sector privado y el Estado nunca puede abandonar ese rol. Además, al revés de lo que se piensa, mi padre era más rico antes que después de Menem.

—¿Le gusta a su padre su carrera?

—Lamentablemente no.

—¿Y a los demás integrantes de su familia?

—A nadie de mi familia. Y lo más importante es que no le gusta a mi hijos. Uno llega a un punto en el cual está más pendiente de lo que dicen los hijos que los padres. Los hijos son muy críticos, porque obviamente ellos lo sufren. En la universidad pública tienen que negar que son mis hijos para que no los agredan.

—Si son ciertas las encuestas que muestran que la opinión negativa sobre usted descendió de la mitad a un tercio, sus hijos deberían percibir un cambio.

—Sí, pero 2003 fue muy agresivo. Mi hija mayor justo estaba en el final de Ciencias Políticas en la UBA: tuvo que soportar al profesor, que se supone debe ser ecuánime, reclamando el voto a Ibarra y no adhiriendo a mí. Ella ahí, escuchando. Fue muy feo para mí. Mi padre no lo puede entender: ve cómo se alteró mi calidad de vida. El, que se mató toda la vida para que sus hijos vivan bien y de pronto ve que su hijo mayor... Yo siento como un deber hacer lo que estoy haciendo. Pero en muchos momentos recibo mucha agresión.

—Me parece ingenuo de su parte, si se dedica a la política debería ya tener el cuero duro.

—Lamentablemente, un poco sí.

—Pero se sigue quejando de lo mismo que hace cuatro años.

—Es que trato de aplicar las matemáticas, como ingeniero que soy. Y me molesta mucho cuando algo no es justo. Igualmente, soy muy tolerante a las críticas. La verdad, en eso el fútbol me ha entrenado muchísimo, porque es sangriento, como el periodismo deportivo. Cuando el diario del lunes puede construir una historia del domingo que puede resultar para un lado o para el otro...

—¿A usted le conviene que Kirchner mantenga o baje la candidatura de Filmus?

—Honestamente, me es indiferente. Yo creo que nuestro desafío primero es que tengamos la capacidad de llegar a todos los vecinos, que se enteren que tenemos soluciones para cada uno de los problemas que padecemos.

—¿Está consciente de que las elecciones en la Ciudad se van a nacionalizar como las de Misiones del año pasado?

—Voy a intentar hablar de los problemas concretos. De por qué a esta bellísima ciudad, llena de contenidos sociales y culturales, no podemos darle una mínima organización para que esté limpia, para que no se inunde, para que podamos circular a cualquier hora y por cualquier lugar sin miedo, para que urbanicemos las villas.

—¿Cree, entonces, que Filmus seguirá como candidato?

—Sí, va a seguir.

—¿Por qué cree que Kirchner comenzó a atacarlo más desde que dejó de ser candidato a presidente?

—Yo creo que ahora se enojó más porque él había diseñado en su cabeza que yo fuese a la elección nacional y ahora yo vengo acá a la Ciudad. Yo ratifico el trabajo de todos estos años y no abandono el compromiso que tengo con los vecinos porque, al final, prácticamente nos votó (en el 2003) la mitad de la gente. Esa noche fue tremenda, hubo mucha gente triste porque soñaba con un cambio. De golpe no entendió cómo no se dio ese cambio. Al día siguiente me dije: “Es mi día depresivo” e hice todo lo malo que puedo tener que hacer: fui al dentista, a un chequeo médico, todo lo que no hacía desde hacía meses Durante los seis meses de la campaña era un ente, casi no comía ni dormía. Y un día me bajé en una esquina, caminé dos cuadras y me abrazaron tres señoras que se largaron a llorar y me hicieron llorar de vuelta a mí. Y me dijeron: “¿Pero cómo puede ser que nos hayamos perdido esta oportunidad de cambio con todas las cosas lindas que usted parecía que iba a poder hacer? ¿Cómo nos robaron esta elección, esta ilusión?”. Ese fenómenos pasó, pero hay una continuidad: yo tenía que seguir por un montón de gente que siguió pensando que este invento de ballotage, que solamente existe en la Ciudad de Buenos Aires, va en contra de lo que la gente vota con ganas.

—Dado que hay ballotage, y en cualquiera de los casos Carrió será una actora importante, ¿cómo se relacionará con ella?

—A esa mujer le tienen respeto en la Ciudad de Buenos Aires. En el 2003 influyó, lo apoyó a Ibarra y me agredió duramente a mí. Influyó, sin dudas. Yo, lo más que puedo hacer, es ser educado y respetuoso en la campaña. La podría llamar y decirle que la veo más linda que nunca, que está más simpática…

—¿Haber pedido “control antidoping” para Carrió fue un error?

—Bueno, fue una forma simpática de decirle que no puede decir algunas cosas. Tendría que hacerle un juicio por el lucro cesante y todas esos negocios que se supone tenía yo con Alberto Fernández, persona a la que nunca hablé ni conocí en mi vida. No se pueden decir tantas cosas. Porque es lo mismo de lo cual ella se quejó.

—En una segunda vuelta, ¿el apoyo de Lavagna podría sumarle una cantidad mínima de votos, pero a la vez determinantes?

—Todos los apoyos suman, pero yo creo que el electorado porteño es muy independiente y por eso estoy tan optimista. Primero, porque perseveramos y eso la gente lo valora: mejoramos, aprendimos más, ganamos humildad, también llevamos los mensajes de otra manera, mejoramos en la calidad de los legisladores. Y, a pesar de todo eso, la Ciudad empeoró. Está más caótica, más violenta, más agresiva y finalmente el ciudadano dice “esta gente que voté no anduvo”. Y después, lo más importante es que aquella vez, lo que terminó dando vueltas en la decisión de la balanza, fue un Presidente que en estado de debilidad, postcrisis institucional, dijo: “Yo para gobernar necesito que gane este señor”, y eso inclinó la balanza. Yo no perdí con el jefe de Gobierno, sino con el Presidente. Hoy el Presidente tiene demasiado poder y no le puede volver a pedir a los vecinos de Buenos Aires que lo ayuden.

—¿Qué va a pasar con López Murphy?

—En su espacio de Recrear la gente quiere que él sea candidato, entonces es un precandidato presidencial. Pero hemos acordado con él que no se va a definir nada hasta después de las elecciones de la Ciudad. Esto ya está hablado.

—¿El PRO es un partido “vecinista”, como dice Alberto Fernández?

—¿Existe la palabra vecinista?

—¿En qué otros distritos, además de Capital, el PRO va a presentar candidaturas?

—Bueno, estamos trabajando en Entre Ríos. Tenemos un muy bueno grupo humano liderados por Agustín Addy, con jóvenes de la universidad, rectores, gente del campo, docentes. Juntamos el mejor grupo humano en las provincias políticamente más tramposas. Busti nos volteó dos tercios de los intendentes, pero vamos hacer buena elección en Concordia, en Concepción del Uruguay y en dos o tres localidades más pequeñas. Tenemos muy buena gente en Jujuy, en San Juan un médico muy prestigioso, en Tierra del Fuego, en Mendoza y en Santa Fe.

—Mi pregunta es: ¿En qué distritos van a presentar candidatos a cargos ejecutivos?

—En varias provincias. Además de Entre Ríos, en Mendoza vamos hacer una alianza con el Partido Demócrata. Nos presentaremos en Tierra del Fuego. Presentaremos una alianza más grande en Río Negro, cuyas elecciones vienen antes que la Ciudad de Buenos Aires. No llegamos en Córdoba, en Santa Fe tampoco, y sí vamos a presentar en Provincia de Buenos Aires.

—¿Cuánto dinero hace falta para una campaña nacional?

—Muchos millones de pesos. Yo diría que 20 ó 25 millones de pesos.

—¿Y en la Capital?

—Mucho menos. Sobre todo nosotros, que tenemos una red de fiscales con voluntariado. Algunos millones.

—¿Y en la provincia de Buenos Aires?

— La Provincia es la mitad del país. La principal dificultad que tiene es comunicarse. Hay que usar los medios nacionales, que son muy caros para la Provincia.

—Entonces su combinación ideal sería la llegada al público de Blumberg, con un tema tan prioritario como el de la seguridad. Y el dinero de De Narváez, que haga posible una campaña.

—Es una combinación potable. Pero, como ya le dije, no descarto a Jorge Macri, que viene trabajando muy bien.

—Lo mismo que sucede con el costo de una campaña en la Provincia es trasladable a su presupuesto: Buenos Aires tiene el 40% de los habitantes del país, gran parte de ellos en el Conurbano, y recibe el 20% de coparticipación federal. ¿Analizó alguna vez el PRO proponer un nuevo pacto federal donde, como se hizo en otros países, se corran los límites de la Capital incluyendo parte del Conurbano?

—Creo que el federalismo argentino está en crisis, con todos estos nuevos impuesto extorsivos que tenemos. Se lo ve en la falta de independencia política que tienen todos los gobernadores. Creo que hoy hay problemas que ya han dejado de ser de la Ciudad para ser del área metropolitana. En algunos de los hospitales públicos de la Ciudad más de la mitad de sus pacientes vienen de la Provincia. La gente que usa el transporte público de la Ciudad viene desde la Provincia en un porcentaje altísimo. Los problemas de seguridad no los puede aislar la Capital, hay una interrelación. Puede ser una solución inteligente, pero de vuelta: nos dijeron que la Justicia iba a mejorar creando el Consejo de la Magistratura. Los instrumentos pueden ser más inteligentes, pero sí el contenido y la calidad de los hombres siguen siendo los mismos…

—Antes que Scioli fuera el candidato, ¿alguna vez analizó la posibilidad de ser usted candidato a gobernador?

—No, pero parte de mi equipo sí lo hizo, porque daban demasiado bien las encuestas. La verdad que yo nunca tuve esa idea en la cabeza, a pesar de que yo nací en la provincia de Buenos Aires, viví toda mi vida acá. La verdad es que yo soy un enamorado de mi país pero también de mi ciudad. Siempre tuve la idea en la cabeza que se puede hacer algo maravilloso en la Ciudad de Buenos Aires.

—¿Qué piensa de lo que dijo Telerman sobre que usted necesita pararse sobre una tarima en un basural, pero él no porque no le da asco el barro del pueblo?

—La verdad que me sorprende. Siempre tuvo buenos modales, hasta el límite de decir que es afrancesado. No es culpa nuestra que la calle se haya vuelto un basural. La transformó la desidia del Gobierno de la Ciudad. Nosotros lo que quisimos hacer ahí fue mostrar una calle de la Ciudad de Buenos Aires que también es real. No solamente la Avenida 9 de Julio, que también es real y también tiene mugre.

—Cuando usted era empresario fue crítico del expansionismo económico de Brasil, llegando a decir que la Argentina se convertiría en una provincia de Brasil. ¿Qué piensa hoy de las inversiones de Brasil en Argentina?

—Me jode enormemente. No sólo las de los brasileños, las de los chilenos también. Todos nos pueden comprar, porque al no tener un proyecto de país, ni un proyecto nacional ,y al haber tanta inestabilidad en las reglas de juego, los primeros que no se animan a arriesgar son los argentinos.

—¿Por qué a los brasileños no les atemoriza eso?

—Es una cuestión de escala, ellos han crecido tanto que pueden soportar el riesgo. En proporción, el riesgo es menor para ellos.

—La política económica de Brasil es muy parecida a la de López Murphy: un dólar razonablemente bajo, inflación muy baja, no hay el impuesto a las exportaciones que acá llamamos retenciones. ¿Ese modelo económico brasileño sería trasladable a la Argentina o, también, por cuestiones de escala aquí precisamos un dólar muy alto?

—Nuestro problema pasa por el modelo económico. El tipo de cambio alto es muy útil para esconder la falta de productividad, pero a largo plazo, si nosotros queremos que los argentinos accedan a mejores salarios, a mayor bienestar en su vida diaria y a comodidades del hogar, tienen que tener un salario más alto en dólares. Para eso tenemos que ser todos más productivos. Acá en la Argentina, gracias a la bonanza mundial y la devaluación, hemos postergado la discusión de la productividad. Esta no ha aumentado. El modelo está bien, porque había demasiado heridos y gente fuera del sistema, pero tenemos que encarar un sistema de productividad que hoy está fuera del ámbito de discusión y que Brasil nunca ha abandonado, por eso avanza. Nosotros éramos pocos y no teníamos pobres, y ellos eran muchísimos y la mayoría pobres. Ahora somos pocos con muchos pobres, y ellos con un poco menos de pobres que antes. Uruguay también tiene discusiones acerca de la productividad y su interacción al mundo. Chile las tiene. La Argentina no.

—¿Cuál es su balance del Mercosur?

—Retrocedió. La idea más inteligente que tuvo el gobierno de Alfonsín, y que Menem motorizó bien en su comienzo, empezó a retroceder con las asimetrías cambiarias al final del gobierno de Menem y terminó de retroceder en los siguientes gobiernos. Ahora todo el tiempo se van creando salvaguardas, trabas.

—¿Cuál es su idea del ALCA?

—Primero deberíamos asumir el desafío de hacer una unión absoluta con Brasil y juntos entrar al ALCA. Siempre y cuando en eso estemos unidos por la misma necesidad: que se deroguen los subsidios agrícolas.

—¿Qué no estuvo mal de los ’90?

—La modernización, sobre todo del agro. Todo lo que está dando el agro ahora ha sido un fuerte proceso de inversión durante todos esos años. La privatización, donde estuvo bien hecha, que fue donde hubieron entes reguladores manejados por la gente que por concurso público accedió al nombramiento, funcionaron muy bien.

—¿Y las AFJP?

—A la gente que empezó a aportar ahí no le fue mal.

—Entonces no comparte la idea de que los ’90 fueron nefastos.

—No. Hubo cosas buenas en todas las décadas de la Argentina. Y también hubo más malas que buenas.

—Su asesor Durán Barba compara los virus que están en los hospitales y producen las infecciones intra hospitalarias con otros virus: los que están en los palacios presidenciales de muchos países subdesarrollados y producen delirios de poder en los presidentes. Los síntomas que describe son: “Propiedad absoluta de la verdad, descalificación de todo pensamiento disidente, complejo de persecución, insensibilidad para reconocer problemas y errores”. ¿Usted cree que eso le pasó a todos los presidentes: a Alfonsín, a Menem y ahora a Kirchner?

—Sí, el poder aísla. Es complejo y fascinante, porque bien manejado puede producir mucho bienestar a aquellos que confiaron en quien se lo delegaron. Pero la realidad es que la historia de la humanidad demuestra que a la mayoría el poder se le sube a la cabeza.

—¿Y eso le podría pasar a usted?

—Me gustaría mostrarlo en la práctica y no con palabras. Se supone que estoy entrenado. Son años de conducir y administrar poder desde joven.

—¿En Boca no le pasó?

—No, hasta el punto de reformar el estatuto para no poder quedarme. Yo voy al revés de todos los que están en política. Cambié una elección indefinida por dos períodos.

—¿La vuelta de Riquelme fue un acto de campaña?

—No. Fue el mayor gusto que me di como presidente y que le di a los hinchas de Boca, después de once años de austeridad, que nos llevaron de pasar de 12 millones de patrimonio a casi 200. Ha sido el club que más ha crecido en el mundo entero. Después de una venta récord como la de Gago, y dado que todo el mundo quería un enganche, tuvimos “el” enganche. En once años hice lo que pensaba que era mejor para Boca. Jamás hice lo que pensaba que era mejor para mí. Me tocó bancarme ídolos muy grandes porque pensé que era lo mejor para Boca. Nunca hice demagogia. En este caso teníamos los recursos y se dio el milagro que se prendió el jugador.

—Si no pudo solucionar el problema de la violencia en el fútbol, como controlar a la barra brava de Boca, ¿cómo va a poder solucionar la violencia de la Ciudad?

—Esa es una pregunta mal formulada porque, primero, en la Ciudad controla la Policía. El club no tiene policía, a pesar de que el Estado ha denigrado las reglas de convivencia, hace diez años nadie soñaba que alguien podía tomar una comisaría e irse a su casa y ser funcionario de gobierno como si nada hubiese pasado. A pesar de todo eso, hoy en la cancha de Boca no queda un solo abono, porque volvió la mujer, volvieron los chicos. Eso significa que no hay violencia. No obligo a la gente a pagar su abono. La gente va porque la cancha de Boca se ha transformado en un lugar amigable donde sufre, grita, llora, goza y vuelve a su casa sin que nada pase.

—¿Va a insistir con el traspaso de la Policía a la Ciudad?

—Sí. No hay razón para que estemos discriminados los porteños. Cada uno de los gobiernos tiene su policía, su transporte, su puerto. Nosotros somos los únicos que no podemos decidir cómo convivimos, cómo viajamos.

—¿El actual presupuesto de la Superintendencia Metropolitana de la Policía Federal será suficiente?

—No, yo creo que la Ciudad tendrá que agregar más dinero: sumado el presupuesto de la payasesca Guardia Urbana –que hoy sirve para que los punteros políticos se repartan más puestos– y las poquitas cosas que hace la Ciudad, la seguridad no llega al 9% del presupuesto total. Los gobiernos provinciales bien administrados del mundo están arriba del 20%, no porque les guste invertir en seguridad, sino porque la seguridad es libertad, progreso y dinámica. Cuando la gente tiene miedo se queda en su casa. Entonces hay que invertir en seguridad para que todos tengan una vida más activa.

—Blumberg cree que sería mejor una sola policía para todo el país.

—No creo en eso. La Federal tiene que seguir funcionando para los delitos complejos, para las cosas de nivel superior, para laboratorio. Hay cosas que la Federal tiene que hacerse cargo en todo el país. Pero hay lugares en Europa, en EE. UU, en los que conviven tres fuerzas policiales: la del condado, la del estado y la de la nación.

-¿Cuáles serían sus primeras cinco medidas de gobierno?

—Yo creo que hay que lanzar rápidamente una política de reurbanización de Buenos Aires, tenemos que detener el crecimiento descontrolado de las villas, acabar con este negocio entre los punteros políticos y los vendedores de drogas. La tendencia de Buenos Aires es ir hacia San Pablo. Por ejemplo, el año pasado murieron cinco personas en tiroteos entre narcotraficantes. ¿Cuántos tiroteos hubieron sin muertos, que por no ser atractivos para la prensa ni nos enteramos? Decenas. Eso pasa hoy a cuadras de donde vivimos. Ese tema es central, hace a la dignidad de la gente, que no puede vivir como está viviendo.

—¿Cuál es su propuesta concreta para la villas?

—Vamos a tener un plan de desarrollo para urbanizar todas las villas. Cada una es un mundo aparte. Algunas hay que reubicarlas; otras, urbanizarlas; otras, hay que tener un plan de ayuda de subvención de la oferta, para que ellos solos vayan comprando, el Estado le pague la mitad y ellos demuestren el esfuerzo de pagar la mitad. En todos los casos tiene que haber sistemas donde quien recibe la ayuda de la comunidad haga su esfuerzo, para que le dé valor a eso y haya un principio de solidaridad. Yo pongo algo para que el que venga atrás también reciba algo. En los últimos diez años, pasamos de algunos miles que vivían en situación precaria a 370.000 personas: 150.000 en villas y la diferencia en hoteles, casas tomadas, situación de calle. No va más.

—¿Y educación?

—Acá dicen “escuela secundaria obligatoria” y resulta que no hay cupo en varios barrios de la zona sur para que lo chicos vayan al colegio. Tenemos que lograr que terminen el colegio. También lo que hay que atacar duramente es el clientelismo político en la Ciudad. Otro tema clave es la suciedad urbana.

—¿Qué van hacer con los cartoneros y con la basura?

—Hoy el CEAMSE está colapsado. Estamos con un sistema precario y hay que rediseñarlo de vuelta. Además hay que incentivar a la sociedad para que disminuya la cantidad de basura que se genera. Hay que ir a la generación de reciclado. No es fácil disponer de espacio para la cantidad de basura que se genera.

—¿Y específicamente con los cartoneros?

—A los cartoneros hay que transformarlos en recicladores industriales. Nos quisieron vender durante años que ellos solos iban a encontrar una manera. Y realmente los hacemos convivir con las enfermedades y el desorden. Hay que ponerlos en espacios cerrados donde ellos mismos, con guantes y barbijos, hagan la separación de residuos. Que puedan tener un valor secundario como lo hacen hoy en día.

—¿Cómo sería jurídicamente su relación laboral?

—Hay que censar a todos los que están sin trabajo y relicitar, obligando a quienes obtengan la concesión a tomar para este trabajo a toda esta gente, con infraestructura e higiene para la salud de todos.

—Respecto del tránsito, ¿cuál es la propuesta del PRO?

—Primero, obtener información. Acá nadie ha hecho un estudio de origen y destino de la gente, nadie sabe en que dirección va la gente. Esta ciudad es la ciudad de la improvisación. Acá se superponen líneas de colectivos con subterráneos.

—Se supone que viene estudiando la Ciudad hace tiempo. Ya tendría que tener un plan.

—Pero hacer un estudio de origen y destino cuesta varios millones de dólares. No lo puedo hacer. Hace unos meses atrás se lo pedimos al gobierno de Telerman que lo encargue, para organizar los flujos. No lo ha encargado aún. Acá hay improvisación: se extienden los subtes sin aumentar la frecuencia de los trenes que pasan. Lo único que se logró es que suban los de las nuevas estaciones y no suban más los que están en las siguientes estaciones. El transporte público en las horas pico está colapsado. La gente ha perdido las condiciones de dignidad que debe tener para viajar.

—¿Cuál va a ser su actitud respecto al Código de Edificación?

—Primero hay que debatirlo y aprobarlo, otro papelón de estos años del Gobierno. Creo que hay que respetar la idiosincrasia de cada barrio. Algunos tienen que aceptar el desafío de ir para arriba e innovar y diseñar y generar también un atractivo, porque también a la gente le gusta ver las torres sofisticadas. No puede ser todo igual. Esa diversidad es la belleza de cada barrio. Por ejemplo, no llenar el Soho de torres.

—¿Qué barrio es el que más le gusta?

—Como innovación, Palermo. La creatividad en Palermo de las generaciones más jóvenes me parece maravillosa, sin participación del Estado. Fue todo iniciativa de los vecinos.

—¿Qué opina de Puerto Madero?

—Es lindo, pero un poco artificial. Es algo diferente de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene muy poca historia y la parte más linda de nuestra ciudad es la que transpira historia.

—¿Qué plan tiene para la zona sur?

— Un plan muy agresivo. Ahí vamos a trabajar más porque es el lugar donde más potencialidad existe. Hay que integrarlo. Por eso es bueno, por más que es caro, el tema del estadio de tenis.

—¿Y respecto de los vendedores ambulantes y las ferias artesanales?

—Una cosa es la feria artesanal y, otra, la venta ambulante trucha donde llegan los camiones con mercadería que se han robado los piratas del asfalto. Es una mafia que hay que enfrentar y hay que defender a nuestros comerciantes, que con sus impuestos mantienen escuelas y hospitales.

—¿Cuál sería el eslogan que sintetizaría su visión de la Ciudad?

—Que no somos menos que los catalanes, que hicieron de Barcelona una de las mejores ciudades del mundo. El segundo sería “se puede”. Este cuento de que hay que resignarse y que sólo te arreglen la plaza cada tres años es una locura. En Barcelona el catalán nunca pensó en felicitar al gobierno o al intendente por arreglar la plaza: lo toma como parte del paisaje, como que no haya baches y que las calles estén iluminadas. Acá es como comentario de la mesa: “¿Viste que arreglaron la plaza?”. Hemos degradado nuestra capacidad de juzgar qué es lo que está bien y qué es lo que está mal.

—¿Cuáles sería las dos obras más significativas, emblemáticas y costosas que piensa realizar?

—Las de las líneas de transporte. Por ejemplo: la conexión norte-sur de la autopista ribereña hay que hacerla con la Nación. Eso hay que arrancarlo y terminarlo, porque además de la circulación daña a la Ciudad que se metan los camiones.

—Hoy la Ciudad tiene déficit. ¿Cómo haría para aumentar el presupuesto de seguridad del 9% al 20% y hacer obras sin fondos?

—Es el desafío. Tengo mucha esperanza porque la Ciudad viene derrochando muchos recursos. En promedio ha tenido menos del 5% de inversión. ¿Cuál es el mejor intendente que tuvo la Argentina en los últimos 20 años? Ricardo Ubieto, de Tigre. ¿Cuál fue su secreto? Gasto corriente: 23%. Inversión: 77%. Buenos Aires hoy tiene 92% de gasto corriente. Hay que hacer una reingeniería urgente.

—¿Piensa tomar deuda?

—Si hay un proyecto que lo repague, sí. Tomar deuda no es malo. Es malo endeudarse para pagar déficit. Si logro, por ejemplo, que endeudándonos mejoremos radicalmente el sistema de transporte y la gente tarde una hora menos por día en ir y volver a su trabajo, será una hora más de ocio, de trabajo, se produce más, se recaudan más impuestos y se repaga sólo.

—Todos los jefes de la Ciudad desearon bajar el gasto corriente y aumentar la inversión, pero argumentaron que no se puede por la presión de los punteros y de algunos sindicalistas. ¿Cómo podrá hacerlo usted?

—Como diría el Presidente, yo no le tengo miedo a nada. Voy a ayudar a que la Ciudad funcione mejor, que el vecino tenga una mejor calidad de vida

—¿Cómo define al PRO ideológicamente?

–Es una propuesta posmoderna de gente común que se hartó de los guitarreros, que quiere “al pan, pan y al vino, vino”, y que no se casa con una corriente ideológica. Se casa con soluciones prácticas de cada problema. Es un partido posmoderno, por lo tanto, no se puede definir ideológicamente

—¿Ser divorciado lo aleja de la imagen conservadora?

—Yo, lamentablemente, voy por el segundo fracaso matrimonial. Creo que hoy en día la sociedad ya no divide entre conservador y no conservador. En el mundo moderno en el cual vivimos uno intenta que dure para toda la vida, pero se hace cada vez más difícil, ¿no?

—¿Cree que sus ex esposas votarán por usted?

—Sí, siempre me votaron.

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4 de marzo de 2007
Año II Nº 0166
Buenos Aires, Argentina