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Reportaje a Juan Carlos Blumberg

“En lo único que me importaba en la vida, fracasé”

Hace tres años era un desconocido y el asesinato de su hijo lo transformó en una de las personas públicas más famosas. El reportaje, más parecido a una sesión de psicoanálisis que a una conversación periodística, aspira a que el lector conozca al verdadero Blumberg: ¿un mitómano, un chanta o un mártir? En su simplismo, el ahora candidato a gobernador no sólo refleja sus limitaciones sino la desesperación de una sociedad que, huérfana de liderazgo, deposita en alguien a quien no conoce lo suficiente las esperanzas y responsabilidades que ningún ser humano por sí podrá satisfacer.

Por jorge fontevecchia

“Axel nunca me llamaba ingeniero, cuando era chico decía que su papá era el general de la fábrica.”

—¿En “Duelo y Melancolía”, Freud dice que el proceso de duelo requiere de dos a tres años, que si no se cumple puede generar consecuencias psicológicas. ¿No cree que usted en lugar de vivir la clásica depresión frente a una gran pérdida se fue al opuesto y tapó el dolor con un comportamiento maníaco, o sea hiperactivo?

—No es un comportamiento maníaco, creo que lo que hice fue tratar de volcar a la sociedad el dolor que yo tenía, transformándolo en algo positivo: ayudar a la gente para cambiar las cosas.

—¿No cree que la situación traumática influenciaba necesariamente su pensamiento haciéndole perder objetividad?

—Siempre he sido una persona con mucha actividad, ése ha sido uno de los problemas que he tenido en mi casa y por el que quizás no tuve más hijos, a mí me hubiera gustado tener muchos hijos pero mi señora me decía: “Pero vos nunca estás, estás en las plantas y no te preocupás”. En la casa también siempre fui muy perfeccionista, me acuerdo haber hecho todo un sistema de seguridad, y hace 25 años, con censores ubicados en las ventanas, alfombras sensitivas. Y cuando entraba en la casa no estaba prendido porque ella me decía: “Esto no es un fábrica”. Tuve discusiones por eso. También recuerdo irme los domingos a la fábrica y subirme a ver el tanque de agua o controlar la cisterna o la usina, y al volver al mediodía escuchar los reproches. Recuerdo una vez que una fábrica que había construido tiempo después quebró porque fallecieron sus dueños y yo me había ido a otra, y estando en la mesa mi esposa me dijo: “¿Viste? Vos te ibas el domingo a la fábrica y la fábrica no existe más, ¿para qué gastás ese tiempo innecesario?”

—¿Siempre trató de atacar los problemas con más actividad?

—Siempre partí dando el ejemplo hacia los demás.

—Le pregunto otra cosa, si el trabajo fue un bálsamo para tapar sus dolores...

—Para mí siempre hacer fábricas era algo divertido, porque llegaba a un lugar, a una provincia, ante un terreno plano y después hacía los planos y cuando esa fábrica estaba construida y empezaba a funcionar, sentía una enorme alegría. Me premiaba con eso, también me autorregalaba algo, y siempre disfrutaba. Para mí el trabajo no fue un sacrificio, fue una fuente de felicidad. Estuve en plantas que se tendrían que haber hecho en 14 meses y las hice en 6.

—Usted dijo en “Radio 10”, cuando el conductor González Oro le consultó sobre mails que ellos habían recibido denunciando que usted no era ingeniero, lo siguiente: “Soy ingeniero textil, recibido en la Universidad de Röttingen, en Alemania”. Una cosa es aceptar que alguien lo llame ingeniero; otra es cuando específicamente se le pregunta si no lo es. ¿Por qué confirmó que era ingeniero ante una pregunta concreta?

—… (se queda mudo y su cara comienza a desencajarse).

—Toda su tesis sobre que le resultaba descortés aclararles a quienes lo llamaban ingeniero que no lo era, se desmorona.

—Por supuesto.

—Hace un año usted dio una conferencia ante estudiantes de periodismo y les pidió enfáticamente: “No mientan”.

—… (comienza a lagrimear)

—En los reportajes que concedió a “Clarín” y “La Nación” reconociendo que no era ingeniero pidió disculpas porque “había metido la pata” pero no se disculpó por haber mentido. “Meter la pata” suena a una imprudencia leve y yo le pido que ahora usted reconozca que mintió y pida perdón por haber mentido.

—Por supuesto, recurrí al padre Mamerto (Menapace) en el Monasterio de Los Toldos, hemos hablado en profundidad, soy una persona creyente, he estado recluido haciéndome una autocrítica y hablando con él. Y estando allá, llegaban a verme infinidades de personas; viajaban 50 kilómetros para verme, traerme cartitas. Y la gente me decía: “Eso no es importante, lo importante es que usted es un señor”.

—No importa que usted sea un señor, de lo que se trata es que usted no es ingeniero y mintió.

—Yo he actuado mal y me arrepiento. Y ese arrepentimiento lo voy a tener el resto de mi vida.

—Ahora explíqueme, “Página/12” informa que Röttingen es un pueblito de apenas 1.700 habitantes en Baviera, donde no existe una casa de estudios.

—No, fue en Reutlingen

—También “Página/12” informó que Reutlingen cuenta con una escuela especializada en temas textiles, convertida en universidad en 1971. Pero si así fuera, la facultad de Textiles y Diseño ofrece el título de Bachelor of Engeneering recién desde 2004.

—Bueno, estuve mucho antes.

—Un Bachelor of Engeneering hoy requiere tres años, ¿cuánto tiempo usted estudió allí?

—Esporádicamente, no es que estuve años.

—¿Estuvo en curso de verano?

—Hice cursos en especialidades. Por ejemplo, tejeduría de puntos.

—¿Pasó tres meses al menos?

—Yo iba a Alemania cuatro veces por año y cuando tenía la posibilidad, concurría.

—¿Habla y escribe alemán tan bien como para cursar estudios terciarios en ese idioma?

—No, eran cursos técnicos.

—¿Hay algo que especialmente lo liga a usted a Alemania?

—No, también estuve muchísimas veces en los Estados Unidos.

—Pero hizo que su hijo Alex estudiara en Goethe Schule.

—Lo que pasa es que nosotros vivíamos en Martínez y a tres cuadras estaba el jardín de la Goethe Schule, Axel fue ahí.

—¿Su hijo Axel estaba a punto de recibirse de ingeniero?

—Sí, señor.

—¿Alguna vez él le criticó que se dejara llamar ingeniero?

—Mire, Axel no me llamaba ingeniero. O sea, usted puede ver todas mis tarjetas.

—¿No lo llamaban ingeniero?

—¡Me llamaban en la fábrica!

—Pero llevaba a Axel a las fábricas, contó que desde muy chiquito lo llevaba a reuniones, que lo tenía sentado un largo tiempo. ¿En ningún momento él le dijo: “Papá, no está bien que te digan ingeniero si vos no lo sos?”.

—No, porque la gente de entrada no niega, y después no le da importancia. Pero en los lugares que yo firmaba no ponía ingeniero. Mire (se levanta y entrega una tarjeta): ésta es la tarjeta de mi empresa, aquí dice con detalle lo que hago (hay 9 ítems), en ningún lado mencioné “ingeniero”.

—No estoy diciendo que usted firmara como ingeniero sino que permitía que lo llamaran así.

—Le voy a decir cómo me decía Axel cuando era chico: “Mi papá es el general de la fábrica”.

—Usted tiene un nudo emocional con la ingeniería.

—No, no.

—¿Usted cree que es casualidad que su hijo haya estudiado ingeniería y a usted le dijeran ingeniero sin serlo? Freud decía que “nada es por casualidad”.

—Yo sufrí mucho porque Axel quisiera ser ingeniero, porque él tenía facilidad para los idiomas y las relaciones públicas. Era muy social y creía que haría una carrera diplomática. Nunca imaginé que iba a estudiar ingeniería. Y cuando me dijo que iba a seguir ingeniería industrial, le digo: “¡Pero Axel!, no tenés idea las horas que tenés que dedicar, no hay sábados ni domingos”, y me responde: “No, papá, tenés que entender que hoy los ingenieros industriales ocupan cargos que no son estrictamente en planta: el responsable de Telecom o del Banco Itaú son ingenieros industriales”. Hubiese preferido que estudiara otra cosa.

—Independientemente de lo que usted hubiera preferido, comprende que no es por casualidad que él estudió ingeniería.

—Puede ser. Además, yo tenía una consultoría textil donde Axel colaboraba en muchos aspectos. Estaba con los planos, en el área informática, y conocía todos los proyectos que se hacían.

—No es tan inhabitual que algunos padres se identifiquen tan en extremo con un hijo muerto y hasta pretendan encarnarlo simbólicamente. ¿Usted encarnó el ingeniero que su hijo iba a ser?

—Yo tengo el mayor de los respetos por donde él estudiaba y toda la gente que conocí en el ITBA, gente valiosa, de un nivel intelectual muy importante y que están haciendo cosas impresionantes desde el punto de vista de la ingeniería. Estos chicos recibidos en esa universidad compitieron con 270 universidades de Estados Unidos y Canadá, y sacaron un segundo premio haciendo un vehículo todo terreno. Axel estaba en la construcción de un avión liviano que ahora está volando. Respeto mucho la ingeniería...

—¿El inmediato y enorme protagonismo social que el asesinato de su hijo le deparó pudo confundirlo generándole lo que los psicólogos llaman un falso “self”, una personalidad ficticia?

—Soy muy honesto, en la vida siempre he tenido mucha personalidad, siempre he encarado cosas importantes y las he concretado. Tuve un accidente de ski muy grave, estuve a punto de morir. Caí y me golpeé contra una columna, un tornillo de torre entró entre los testículos y salió por la barriga y estuve por morir ahí. Una persona que estaba conmigo, que era médica, me decía: “No te mueras”. Y yo, bañado en sangre, ya estaba organizando todo: agarraba hielo de la nieve y me lo metía donde estaba la herida, así paré la sangre. Cuando vinieron dos camilleros había una mancha de 1,50 metro de largo por uno de ancho de sangre, los tipos empezaron a temblar, y yo les digo: “Mirá, macho, vos andá, bajá y pedí que venga una ambulancia porque esto no es una pierna rota”. Siempre he organizado y tomado decisiones muy importantes.

—¿Tras el asesinato de Axel, nunca tuvo la sensación de que estaba dejando de ser usted mismo y pasando a ser otro?

—No. A mí, lo que me impresionó fue cuando vi a Axel en la morgue, fue terrible. Y cuando un amigo de Axel dijo: “Esto nos puede pasar a cualquiera”.

—Pero su vida cambió para siempre, pasó a ser el “ingeniero” Blumberg, ya no el ingeniero insignia de la fábrica sino el “ingeniero” de la seguridad de toda la Argentina.

—Soy una persona que siempre logró lo que ambicionaba.

—¿En algún momento su esposa le dijo que usted ya no era el mismo?

—Con María Elena, realmente, estamos distanciados. Todo el grupo de amigos, compañeras amigas de ella, vinieron a la Fundación a trabajar. Padres de compañeros de Axel de jardín de infantes, y ella nunca quiso acercarse a la Fundación (Axel). Claro, yo le dedico 10 horas por día a la Fundación, aparte de que tengo que trabajar 4 horas para vivir. Entonces, no tengo sábados, no tengo domingos. El otro tema es que ella empezó a renegar de Dios. A mi casa venía gente que traía una virgen, y a la tarde esa virgen ya no estaba más ahí. Se la llevaba, la sacaba.

—¿Usted siente que la que cambió fue ella?

—O no, quizá cambié yo. Me dediqué a trabajar para la sociedad.

—Quizá para usted el trabajo es terapéutico y para ella no.

—Ella reniega de Dios.

—¿Desde la muerte de Axel?

—A partir de lo de Axel. Realmente, ella con Axel fue maravillosa, lo nutrió de valores, es una persona con muchos principios, dedicó su vida a Axel. Ella no hablaba alemán y fue a aprenderlo para ayudar a Axel. Es una persona muy inteligente y valiosa, pero todo esto nos ha distanciado.

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—En abril de 2004 el diario “La Nación” publicó: “Blumberg la mira irse, pero no la ve. No se hablan, y da la sensación de que la escena es un espejismo de algo que fue una familia feliz... No hay contacto; no hay besos entre ellos; se los ve lejos, tan distante uno de otro que la imaginación vuela y uno se pregunta qué se reprocharán en la soledad de la habitación”. ¿Era así su relación?

—Es algo terrible perder un hijo, y su único hijo. Yo le puedo asegurar que es algo espantoso. Y a veces, me reprochaba porque toda la vida, todo lo que había encarado, lo lograba. Y cuando yo tenía que conseguir que Axel vuelva a mi casa, como un idiota, le hice caso a la Policía, les hice caso a los fiscales... para no arriesgar me dije: “Tengo que dar con los que saben”. Después me di cuenta de que éstos son unos tarados, gente que no le interesaba y que si yo hubiese actuado de otra manera Axel quizás estaría. Y yo negociando como me decían ellos que lo haga. Entonces, le puedo asegurar que yo me sentí muy mal. Al principio, tuve muchas noches que no dormía, eran flashes, como ellos sacan (se refiere a los fotógrafos) viendo la imagen de Axel en la morgue. En lo único que me importaba la en vida, fracasé.

—¿Es cierto que llevaba casi una década de separación de su mujer a pesar de vivir juntos en la casa de Martínez?

—La relación era distante, cuando uno tiene una pareja que lo acompaña, tiene que ir a Europa, y dice: “Bueno, venga a Europa”. Y no, que quiere quedarse en la casa. Eso aleja más cuando uno tiene que hacer cuatro recorridas al año. Empieza en Brasil, Venezuela, Estados Unidos, Canadá, de ahí cruza a España, a Portugal, Italia, Alemania, Francia, Suecia, Finlandia… Por supuesto, llega un distanciamiento, lo que uno quiere es que la pareja lo acompañe.

—¿Mantuvieron la pareja por Axel?

—Puede ser, por supuesto para mí era muy importante Axel.

—Que tuviera padre y madre juntos.

—Por supuesto.

—Entonces, el asesinato de Axel quitó el motivo de unión que ustedes tenían.

—Posiblemente.

—¿Por qué dijo una vez que ella era “una intelectual sin sentido común”?

—Con eso se enojaron mucho sus amigas. No quiero volver a ese tema.

—A lo mejor, si explica lo que quiso decir, logra que lo perdonen.

—Hay gente que es inteligente pero no tiene sentido común. Eso es lo que yo quise decir. Entonces, yo había sacado un ejemplo de que la chica de la casa, a veces, tenía más sentido común que ella.

—¿María Elena sí tiene título universitario?

—Ella es contadora y una persona que leía mucho, leía un libro por día, una persona muy, muy capaz, pero a veces hay gente que no tiene visión práctica.

—Desde la Virgen María hasta las Madres de Plaza de Mayo, la madre coraje de Brecht, las “idishe mames” o las “mammas italianas”, siempre las madres, y no lo padres, fueron el emblema del dolor por la muerte de un hijo. ¿Por qué en su caso la figura de su esposa quedó tan opacada por la suya?

—Mi intención no fue ésa.

—No digo que fuera su intención, sino que usted me diga por qué cree que en este caso la madre quedó relegada.

—Creo que como yo salí a luchar y soy una persona... ejecutiva, trajimos gente, conseguimos 5.545.000 firmas. A Axel lo asesinaron el 23 de marzo y el 1º de abril ya organizamos la primera marcha.

—¿Usted fue padre y madre de Axel simultáneamente?

—Para nada. La que ocupaba más espacio con Axel era la madre, yo muchas veces no estaba aquí, estaba en el exterior. El tenía gran afinidad con la madre.

—¿En qué aspecto era parecido a usted y en qué aspecto a ella?

—Bueno, desde el punto de vista humano, era mucho más parecido a María Elena, él era mucho más sociable, cosa que yo no soy, María Elena es muy sociable. Era muy cariñoso, o sea, lo demostraba con los abrazos con la madre. En ese sentido yo soy...

—Más retraído.

—Digamos, quiero igual pero a veces no lo demuestro. Con Axel, teníamos discusiones, pero él después a la noche venía, me abrazaba, me daba un beso. A ella le gusta mucho la música y a Axel lo llevaba desde chiquito al Teatro Colón, 6 años. Yo prefería llevarlo a una cancha de fútbol. Yo me sentí mal con Axel porque fui muy exigente: cuando él tenía 8 años, en la Goethe Schule nos cuentan que era muy inteligente pero vago, que no estudiaba. Entonces, me lo llevé a la fábrica en Valentín Alsina, le hice llenar la planilla en la Oficina de Personal y lo puse de barrendero. La madre me hizo un escándalo, pero a los pocos días Axel me dijo: “Mirá papá, yo lo pensé bien, vos no sabés cómo me gusta estudiar...” Nunca más le tuve que decir nada, siempre fue abanderado del colegio, ¡abanderado! Por eso digo que las cosas hay que agarrarlas cuando son chiquitas para que no lleguen a mayores. Pero después me sentía mal porque a veces jugaba Argentina y le decía: “Axel, ¿por qué no vamos a la cancha? Juega Argentina” y él lo único que me decía, “no papá, el lunes tengo un examen”. Y después cuando a Axel lo asesinan… Recuerdo otra vez que se fue de vacaciones a la casa de Estefi, la novia, en Pinamar. Eran 12 o 14 chicos en una casa. Claro, ordenados, alemanes, organizados, unos la limpieza, otros a lavar los platos. Preocupado, fui al supermercado, cargo el coche de bebidas, comida, y me voy a Pinamar. Llegué y Axel no estaba, se había ido a un locutorio a imprimirse un trabajo de un concurso de L ’Oréal en París en el que participaban 27 mil grupos de trabajo en el mundo. Un trabajo de lujo, en inglés, con cash-flow y todo. Tras el asesinato, a él le dieron el primer premio post mórten.

—¿Usted tenía que ir a Pinamar?

—No, fui a llevarles comida, comí un asado con ellos y me volví.

—Pero Axel ya era era un adulto: ¿cómo fue a llevarle comida?

—Para ayudar, qué sé yo...

—¿Cuándo usted tuvo el accidente esquiando, ya estaba casado?

—Sí, pero Axel todavía no existía. Entonces, vinieron este grupo de amigas y amigos de Estados Unidos, entonces, yo dije: “Vamos a esquiar el fin de semana” y ella me dijo: “No, no, yo por dos o tres días no voy”. Bueno, me fui a esquiar, y después todavía le dicen: “Viste, Dios te castigó”.

—¿A qué edad se casó?

—A los 32 años.

—¿Y ella qué edad tenía?

—6 años menos.

—¿Ya era contadora?

—Sí, hacía rato. Había hecho el Comercial en el Carlos Pellegrini.

—¿Por qué usa el pelo largo? ¿Es una reminiscencia hippie?

—La barba fue después de ese accidente que tuve de esquí, nunca más me la corté. Siempre tuve el pelo así de largo. Me gustó tener el pelo largo. Es un look.

—¿En 1966, a los 21 años, integró un conjunto de danzas típicas lituanas llamado Ranvyna? ¿Fue bailarín?

—Vivíamos en Avellaneda cerca de una parroquia lituana, todas las casas de alrededor eran de lituanos. Bailábamos porque nos enseñaban danza clásica y había un concurso que se hacía en Chicago donde viven alrededor de 300 mil lituanos.

—¿Por parte de padre también son lituanos?

—De parte de mi padre, alemanes; lituanos, de la madre.

—¿Se psicoanalizó?

—Fui con María Elena a un psicólogo de pareja para mejorar la relación, pero me acuerdo después de tener ese accidente tan grande, yo estaba en el Hospital Italiano, muy grave, muy mal y venía una doctora, Clara, y me agarraba las manos y me decía: “Vos necesitás ayuda psicológica”, y yo decía: “No, lo que necesito es curarme”. Tenía una rotura de uretra del tamaño de un puño, todos los días me tenían que cambiar la gasa continuamente, llegué a pesar 47 kilos. No me olvido nunca de que en el quirófano yo ayudé a regular el aire acondicionado y leía libros de medicina de mi problema al punto que descubrí un aparato que había diseñado un profesor en Alemania especial para operaciones de uretra. Y lo llamé por teléfono y compré ese aparato. Compré ese aparato pero luego descubrimos que era riesgoso que los médicos que no lo conocían operaran con él y me llevé a mi médico a Alemania y me operaron allí. Cuento esto para que vea mi forma de actuar.

—En un reportaje mencionó que en un congreso sobre liderazgo, el psicólogo norteamericano George Kohlrierser le dijo que lo consideraba un líder. ¿Por qué usted cree tener pasta de líder?

—Ya de jovencito, a los 22 años, hice una fábrica. Empecé a trabajar a los 8 años, en las vacaciones. A los 16, me anoté en la Bernalesa que era una fábrica muy grande, tenían seis mil personas, ahí fui cadete, uno de los 28. Mientras los otros cadetes después de repartir se iban a jugar al fútbol, yo me iba a los laboratorios a aprender.

—¿Fue a Ingeniería?

—Yo fui a la Tecnológica, pero en la Bernalesa hicieron un concurso y de setenta técnicos eligieron a tres y nos formaron los directores de la fábrica. Luego la empresa me mandó a perfeccionarme a Estados Unidos. Yo tuve muchísimos ingenieros a cargo mío.

—En un reportaje dijo que Dios lo había colocado en esta situación. ¿Por qué cree que Dios le dio esta misión?

—A veces viene gente a mi casa y me asombra, en especial mucha gente de la colectividad alemana, que me abraza y me dice que yo soy el hombre gris que están esperando. No sé por qué Dios me puso en esto. Soy creyente pero ojalá que a mí nadie me hubiese conocido y pudiera estar con Axel, con mi familia, con mi trabajo...

—¿Por qué siendo un hombre con un vocabulario razonable repite “¿me entiende?” (en la transcripción del reportaje fue sacado decenas de veces)?

—Nunca fui bueno en castellano y siempre me gustaron las ciencias exactas, la física, la matemática.

—¿Ese no es un problema para la política?

—Puede ser.

—En su página oficial de Internet, entre las distinciones que recibió, se menciona en diciembre 2004 la inauguración de “Estatua J. C. Blumberg en San Pedro, del escultor Graciano Penduzzu”. ¿No le da un poco de vergüenza que haya una estatua suya?

—Bueno, no quería que lo hagan, pero tuve que ir a la inauguración, no me quedó otro remedio. Es más, hicieron un concurso y se pintaron treinta y tantos cuadros de mi persona, ¿qué puedo hacer yo? No lo pedí. Siempre he colaborado con la gente del arte. En una fábrica de Chaco, hicimos tres murales artísticos. La fábrica era del tío de Cristina Onassis, Tchomlekdjoglow, quien por entonces fue a operarse de cáncer a Nueva York y me pidió que lo acompañara, diciéndome: “Yo quiero que usted esté al lado mío porque tiene mucho sentido común y me va a ayudar”. Yo lo hinchaba con ese mural, y él me decía: “¿Y eso, cuánta plata deja?”. Finalmente lo convencí y contratamos a los mejores artistas de Bellas Artes de Resistencia, y hasta salieron publicados en Clarín Revista.

—¿Cuánto dinero ganaba por año antes de la muerte de Axel?

—¿Tengo que decirlo?

—Si quiere ser gobernador no sólo tendrá que decirlo sino hacer pública su declaración jurada.

—Unos 170.000 dólares al año.

—Podríamos decir que tenía un buen pasar, pero no para vivir sin trabajar, ¿cómo se las arregla?

—Yo estaba atendiendo al grupo CLAT, un grupo de judíos religiosos, imagínese: me acusaban de nazi y trabajo para una planta que se para el viernes cuando sale la primera estrella. Ellos me dijeron: “Qué lástima que no lo conocimos cinco años antes porque nos hizo ganar un montón de plata”. Cuando pasó lo de Axel, me dijeron: “Mire Blumberg, siga cobrando sus honorarios y contrate un director en cada fábrica, porque yo atendía las fábricas de Morón, La Rioja, Río Grande y la de Buenos Aires. Y usted ocúpese de la compra de materia prima”. Tengo reuniones con los accionistas los domingos a la mañana porque no trabajan los sábados. Quiero decir también que la Fundación Axel no tiene nada que ver con la política, es apolítica, hoy hay 3.000 voluntarios, ni con mi candidatura.

—¿No duda a veces de ser ingenuo y proponer soluciones simples a problemas complejos?

—A los problemas complejos hay que encontrar soluciones prácticas y rápidas. Cuanto más vueltas, más se enreda. Las cosas hay que llevarlas a un plano simple y estratégico.

—Escuchó hablar del qualinquista de la Italia de postguerra, un populismo reaccionario que revalorizaba las ideas simples del hombre “qualunque”.

—No hice ese análisis, pero he visto muchas cosas en la vida privada y la vida fabril: las cosas a veces se hacen complejas para no resolverlas. A veces hay que pensar “si quiero llegar ahí, cómo hago el camino más corto para llegar ahí”. El tema de seguridad de la Provincia, por supuesto que es un tema serio, pero no es tan difícil de arreglar. Como pasó en Nueva York. Hay que tener método.

—¿Qué reflexión le merece esta afirmación: “El problema no es lo que Blumberg piensa, sino lo que Blumberg no piensa”?

—Hay cosas que no voy a opinar porque son muy específicas. Como del aborto. Cuando me preguntan si habría que bajar la edad de imputabilidad... No es un tema mío sino de especialistas.

—¿Cree que los intelectuales son demasiado complicados?

—No, me molesta cuando se ponen a discutir y se van por las ramas. Hay que ser pragmático.

—¿El sentido común es el atributo que más valora?

—Claro, el sentido común lo lleva a descifrar y encontrar soluciones. Eso me sirvió siempre en la vida.

—¿Hay mayor tendencia a encontrar intelectuales en la izquierda que en la derecha?

—Creo que es la edad. Cuando se es joven, se piensa de una manera. Pasan los años y si se tiene una posición económica, ya cambia. Y al llegar a cierta edad, es conservador. Y es la misma persona.

“A Macri le cuesta tomar decisiones”

—¿Piensa que Macri debería competir por la presidencia en octubre?

—El se comprometió a ser jefe de Gobierno de la Ciudad, y prometió seguridad para la Ciudad. Si no le dan la policía o no le dan los recursos para manejarla y ve el peligro de fracasar, sólo en esa instancia él puede ir a una instancia superior.

—¿No era lógico que el Presidente le hiciera la vida difícil antes de presentarse en la Ciudad?

—Siempre hay que esperar que un Presidente de la Nación busque el interés de todos los argentinos y dentro de esto, están los ciudadanos de la Ciudad.

—¿Y si usted llega a gobernador, esperaría lo mismo de él?

—No, aprendí a no creer lo que me dicen.

—¿Su boleta como candidato a gobernador llevaría como candidato a presidente a Lavagna?

—Estoy tratando con mucha gente: con Lavagna, con peronistas disidentes, con gente del PRO que todavía no decidió el candidato, con López Murphy y voy a acompañar en la boleta a aquel que más va ayudar en la Provincia de Buenos Aires. Si la Provincia de Buenos Aires es económicamente inviable porque tiene una coparticipación de 20% con 40% de la población del país y depende como un mendigo de un gobierno central, el señor que va a acompañar en la boleta tiene que contestarme sobre ese punto. Por ejemplo, Lavagna ya me contestó positivamente cómo se puede hacer para que la Provincia tenga los recursos necesarios para afrontar sus programas.

—O sea que Lavagna podría ser.

—Podría ser.

—¿Y López Murphy?

—El PRO todavía no decidió si va a ser su candidato. También estoy hablando con distintos candidatos posibles del peronismo disidente: con Puerta, con Sobisch y con uno de los hermanos Rodríguez Saá. A todos les pregunto: “¿Sabe que cualquier encuesta que tome de la Provincia de Buenos Aires arroja que el mayor problema –80%– para la gente es la inseguridad?”

—Dentro del peronismo disidente, ¿se sentiría más cómodo con la fórmula Sobisch-Asís o Puerta y otro peronista?

—Es indistinto, cada uno de ellos me ha dicho que va a acompañar ese movimiento independientemente del lugar en que estén. En el caso de la Provincia, es muy importante tener la parte peronista.

—Supongamos que López Murphy consigue un apoyo del PRO, Sobisch o Puerta representan al peronismo disidente, y todos ellos responden afirmativamente a sus preguntas, como dice que ya hizo Lavagna: ¿a cuál de los tres acompañaría?

—Me gustaría terminar de hablar con ellos una serie de puntos que hay en el programa, como la inclusión social, que es clave.

—Supongamos que todos le responden afirmativamente.

—Lo ideal sería hacer aquello que no pude hacer a nivel nacional: juntar a Lavagna, al PRO y al peronismo disidente.

—¿Le ve posibilidades?

—Lo que antes veía como muy difícil, un no rotundo, hoy veo flexibilidad.

—¿Lo ve a Lavagna más flexible?

—Lo veo más flexible por las visitas que ha hecho a muchos lugares. Hace muchos meses atrás, cuando yo le preguntaba: “¿Usted conoció Villa Fiorito?” El no la conocía. Hoy conoce los distintos lugares del conurbano, y conocer le abre los ojos a la gente...

—¿Sacará más votos su candidatura a gobernador yendo solo o acompañado de un candidato a presidente que no alcance el 20% de intención de voto nacional?

—En especial en Buenos Aires, no hay experiencia ni tradición de cortar boleta, salvo en Tigre y en Morón. Entonces, teóricamente, el candidato a presidente tiene que ayudar a arrastrar votos, por eso pienso que es importante tener el candidato a presidente y vicepresidente.

—Rouvier lo ubica segundo en intención de voto, con el 15,7%, detrás de Scioli, con el 45%. ¿Qué porcentaje cree que obtendrán usted y Scioli en octubre próximo?

—Esos estudios se hicieron cuando yo no era candidato y la gente que entiende sobre el tema dice que cuando uno presenta la candidatura crece porque hay gente que no dice su intención de voto si no sabe si se va a presentar.

—¿Y usted qué espera?

—Bueno, lo veo en la gente, en la calle, la gente me saluda y me dice “lo voy a votar”. Veo entusiasmo.

—¿Se lanzó solo porque vio que en la continua posposición de Macri estaba la decisión de no apoyarlo?

—Lo que pasa es que en el PRO había indecisión, que todavía sigue, sobre a quién acompañar para presidente y vice. Y yo estoy también con otra gente.

—¿A Macri le cuesta decidirse?

—Le cuesta tomar decisiones y en especial se maneja mucho con encuestas. Yo creo que a veces uno tiene que ser más expeditivo en algunas cosas.

—¿No cree que después que se descubrió que no era ingeniero, Macri hace con usted lo mismo que hizo con Sobish?

—Puede ser, haciéndolo más suavemente, a lo largo del tiempo. Yo lo respeto mucho a Mauricio. Yo lo he ayudado muchísimo para que él sea jefe de Gobierno, yo podría haber iniciado esta candidatura mucho antes y consideré más importante concentrar esfuerzos y ayudar para que el sea jefe de Gobierno. Creo que Mauricio va a hacer un buen gobierno porque tiene muy buenas intenciones, y Michetti es muy importante tanto por su papel en la Legislatura como por su sensibilidad.

—¿No cree que ahora Macri piensa que usted es piantavotos?

—No sé, imagínese que si la persona que tiene que estar en contacto conmigo o con nuestro grupo es Jorge Macri, que también es interesado (precandidato a gobernador), es ilógico haber puesto a esa persona.

—¿Colocar a esa persona no es un mensaje?

—No sé si es un mensaje pero creo que ahí Mauricio tendría que haber actuado con más imparcialidad o con visión más amplia.

—El director del Centro de Opinión Pública (CEOP), Roberto Bacman, dice que hace varios meses usted tenía el 25% de popularidad y hoy menos de la mitad; en parte por su título de ingeniero pero también por acercarse a la política ya “la gente lo esperaba en otro lugar”.

—Al contrario, la gente me pedía (que hiciera política), también se cansa de esperar cuando ve indecisión: “¿Va a ser o no va a ser (candidato)?” Siempre transmití a la gente que no era indecisión sino responsabilidad, pero a veces la gente no lo entiende. Era muy importante visitar y conocer la realidad de la provincia; formar equipos de trabajo, que nos acompañe gente especializada para los distintos temas.

—Según otra encuesta, de la consultora Aresco, tras conocerse que usted no era ingeniero, el 42% de las personas considera que Blumberg es un dirigente “malo”, un 22% lo calificó de “regular”, un 14% optó por “no sabe” y sólo un 19% opinó que es un dirigente ‘bueno’. ¿Cómo lo remontará?

—Hablándole a la gente desde el corazón y explicando que el paso que doy hacia la política es para estar al servicio de la gente y llevando a la política gente de primer nivel para ayudar a cambiar esta realidad que viven los bonaerenses.

—Por más vuelta que le dé, usted no tiene posibilidades de ganarle a Scioli.

—Es que Scioli no puede ser candidato.

—¿Usted tiene expectativas de que él no pueda ser candidato?

—Legalmente él no vivió en la provincia como indica la ley electoral.

—¿Realmente cree que no va a ser habilitado?

—No, creo que va a ser habilitado.

—Entonces: ¿cree que puede ganarle a Scioli?

—En la vida hay que intentarlo. Yo no voy para perder, yo voy para ganar y para hablarle a la gente, y lo voy hacer con mucho respeto, con mucho cariño y brindándome a la gente.

—La verdad, ¿no hubiera votado a Scioli si se hubiera presentado como candidato a presidente opositor al kirchnerimo?

—Como presidente sí, yo creo que él tendría que haber actuado de esa manera; yo he tenido muchos contactos y charlas profundas con él. Scioli quería ser jefe de Gobierno de la Ciudad, me pidió ayuda, le presenté gente: a Antanas Mockus, el ex Alcalde de Bogotá; pero en la Provincia de Buenos yo no creo que vaya a cambiar nada de los problemas graves en materia de inseguridad porque él ha dicho que va a seguir con los mismos programas.

“La Policía paga $ 1 millón diario a la política”

—¿Reiteradamente usted acusó a la Policía Bonaerense de connivencia con el delito. ¿En qué época comenzó, cómo fue evolucionando con las distintas administraciones y por responsabilidad de quiénes se agravó?

—Cómo puede ser que mantengan a Arslanian o a Solá. Por lo que me dicen, todos los días llega un millón de pesos que recoge la misma Policía, que tienen que entregar a los políticos. Me dicen de buena fuente.

—¿Qué diferencias hay entre la Policía de Córdoba y la Bonaerense que justifiquen elogios a De la Sota y críticas a Solá?

—Hemos hecho un diagnóstico de la Policía de Córdoba con la Fundación. De todas, era la mejor. Se ven operativos y cómo desintegran bandas. A los secuestradores de Axel los detuvieron en Córdoba.

—Hace un tiempo usted dijo: “Béliz se ocupaba muy bien del sistema de seguridad. Kirchner sabrá por qué lo cambió”. ¿Qué empeoró después?

—Con Béliz encaramos el trabajo en cárceles. Fue importante porque la gente que está detenida tiene que tener la posibilidad de trabajar, de ganar un dinero y de aprender un oficio. Se hicieron un montón de talleres de costura, panificadoras (se entregaban panes a colegios), un taller de recarga de cartuchos de computadoras en la cárcel de máxima seguridad de Ezeiza. Todo siguió con el siguiente ministro, pero cuando entró Iribarne, se cerraron los talleres.

—¿Por qué la familia de Ianonne pidió que no lo ayudara más con el secuestro de su familiar porque su intervención empeoraba en lugar de mejorar las cosas?

—No empeoraba, es al revés. Ellos me vinieron a buscar. Pero cuando me empiezan a traer información y vemos que había connivencia entre la familia y el intendente, un señor que ganaba 1.200 pesos y tenía una cuatro por cuatro y pileta de natación en la casa... El intendente que dice que no podía conocer a cada integrante del municipio pero se trataba de alguien de su subsecretaría privada. Cuando descubrimos ciertas verdades, comenzamos a molestar.

—Tuvo otro episodio con la madre de Sebastián Bordón, el estudiante asesinado por la Policía en Mendoza, quien dijo: “Yo no lo perdono a Blumberg” por haber dicho que su hijo se drograba. Usted después se desdijo, pero: ¿no mete la pata muy a menudo?

—Fui a pedir disculpas. Lo que pasa es que en ese caso... Yo había hablado con el juez federal, quien me contó esa historia, yo venía casi dos días a hacer una marcha...

—¿Y usted repite lo primero que le cuentan?

—Lo que pasa es que uno tiene muchas situaciones conflictivas.

—En enero pasado apareció asesinado en Pilar el tío de la novia de Axel, Diego Garay. En ese momento criticó al juez. ¿Sospecha que el crimen tuvo otro móvil que no sea el robo?

—Critico al juez porque le fuimos a pedir que intervenga el teléfono y no lo autorizó. Ese juez liberó a un violador y lo mandó a la misma casa de la chica que había violado, tiene con prisión domiciliaria a dos ladrones del Banco Río. Esos jueces no pueden estar en el lugar en que están porque no le hacen bien a la sociedad.

“Rechacé a los abogados de Yabrán”

—¿No son las manifestaciones democráticamente antisistémicas porque una minoría trata de imponer algo a la mayoría?

—Nosotros fuimos con propuestas en un marco de respeto. Fíjese que en las marchas siempre se cantó el Himno Nacional, estaban todos los credos.

—¿Por qué cree que cuando intentó participar de la marcha por Cromañón fue insultado y golpeado por los manifestantes?

—Había un grupo minúsculo de inadaptados que incluso me salivaron. Luego los padres vinieron ese mismo día a la Fundación a pedir disculpas: ellos me habían invitado.

—¿Qué piensa de los piqueteros?

—Yo hice mucha amistad con Castells y le decía: “A usted lo odian, usted hace todo al revés”. Después ya no cortaba las calles, cortaba un pedazo, había un cordón policial. Creo que aquí nosotros estamos en una dictadura encubierta donde cada uno hace lo que se le da la gana. Llamo el Día del Amigo a un viejo conocido y me dice: “Nos están quemando la fábrica”. El está en la pesquera Santa Elena. Venían encapuchados y no era gente de la fábrica. Esto está pasando hoy en la Argentina.

—Si usted fuera electo gobernador y se repite un corte del Puente Pueyrredón como el que costó la vida de los piqueteros Kosteki y Santillán, ¿ordenaría el desalojo como hizo Solá?

—No. Hoy usted tiene formas disuasivas de hacerlo como hacen en Alemania y en Suiza. Hay formas de prevenir, anticiparse. Lo que pasa es que acá están haciendo todo al revés. Mandan un memo a toda la policía y les dicen que a quien tenga un informante le dan de baja. Otra de las cosas que ha hecho Arslanian es quemar los archivos de los delincuentes. Si usted quiere en una fiscalía mostrar fotográficamente quién puede ser, eso no existe más. Yo hablaba con la Policía de Inglaterra y les preguntaba cuánto guardan los archivos y me dicen 84 años. Huellas dactilares, palmas, ADN y fotografías. Acá estamos haciendo todo al revés.

—¿Los escraches son antidemocráticos?

—Los veo mal, no es correcto. Necesitamos en la Argentina tener respeto por los otros. Cuando mostré a las policías de Suiza y de Alemania la filmación de lo que ocurrió en el Hospital Francés, cuando unos sindicalistas le pegaban a la Policía y le volaban el gorro, ellos me decían que si allí alguien le pega a la Policía le dan una paliza delante de todas las cámaras para que nunca más le falten el respeto a la autoridad.

—¿Está a favor de los casamientos entre gays?

—Uno con su traste hace lo que quiere. Pero creo que por algo Dios creó un hombre y una mujer.

—¿Le pregunto si votaría a favor de una ley para el casamiento gay?

—No, no, eso no.

—¿Está a favor de despenalizar el aborto?

—Estoy por la vida del individuo, de la concepción. Pero si hay casos extremos, cuando una persona es violada, uno tiene que ser prudente.

—Durante una marcha en el barrio de Belgrano hace un año usted dijo: “Estas son ideologías que vienen de (Raúl Eugenio) Zaffaroni”, refiriéndose al juez de la Corte Suprema, y agregó: “Como ese fallo de él, que cuando a una persona la obligaron a hacer el sexo oral entonces, como estaba la luz apagada, no es un delito. Yo quisiera que a una hija de él le hagan eso a ver qué dice”. ¿No le parece una barbaridad decir esas cosas?

—Lo usé de ejemplo, si le pasara no haría ese fallo.

—¿Pero usted desea que le pase?

—No, claro que no....

—Pero es una barbaridad lo que dijo.

—Quizá me equivoqué.

—¿Le pide disculpas a Zaffaroni?

—Por supuesto...

—¿Se considera una persona de derecha?

—No. Yo me considero una persona de centro e incluso más de centroizquierda.

—¿Qué opina de Patti?

—En Escobar lo quieren mucho. Ha impuesto orden, en Escobar no entraban los delincuentes. Y estuvo muy mal que no lo dejaran asumir.

—¿Qué opina de Rico?

—Lo conozco poco, sé que estuvo en el alzamiento...

—¿Y de Ruckauf?

—A mí me relacionaron con él pero yo lo vi una vez sola en el Congreso cuando él estaba sentado como diputado y hablaba de una cosa de balas (sic). Eso de meter balas son expresiones de políticos que en el fondo no hacen nada.

—¿Qué representa el concepto elitismo?

—Con los hechos que me han pasado a mí, hay cosas que ya no le doy importancia, que son superfluas. Yo fui siempre fanático de los coches, llegué a tener cinco coches, de los mejores. Los cuidaba con esmero. Traje un Mercedes de Alemania con 137 adicionales, que no lo usaba porque usaba el viejo, !adónde iba a ir con los robos! Lo traje en 1995. No hace mucho, no sé cómo, me voló una biela y me rompió el bloque del motor en tres lugares. En otro momento hubiera estado un mes deprimido, pero ahora no es importante.

—¿Antes era elitista y ahora dejó de serlo?

—Para mí es muy triste ir a Villa Caraza y que la gente me abrace, que vengan los cartoneros, 3 mil cartoneros y usted piensa ¡pobre gente que no tiene agua potable!

—¿Se hizo más bueno?

—Más sensible, quizás.

—¿Usted estuvo de acuerdo con que los militares derrocaran a Isabel?

—Yo estoy a favor de la democracia.

—Hoy lo imagino, ¿pero qué pensaba en 1976?

—En ese momento había un descalabro grande.

—Durante el juicio a Von Wernich se presentó como prueba una carta en la que se menciona a civiles que están citados para declarar, entre ellos Roberto Durrieu, subsecretario de Justicia del ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y abogado suyo en el juicio por el asesinato de Axel, como parte del sistema de represión ilegal. ¿Qué siente al ver y escuchar el juicio a Von Wernich?

—En el caso de Durrieu, yo lo tomé a él como abogado de Axel e hizo todo el trabajo ad honórem. Yo de muchas cosas no tengo pruebas y hasta que no sea culpable, yo dudo. Pero este señor es el abogado de las empresas más prestigiosas de la Argentina y de países como Alemania que están con los Derechos Humanos.

Una empresa no es lo mismo que un candidato, ahora que compite para ser gobernador, ¿se arrepiente de no haber tenido en cuenta que había sido subsecretario de Videla?

—Es que no sabía, vinieron otros abogados y hubo una selección. Por ejemplo rechacé a otros que fueron abogados de Yabrán.

—¿Alguna vez en su vida se sintió peronista o fue siempre más lo que se denomina un ‘gorila’?

—Soy honesto, no actuaba en política. El peronismo es el que más está con la asistencia de la gente, el más compenetrado con la justicia social y la gente.

—Y además de verlo, ¿alguna vez votó por un candidato peronista?

—Soy honesto (lo repite a cada instante y fue borrado por cuestiones de espacio), es que no he votado tantas veces.

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Domingo 5 de agosto de 2007
Año II Nº 0190
Buenos Aires, Argentina