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Entrevista a Fernando Henrique Cardoso

“Una recesión está en marcha”

Así como a fines de la década pasada, cuando Brasil devaluó, la suerte de nuestra convertibilidad quedó echada, en parte el futuro económico de la Argentina actual depende de cómo afecte la crisis internacional a Brasil. Mientras en San Pablo se reúnen los gobiernos de la región para coordinar su posición en el G-20, en esta entrevista el intelectual brasileño más respetado, porque además de sociólogo fue el economista que cambió la historia de su país, primero como canciller y ministro de Economía y luego dos veces como presidente, responde a las preguntas del director de PERFIL.

Por Jorge Fontevecchia

SOBRE LULA: “hubiera negado menos que la crisis nos alcanzaria”. El ex presidente de Brasil, en sus oficinas de San Pablo, monitorea los mercados mundiales.

—¿Tuvo alguna participación en la actual crisis económica mundial el hecho de que el capitalismo se haya relajado al perder a su archienemigo sistémico, el comunismo, tras la caída del Muro de Berlín?

—No creo que haya una relación entre el fin del comunismo y el relajamiento de las reglas capitalistas. Estamos asistiendo a una crisis más, consecuencia de lo que Greenspan llamó exacerbación irracional de los mercados y Marx diría que es una quema de plusvalía. La diferencia es que hoy los mercados financieros están más globalizados y crearon instrumentos “sofisticados” como los derivados, incluso los derivados cambiarios, que al mismo tiempo que protegen los compromisos financieros de fluctuación en el valor de las monedas permiten especular. Hubo abuso en los derivativos basados en hipotecas de baja calidad, que se multiplicaron con la creencia de que los inmuebles no dejarían de valorizarse. En esencia, fue lo mismo que ocurrió en Holanda en el siglo XVII, sin tanta sofisticación, con la famosa crisis de los tulipanes (N de R[1]: La prosperidad, el aumento del gusto por las flores exóticas y su ostentación como símbolo de riqueza, sumado a que los tulipanes cultivados en Holanda sufrían variaciones en su apariencia, naciendo así los tulipanes multicolores, irrepetibles, hicieron que en la segunda década del siglo XVII el precio del tulipán comenzara a crecer. En 1623 un solo bulbo podía llegar a valer mil florines cuando el salario anual promedio de una persona eran 150 florines. Durante la década siguiente el precio de los bulbos crecía ilimitadamente y todo el país invirtió cuanto tenía en el comercio especulativo de tulipanes. El 5 de febrero de 1637 un lote de 99 tulipanes de gran rareza se vendió por 90 mil florines: fue la última gran venta de tulipanes. Al día siguiente se puso a la venta un lote de medio kilo por 1.250 florines sin encontrarse comprador. Entonces, la burbuja estalló. Los precios comenzaron a caer en picada y no hubo manera de recuperar la inversión: todo el mundo vendía y nadie compraba. Se habían comprometido enormes deudas para comprar flores que ahora no valían nada. Las bancarrotas se sucedieron y golpearon a todas las clases sociales. La economía holandesa terminó en quiebra. La crisis de los tulipanes es el ejemplo clásico de las burbujas económicas, como la de Internet en 2001; son fenómenos especulativos que se producen cuando los precios de un bien se disparan y suben prolongadamente por encima de un nivel teóricamente justificable, la mayoría de las veces debido a la especulación. Al final, las burbujas terminan estallando y los precios vuelven a su nivel natural de forma repentina y brusca).

—¿Esta crisis económica tendrá como consecuencia política una mayor multipolaridad mundial?

—Probablemente sí, lo que no quiere decir que los EE.UU. pierdan predominio, pero tendrán más dificultades en ejercer un papel hegemónico. La fuerza americana todavía es tanta que la Reserva Federal de los EE.UU. no sólo sustituyó al FMI sino que pasó a operar como si fuese un prestamista en última instancia. Y le prestó al mundo, seleccionando los países a los cuales ofrecer 30 mil millones de dólares. Al final todo este dineral, incluyendo los cientos de billones ya utilizados, será pagado por los tax payers (contribuyentes) americanos y del resto del mundo, sea por la inflación que podrá ocurrir, sea por el aumento futuro de la tasa de interés y por el aumento de los impuestos.

—George Soros sostiene que es el fin del dólar como moneda de reserva internacional, ¿comparte esa visión?

—Creo que en el futuro ocurrirá eso, pero todavía estamos lejos de ese día. Para eso será necesario alcanzar un nuevo equilibrio mundial de poder y renovar las instituciones internacionales. Tal vez ellas puedan operar en el futuro con una canasta de monedas y puedan obedecer a un comando compartido ejercido por los polos emergentes de poder económico y político.

—¿Podría desembocar esta crisis en el fin del capitalismo tal como lo conocimos?

—No creo en una crisis final del capitalismo en este momento. Pero la regulación financiera nacional y global se intensificará, dando un papel más relevante a los gobiernos y organizaciones multilaterales. La locura de los mercados desregulados sufrirá una fuerte sacudida.

—¿El mundo se encamina hacia una recesión o hacia una depresión?

—Estamos en el límite entre una recesión ya en marcha y una depresión todavía evitable, como dijo recientemente Dominique Strauss Khan. Que ocurra dependerá de la acción de los gobiernos y de la reacción de los mercados.

—¿Latinoamérica ingresa en una fase de recesión?

—Es muy probable que sí. De aquí para adelante, las exportaciones disminuirán sensiblemente en volumen y en valor, como el crédito para exportaciones; para el capital circulante ya está apretado y el crédito para consumo será restricto.

—Y Brasil en particular, ¿cómo será su economía en 2009?

—Brasil, a pesar de poseer 200 mil millones de dólares en las reservas, sufrió el impacto de la fuerte desvalorización del real (entre 30% y 40%), tendrá problemas con la balanza de transacciones corrientes y sufrió una fuga de capitales. El Banco Central ha actuado para aliviar la falta de liquidez y el gobierno, en el discurso, mantiene una posición favorable a la continuidad de las inversiones. No obstante, los gastos públicos corrientes son muy altos, deberá haber disminución de la recaudación en 2009 y el sector privado (que es el motor de la economía brasileña) ya sufre con la restricción de créditos para las inversiones y para las exportaciones. Todavía más: no es suficiente dar liquidez a los bancos; es preciso restablecer la confianza en todo el sistema y esto sólo se conseguirá, en Europa y en los EE.UU., con garantía de depósitos y aumentos de capital con recursos que al final son del Tesoro.

—Para Estados Unidos, ¿es tanto mayor esta crisis que la de 2000 con la explosión de la burbuja de Internet, cuando Wall Street también bajó alrededor del 40%?

—La burbuja de Internet no tuvo la amplitud de la actual. No alcanzó todos los mercados ni dañó tanto las economías de los países emergentes.

—A usted le tocó enfrentar como presidente la crisis de los países emergentes en 1998, ¿qué experiencia le dejó?

—La crisis de 1998 fue de otra naturaleza: esta, después del default de Rusia, atacó las monedas muy valorizadas y en el régimen de cambio casi fijo. En este sentido, fue una repetición, si no una prolongación, de la crisis de Asia de 1997. La lección principal de aquellas crisis fue la de que aun habiendo reservas en el Banco Central, cuando el cambio es fijo y no está ajustado a las condiciones del mercado, aunque el gobierno mantenga la inflación bajo control, es muy difícil proteger el valor de la moneda. Más vale, por lo tanto, adoptar el cambio fluctuante, a pesar de los inconvenientes que éste también presenta.

—¿Cuando los mercados se comportan histéricamente son como una marea que no se puede detener?

—En el auge de la histeria de los mercados financieros es difícil detenerlos. Pero los bancos centrales y las políticas fiscales terminan por superar la fase aguda de la crisis. El problema son las consecuencias que ésta produce en la economía real.

—¿Por qué Brasil fue uno de los países cuya Bolsa de Valores sintió más la crisis?

—Porque la economía del Brasil está más globalizada y atrajo más capitales que la mayoría de las otras Bolsas. Con el cambio libre y fluctuante, así como el capital entra, sale. Como en el comienzo había facilidad de vender activos financieros y reales en el Brasil, los inversores liquidaron posiciones en Brasil para hacer frente a sus dificultades en los EE.UU. Más tarde, hubo contagio y todos quisieron vender.

—¿Por qué el real fue la moneda que más se devaluó en los últimos meses?

—Por la razón descripta antes y tal vez por la percepción de que la balanza de pagos futura tendría problemas si las exportaciones (en valor y volumen) disminuyeran mucho, en una proporción mayor que las importaciones. Y quién sabe por una anticipación de eventuales dificultades fiscales.

—¿Hubo algún error o imprevisión en la economía brasileña que contribuyera a lo descripto en las dos preguntas anteriores?

—Es difícil “culpar” a alguien delante de una crisis de este tamaño y cuyo epicentro no es aquí. Se puede lamentar que el gobierno no haya avanzado más con las reformas, especialmente la tributaria, y que tenga contratados enormes gastos futuros con la expansión del número de funcionarios y con aumentos salariales diferidos para los próximos años.

—¿Qué hubiera hecho usted distinto que Lula ante esta crisis?

—Es fácil decir después de que las cosas ocurren. Pero yo hubiera, imagino, hecho más reformas, mejorado la eficiencia de la maquinaria pública, aumentado la cantidad de sociedades del sector público con el sector privado en las calles, en los puertos y en la energía hidráulica, y hubiera negado menos que la crisis nos alcanzaría. Lula insistió en que el tsunami del exterior se transformaría en marola (olas pequeñas, las que hace un barco cuando pasa, las que genera un viento leve; según el diccionario Houaiss, no existe una palabra que la traduzca exactamente al español) en Brasil. Ojalá tenga razón, pero no parece.

—Si en lugar de haber ganado Bush, los demócratas hubieran gobernado estos últimos años continuando las líneas económicas de Clinton, ¿la crisis se podría haber evitado o los ciclos económicos son inevitables?

—Los ciclos económicos son inevitables. Su forma y extensión, con todo, es afectada por la situación económica general del país y por las políticas adoptadas. Creo que Clinton hubiera sido más previsor.

—¿Por qué España, el país europeo más relacionado con Latinoamérica, es al que más está afectando la crisis dentro de la Unión Europea?

—Porque en España, más que en la mayoría de los países europeos, hubo un boom inmobiliario que no tenía cómo sostenerse.

—Se podría decir que, en términos de mercados financieros, Brasil está más asimilado a la zona de BRIC con Rusia, India y China que a Latinoamérica?

—No totalmente. Es verdad que en términos de PBI, de las inversiones extranjeras, de la globalización de las empresas brasileñas y de población, sí nos acercamos más al BRIC. Pero México y Chile, para dar dos ejemplos, van en el mismo sentido.

—Hasta que usted fue electo presidente, la economía de Brasil era tres veces mayor que la Argentina y hoy es casi cinco veces, ¿a qué atribuye ese cambio de escala tan vertiginoso en sólo una década?

—A la consolidación que hicimos de la economía brasileña en el anterior período, que Lula continuó, y a la prosperidad mundial. Supimos aprovechar las oportunidades que se ofrecían.

—Usted conoce bien a Chile porque durante su exilio trabajó como profesor en ese país. La economía de Chile era un tercio de la argentina hace algunas décadas y ahora es dos tercios y superó a la argentina en producto bruto per cápita. ¿A qué atribuye el mayor crecimiento de Chile respecto de Argentina?

—A las mismas razones por las cuales Brasil creció mucho y a la continuidad de las políticas macroeconómicas y sociales, tal como ocurrió también en Brasil. Dejamos de discutir un camino alternativo y pasamos a cuidar de hacer, cada cual a su manera, Chile y Brasil, lo que estaba a nuestro alcance para enfrentar los desafíos de la globalización.

—¿Se podría decir que su presidencia fue el punto de inflexión en la historia económica de Brasil porque antes cada gobierno cambiaba lo hecho por el anterior, como sigue sucediendo en Argentina, pero a partir de su presidencia la economía fue asumida como una política de Estado y Lula continuó su línea económica?

—Sí, como le dije antes.

—La devaluación del real de enero de 1999 y la actual de Brasil porcentualmente son parecidas; sin embargo, hoy se la digiere con menos dramatismo, ¿por qué?

—Porque en 1998/1999 el problema era cambiario y los países centrales no fueron afectados. Ahora es una crisis de liquidez y de confianza, y los bancos centrales de todo el mundo están activos y solidarios proveyendo liquidez. No obstante, es preciso esperar para ver si los efectos de la crisis actual sobre la economía real no serán más devastadores que aquellos que enfrentamos en el pasado. La economía brasileña siempre se recuperó rápidamente. Veremos ahora, alentando para que haga lo mismo.

—La devaluación del real de 1999 inundó la Argentina de productos brasileños y todos los expertos la consideran la principal causa de la caída de la convertibilidad dos años después. El propio Cavallo acepta que cuando Brasil devaluó su moneda, era muy difícil para Argentina mantener la suya. ¿Podría suceder algo similar hoy, donde un aumento del dólar en Brasil de alrededor del 50% obligue a Argentina a un cambio de política económica?

—No creo que la devaluación se mantenga en 50%. Habrá un acomodamiento. No sé si aun así las exportaciones brasileñas serán tan competitivas que lleven al gobierno de Argentina a rever posiciones cuando vuelva a crecer. No obstante, es posible que el gobierno argentino altere algunas de sus políticas para mantener la competitividad.

—Cristina Kirchner dijo: “Le envidio a Brasil sus empresarios”, y en Argentina siempre se repite que los empresarios brasileños tienen un compromiso con su país distinto; por ejemplo, no venden sus empresas. ¿Cómo explica, como sociólogo, el diferente comportamiento de la clase empresaria de Brasil y de Argentina?

—Tal vez la excelencia y la abundancia de recursos naturales en Argentina, especialmente la fertilidad del suelo, y el éxito de los empresarios rurales y de los exportadores argentinos a lo largo de muchas décadas del siglo pasado les permitían una actitud menos competitiva de la que tenían los brasileños. Había mucho por hacer en Brasil, con un mercado inmenso; en cambio, lo ya hecho rápidamente y con éxito en el pasado puede haber inducido a los empresarios argentinos a invertir menos en el país y disfrutar de las ventajas externas. Por otro lado, por detrás de esas cuestiones siempre existen desarreglos políticos e, infelizmente, la Argentina sufrió las consecuencias de esto.

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—Muchas de las empresas argentinas vendidas a extranjeros en los últimos años fueron compradas por brasileños y el 25% de toda la inversión extranjera en Argentina provino de Brasil. ¿Se trató de una coyuntura por el dólar barato en Brasil o será una tendencia que continuará en el futuro?

—Algunas empresas argentinas comenzaron a ser compradas por brasileños antes del dólar barato en Brasil. Hay una tendencia natural, a medida que las empresas van creciendo, a expandirse para afuera, y la Argentina es un buen mercado. El problema no está en esa expansión, sino en la falta de “joint ventures” entre capitales argentinos y brasileños y de inversiones argentinas en Brasil. Creo que el gobierno argentino operaría mejor si incentivase a los capitales argentinos a fusionarse y a invertir en Brasil también.

—El mismo temor que manifiestan los empresarios argentinos por el desembarco de inversiones brasileñas en mi país se lo escuché en el pasado a los empresarios de su país sobre las inversiones españolas en Brasil. ¿Cambió la tendencia y Brasil pasa a ser un inversor transnacional?

—De hecho, cuando fue la apertura de la economía brasileña y después de la estabilización de la moneda, con la llegada de los primeros inversores extranjeros no faltó quien creyera que nuestra economía iba a ser dominada por los extranjeros y la industria se volvería chatarra, (N de R: Cardoso mismo tradujo sucata, que es hierro viejo y está relacionado principalmente con los autos cuando van a desguace, por chatarra). Hoy, cuando se ve la pujanza del sector nacional de la economía –siempre apoyada por los gobiernos, a pesar del discurso de que serían “neoliberales”–, es difícil encontrar quien tenga semejantes temores.

—El petróleo bajó casi a la mitad y Chávez sustentó su proyecto regionalista en los petrobolívares. ¿Esta crisis económica que Chávez festeja como una derrota del capitalismo terminará siendo más costosa para Chávez que para el capitalismo?

—Cuando pase el huracán de la crisis, es probable que haya provocado más destrucciones en Venezuela que en otros países industrializados.

—¿La drástica baja del petróleo reducirá las posibilidades de desarrollo de los biocombustibles?

—Momentáneamente, sí. Pero a mediano plazo volverá el tiempo de los biocombustibles, sin mencionar que el mercado brasileño es grande, y en él continuará habiendo espacio para ellos. Además, están los problemas del medio ambiente, y es innegable que el etanol es mucho menos contaminante que el petróleo.

—¿Específicamente, las commodities alimentarias, la soja que Brasil y Argentina producen y exportan agresivamente, bajarán menos porque su demanda es menos inelástica o seguirán el mismo curso de los minerales y el petróleo?

—En menor proporción (incluso porque los precios de los alimentos subieron menos de lo que subieron los minerales y el petróleo) sufrirán el mismo curso, pues los mercados serán más restrictos y la capacidad global de compra, menor.

—Dos semanas atrás, China anunció una reforma agraria que, de tener éxito, cambiaría en algunos años el nivel de precios en el mercado mundial de granos...

—Los efectos de la reforma agraria china (esto es, del reconocimiento de una especie de propiedad privada de la tierra) llevarán algún tiempo para hacerse sentir y son todavía indefinidos.

—¿Cuál es su pronóstico sobre la evolución de la economía de China en el contexto de la crisis económica mundial?

—El PBI de China también se retraerá y la economía tal vez sufra desórdenes bancarios. Justamente porque el peso del comercio con los EE.UU. es enorme y será afectado por la crisis. Por más que las autoridades deseen y tomen medidas para fortalecer el mercado interno, la interconexión con el exterior es grande y afectará las tasas de crecimiento, reduciéndolas de 11%/12% anual a alrededor del 6%/7%

—El libro “Teoría general” de John Maynard Keynes se convirtió en un best seller y hay una tendencia mundial a revalorizar las ideas keynesianas. ¿Quién es el economista que más influyó en su pensamiento y cuál es su opinión sobre Keynes?

—Quien más me influenció para entender el capitalismo fue Marx, pero es innegable que Keynes entendió el modo de reciclar las economías en depresión. Pero, atención: nosotros estamos, por el momento, sometidos a una crisis de confianza y de liquidez, que no se resuelve con aumentos de inversiones y de demanda. Estos serán necesarios posteriormente.

—“The Economist” criticó la pesimista sinceridad de los líderes mundiales porque al decir que será una crisis igual o peor que la de 1930 inducen a la gente al temor y generan expectativas de recesión. Por el contrario, Lula se resistió a aceptar que la crisis afectaría a Brasil y fue criticado por ello. ¿Qué debe hacer un líder, promover optimismo o precaución?

—Un líder no debe ser derrotista, pero tampoco autista. El pueblo sentirá luego los efectos de la crisis, y es inútil negarla e imaginar que los países tienen una barrera para lo que sucede “en el exterior”. Después de la globalización, interior y exterior están ligados “umbilicalmente”.

—Como usted, Gordon Brown fue ministro de Economía antes de ser jefe del gobierno, y hoy es el líder cuya respuesta a la crisis es la más valorada mundialmente. ¿Ser ministro de Economía es la mejor preparación para conducir un país?

—No es la mejor ni la única manera de aprender a gobernar, pero ayuda mucho en momentos como éste.

—Su propia relación con la economía es curiosa, siendo usted un sociólogo y un humanista, fue el creador de la política económica más transformadora de Brasil. Hoy que los economistas pasan por una fase de desprestigio mundial, me gustaría conocer su opinión sobre la economía como ciencia.

—La economía no es una ciencia exacta, es una ciencia humana. En este tipo de ciencia, las reglas son históricamente variables porque son fruto de la acción de personas y de intereses cambiantes. Las previsiones, por lo tanto, además de estar sujetas a fallas de los economistas, deben contener siempre un punto de duda: ¿y si las personas resuelven actuar diferentemente de lo previsto? Hay siempre un ingrediente de imponderabilidad en los análisis.

—¿Cuál es su opinión aplicada a la economía sobre la crítica de Karl Popper al supuesto del conocimiento perfecto?

—Concuerdo con él.

—Gordon Brown tampoco es economista, su doctorado es en historia y, al igual que usted, fue profesor universitario. Paralelamente, Argentina tiene la tendencia a elegir presidentes con formación técnica, abogados por ejemplo. ¿Líderes mundiales de menor envergadura que hace algunas décadas son el resultado de líderes con una menor formación intelectual?

—Sin pretender haber sido un estadista, los estadistas no dependen de formación técnica específica. Necesitan ser capaces de formar una visión de futuro y disponer de la energía y de las habilidades para implementar políticas que alteren el curso de las cosas en la dirección de las metas compatibles con su visión de futuro.

—¿La falta de conocimiento de Bush en múltiples áreas del conocimiento crearon o potenciaron esta crisis?

—Ya lo dije antes, las crisis son inherentes al sistema capitalista. Pero es innegable que el neoconservadurismo de Bush y su visión unilateral e intervencionista provocaron las condiciones para la crisis económica.

—Lula, a pesar de una formación académica muy precaria, fue una revelación como conductor. ¿Lo sorprendió a usted o se esperaba un Lula así?

—Conozco a Lula desde hace casi cuarenta años y siempre lo vi como un hábil negociador con experiencia sindical y caracterizado por una extraordinaria agudeza para adaptarse a situaciones variables. Además, no siendo un visionario, pero sí un pragmático, se conforma rápidamente con lo que la realidad impone.

—¿Por qué Lula, a pesar de tener el más alto índice de popularidad de un presidente en el último tramo de su segundo mandato, no consigue que sus candidatos ganen las elecciones regionales?

—Porque su prestigio no corresponde al de su partido y porque no encontró mejores candidatos para que sintonicen con la sociedad. En las democracias de masa, el desempeño de los candidatos, especialmente en la TV, cuenta más que el apoyo de liderazgos. En Brasil, los partidos tienen pequeña capacidad de cohesionar el voto.

—¿Cuál es el futuro del PT como partido político?

—Continuará siendo un partido con fuerte arraigo corporativo-sindical y, por intermedio de Lula, con fuerte presencia en las regiones en las que prevalecen masas pobres y poco educadas.

—A iguales condiciones de preparación, ¿hay una tendencia mundial a elegir candidatos a presidentes que representen sectores no representados a ese nivel, por ejemplo en Estados Unidos una mujer, Hillary Clinton, o un hombre de color, Obama?

—Hasta cierto punto, Lula también representó eso: un migrante del noreste, pobre y obrero. Yo no generalizaría esta situación para el mundo, pero en países con fuerte exclusiones sociales, raciales o de género, la democratización lleva a elecciones simbólicas como las referidas.

—Usted está atravesando el duelo por el reciente fallecimiento de su esposa, lo que lo ha llevado a reducir su actividad. ¿Cómo cambió su percepción del sentido de la vida la desaparición de su compañera de siempre?

—La presencia ausente de un ser amado no sólo es dolorosa y nostálgica. Ella nos lleva a pensar agónicamente en la infinitud de la vida y nos inclina a elecciones más meditadas sobre qué hacer con el tiempo que nos queda.

—¿Qué anécdotas sobre la relación de Brasil con Argentina y de su propia experiencia en relación con políticos argentinos no incluyó en su libro “El arte de la política, la historia que viví” y puede compartir con los lectores de PERFIL?

—Yo grabé mi día a día en la Presidencia. Algún día eso será publicado. Si hubiera algo sobre las relaciones entre nuestros dos países que todavía no hubiera mencionado, la anécdota aparecerá. Puedo asegurar, mientras tanto, que hace más de cincuenta años tengo tanta admiración por la Argentina y tan buenos recuerdos de mis amigos y amigas argentinos, que hice lo mejor que pude en la Presidencia para mantener las buenas relaciones entre los dos países.

[1] Fuente sobre la crisis de los tulipanes:

El Economista.

Brasil y el Fernando Henrique Cardoso que yo conozco

De las cincuenta preguntas, Cardoso no respondió la que decía: “Las gestiones de Bachelet en Chile y Cristina Kirchner en Argentina cuentan con menos aprobación que las de sus predecesores, ¿afecta esto la posibilidad de que el próximo presidente de Brasil sea una mujer?”.

En Brasil, la candidata de Lula a sucederlo es una mujer, Dilma Roussef, la actual ministra de la Casa Civil (algo similar, aunque no idéntico, a nuestro jefe de Gabinete), sucesora del Nº 1 del PT, el poderosísimo José Dirceu, quien tuvo que renunciar en 2005 tras las denuncias de corrupción que casi acaban con Lula. Pero FHC, como todos conocen a Fernando Henrique Cardoso en Brasil, no respondió la pregunta por cortesía hacia Cristina y no por evitar irritar a Lula.

Pudo no responder esa pregunta porque esta vez el reportaje se hizo por escrito, una excepción justificable no sólo por la importancia del personaje sino porque desde que falleció su esposa, hace tres meses, Cardoso se encuentra de duelo habiendo reducido al máximo sus horas dedicadas a cualquier actividad.

Aspiraba a poder agregar repreguntas también por escrito, pero anteayer su fiel asistente, Patricia Scarlat, me respondió: “O Presidente comentou que poderá responderàs reperguntas, mas somente no começo de dezembro”.

La opinión de Cardoso sobre la economía brasileña, de la que tanto depende la Argentina, y cómo afecta la crisis mundial a su país tiene un importancia mayúscula, porque por primera vez en la historia moderna de Brasil un presidente, Lula, continuó la política económica de su antecesor, Cardoso, quebrando la tradición aún vigente en Argentina de que el nuevo le echa la culpa al anterior y cambia todo. FHC es el padre del milagro económico brasileño del siglo XXI, él cambió la moneda del país, acabó con la inflación, independizó al Banco Central del gobierno, promovió la inversión extranjera y creó las bases de una economía que Lula continuó con igual éxito.

Personalmente admiro mucho a Cardoso y lo conozco poco. Lo vi por primera vez cuando recién había dejado de ser ministro de Economía para candidatearse a presidente. Fue en 1994, mientras estaba cenando en un restaurante de San Pablo junto al director de Caras en Brasil, Edgardo Martolio, y el director de la revista Veja (equivalente a la revista Noticias de Brasil), Elio Gáspari. Elio es el mayor analista político de su país, sus columnas se publican los domingos en decenas de diarios de todas las ciudades, comenzando por O Estado de Sao Paulo, y Cardoso se acercó a saludar a Gaspari quien nos los presentó. Luego fue electo presidente dos veces: 1995-1998 y 1999-2002. En 1999 Cardoso me otorgó la condecoración que confieren los presidentes de Brasil: la Orden de Rio Branco, pero no pude verlo esa vez porque la ceremonia para los extranjeros no se realiza en Brasilia sino en las embajadas. Mi contacto con él ha sido mínimo pero no así con su obra. Cardoso, además de ser el fundador y presidente de uno de los dos mayores partidos de Brasil, PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), de centroizquierda, es uno de los más reconocidos sociólogo de su país: en Brasil, la sociología es como en Argentina la psicología. Su libro Dependencia y desarrollo en America Latina. Ensayo de interpretación sociológica lo obligó a exiliarse durante la dictura militar de los 70.

Cardoso es un Alfonsín más joven, experto en temas económicos. Otra hubiera sido la historia argentina reciente si Alfonsín hubiera tenido los conocimientos económicos de Cardoso.

Leí mucha sociología brasileña porque, haciendo periodismo, me tocó dos veces vivir en Brasil, alrededor de un año cada vez, y siempre me impresionaron las diferentes velocidades de crecimiento de ambos países y cómo lo mismo que allí funcionaba en Argentina, no. La mudanza de la capital a Brasilia es reconocida por todos como una de las claves de desarrollo del Brasil moderno porque revalorizó y obligó a desarrollar el interior. Como se recordará, con un proyecto similar se frustró Alfonsín. Los planes económicos son otro ejemplo: lo que Cardoso hizo en Brasil fue una versión moderada de la convertibilidad con privatizaciones incluidas.

Hace pocos días, al cumplirse 15 años de la definitiva instalación de Editorial Perfil en Brasil, la revista Medio&Mensaggem; pidió que escribiera una columna sobre qué nos llevó a los periodistas de Perfil a querer editar en Brasil. Cité como inspirador al libro de otro economista que le gusta la sociología, el último Premio Nobel, Paul Krugman, Geography and Trade, aparecido a comienzos de los años 90.

Krugman escribió: “California está más alejado de Nueva York que cualquier lugar de la Comunidad Europea de los Estados Unidos, o Londres y París están más cercanas una de la otra que lo que está Nueva York de Chicago, o que, respecto al tema, algunos lugares de Canadá están más próximos de Estados Unidos que lo que están del resto del país”. Esta comparación nos llevaba a reflexionar que Buenos Aires está igual de cerca de San Pablo que de Bariloche o San Pablo está más cerca de Buenos Aires que de Recife. Krugman explicaba las diferentes tasas de crecimiento nacionales y regionales en función de la concentración: donde se juntaban más fábricas aumentaba la productividad porque aparecían economías de escala tanto por la productividad de la especialización como por los ahorros de flete. La concentración geográfica desafiaba la ley económica de los rendimientos decrecientes de utilidad marginal para invertirla: la escala producía rendimientos crecientes y por eso la misma empresa en Brasil podía tener mayor rentabilidad que en Argentina.

Lo mismo, explicaba Krugman, sucedía en el cinturón industrial del triángulo que formaban Chicago, Montreal y Nueva York versus las despobladas zonas de medio oeste norteamericano. Y en Europa, sobre una media de cien, mientras el centro tenía un producto bruto de 122, la periferia sólo alcanzaba a 89. Krugman reproducía el mapamundi satelital nocturno, donde el grado de luminosidad de las luces mostraba la concentración de la población.

En ese mapa, así como Chicago-Montreal-Nueva York se destacaba desde Alaska hasta Centroamérica, San Pablo-el sur de Brasil, el noreste de Argentina y Buenos Aires se destacaba de toda Latinoamérica.

Siguiendo los consejos de Krugman, Editorial Perfil se instaló en San Pablo y pude conocer a Fernando Hernique Cardoso en cuerpo y obra.

Viviendo en ese país aprendí que, por una cuestión de escala, Brasil siempre sufrirá menos que Argentina la misma crisis (y ésta no será la excepción) de la misma forma que Estados Unidos terminará sufriendo menos su propia crisis que la enorme mayoría de los países, casualmente porque EE.UU. es más grande y, como explicaba Krugman, “tamaño hace diferencia”.

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