Perfil.com

PERFIL.COM Google
economía

Entrevista a Miguel Peirano

“No me aceptaron a Aldo Ferrer ni a Marcó del Pont para el INDEC”

El último ministro de Economía de Néstor Kirchner cuenta por primera vez su experiencia en el cargo, por qué se fue, cuáles son los problemas que hay y cómo podrían ser resueltos.

Por Jorge Fontevecchia

Perfil bajo. Fue referente económico de la UIA durante una década, secretario de Industria y reemplazó a Felisa Miceli en el Palacio de Hacienda. Dice que no extraña.

—En enero hubo el 33% más de escrituras que el año pasado por montos en pesos 75% superiores. Situaciones comparables suceden con los autos y el consumo durante las vacaciones. ¿Hay un gran crecimiento del consumo?

—Era previsible. Las proyecciones (del crecimiento del producto bruto) para el año van a estar en torno al 5 o 6%, por un conjunto de factores, algunos virtuosos y otros que reflejan desequilibrios en el funcionamiento de la economía. El Gobierno tomó decisiones que retroalimentan la demanda. Las expectativas respecto al escenario internacional también han mejorado. La situación en los países vecinos y las paridades de sus monedas también favorecen una mayor actividad. En el mercado inmobiliario hubo una caída muy severa el año pasado y se observa como un refugio de inversión positivo. Hay factores que deben ser observados, como el alto nivel inflacionario, que también retroalimenta el consumo en el corto plazo porque es una manera de preservar el poder adquisitivo, pero va a tener efectos negativos en el mediano y largo plazo.

—¿La causa “no virtuosa”?

—Claro, pero las perspectivas son favorables. Distinto es el análisis cuando uno evalúa el poder adquisitivo del salario: el desequilibrio se va acumulando.

—¿El crecimiento del producto y del consumo en 2010 será una recuperación de los perdidos en 2009?

—Exactamente. No sólo debe analizarse el crecimiento como una variable, sino las consecuencias cualitativas que ese crecimiento tiene para la sociedad y sobre qué pautas futuras se está generando. La inflación es un síntoma del mal funcionamiento de la economía, refleja que hay problemas objetivos.

—¿No se recuperará más que lo perdido en 2009?

—Como mínimo van a ser similares. Cuando uno analiza por qué la crisis no fue tan severa como muchos preveían para la Argentina, hay que profundizar en cuál es la realidad de la economía y en las decisiones que se han tomado. Argentina tiene un muy bajo nivel de endeudamiento en los particulares y en las empresas, como consecuencia de la propia crisis que ha vivido en el pasado.

—Tampoco eso era virtuoso.

—Exactamente. Ante la crisis internacional, el Gobierno actuó favorablemente al no intentar políticas de ajuste o contractivas y mantener sostenido el nivel de actividad. No hubo consecuencias tan graves en el empleo porque adoptó medidas que resguardaron a los sectores de mano de obra intensiva, que son muy sensibles a la crisis. En un escenario en el que el Gobierno asume costos de oportunidad por falta de plan integral, por falta de estrategia inflacionaria, han existido decisiones que permitieron que la Argentina funcionara mejor que lo previsto. Una economía con tipo de cambio flotante, con acumulación de reservas, con un sistema financiero no dolarizado son pautas que permiten amortiguar los escenarios externos. Cuando se pronostican crisis o desenlaces muy severos, se sigue pensando dentro de marcos conceptuales similares a los 90.

—Al diluirse los temores, ¿se concentrará este año el consumo de bienes durables de dos años?

—Creo que se van a ir visualizando a lo largo del año. Hay una recuperación en las exportaciones argentinas de determinados productos que también se refleja en una mejora del empleo. Los sectores asalariados que pueden renegociar en términos de pautas de inflación, también preservan su poder adquisitivo.

—¿No es el consumo más alto que lo que esperaban?

—Se ve en sectores medios y donde los planes sociales han tenido un efecto importante. Pero es un crecimiento muy desordenado. Cuando uno analiza el impacto inflacionario, observa la falta de política integral y de política económica.

—¿El Gobierno desea una cuota de inflación administrada medio alta con fines fiscales?

—Creo que no es un objetivo, sino consecuencia de errores conceptuales o falta de énfasis en la necesidad de lograrlo. Ahora, dada la existencia de la inflación, que una consecuencia pueda hacer mejorar los ingresos fiscales y reducir por esa vía el desequilibrio, puede ser. Pero yo no creo que sea un objetivo buscado.

—Aunque no sea buscado, el impuesto inflacionario mejora el IVA y la caja de corto plazo del Gobierno.

—Puede traerle ventajas de índole fiscal desde un análisis muy restrictivo.

—El precio a mediano plazo es muy caro.

—Por supuesto, y en términos de inversiones, de equilibrio macroeconómico de mediano y largo plazo, de competitividad del tipo de cambio; en términos del consumo a mediano plazo. La inflación es un factor extremadamente negativo.

—Aun sabiendo que el mediano plazo es como una droga que resta, ¿alguien está mirando los beneficios de 2010 y 2011?

—El razonamiento es válido para otros temas. Diría que la inflación en 2006 comenzó a tener una dinámica que se aceleraba y hubo incapacidades de análisis o de respuesta.

—¿No siente que determinadas políticas antiinflacionarias previas a una elección pueden ser vistas, por un político, como poco populares?

—No. La inflación es un factor sumamente negativo y un tema absolutamente masivo que trasciende cualquier discurso. Hay pocas realidades tan concretas que llegan tan directamente a la gente.

—¿Cuál es su estimación de la inflación de 2009 y su pronóstico para 2010?

—Tener (en 2009) niveles inflacionarios del 15%, 16% o 18%, en un escenario de caída de nivel de actividad, evidentemente, agudiza la necesidad de analizar qué está sucediendo en el marco de una economía. Es una situación bastante compleja que una economía que tiene caídas del nivel de actividad, caída en las ventas, termine ajustando vía precios de manera significativa.

—¿Y cuánto será este año?

—Depende lo que se haga, porque este gobierno tiene mucha dinámica tanto en el sentido positivo como en el sentido negativo. Es muy difícil proyectar, pero creo que un escenario en torno a una banda de entre el 20% y el 25% es probable.

—¿Hay un espiralamiento de la inflación? ¿Se puede pronosticar que el año próximo puede ser peor?

—Si la actitud es negar el tema, realizar intervenciones arbitrarias que generen mayor grado de incertidumbre y abrir un escenario que retroalimente la inflación, evidentemente podemos encontrar este escenario más negativo. Si el Gobierno recrea un ámbito ordenado, sistémico, de decisiones que apunten a señalar un escenario gradual de rebaja, podemos estar pensando el año que viene con un escenario menor. Encarar la inflación desde una visión que no es monetarista, restrictiva o abrupta, no desde el punto de vista de shocks, requiere analizar qué pasa en cada uno de los mercados, políticas activas o específicas muy finas.

—Primero, se dividió el Ministerio de Economía sacándole las áreas que maneja De Vido en el Ministerio de Planificación. Luego, a la Secretaría de Comercio que conduce Moreno se la dotó de independencia; más tarde, se agregó el Ministerio de Industria, a cargo de Débora Giorgi. Y ahora la presidenta del Banco Central contribuye en la planificación macroeconómica. ¿Hay hoy Ministerio de Economía, o ha sido jibarizado y ya no existe?

—Disgregar el Ministerio de Economía le hace perder la visión global que debe tener un ministro. Evidentemente, nadie deja de conocer que es el presidente de la Nación, en este caso la Presidenta, la que toma las decisiones finales, pero es mucho más eficiente un Ministerio de Economía conducido por un ministro.

—¿Una de las causas de esta falta de certidumbre en materia económica es el resultado de que haya un Ministerio de Economía jibarizado?

—En términos conceptuales, un cierto grado de unificación en un ministerio permite un análisis más integral de todas las variables que se relacionan.

—¿El desorden de la política económica es el resultado de que el Ministerio de Economía esté atomizado?

—No, el desorden de la política económica es un problema conceptual.

—¿La situación del ministerio es la consecuencia?

—Exactamente.

—De la Rúa llenó de economistas su gabinete. El ministro de Educación (Llach), el canciller (Giavarini) y el ministro de Defensa (López Murphy) eran economistas. ¿Cree que para diferenciarse de esa situación que quedó en la sociedad como un fracaso, Kirchner quiso hacer todo lo contrario y que sean los políticos quienes manejen la economía?

—No. El desafío que tuvo la Alianza fue muy complejo en términos políticos y económicos, y el perfil del gabinete y las decisiones que se tomaron fueron el marco de esa complejidad técnica y política. Kirchner siempre tuvo un nivel de análisis y de participación en las decisiones económicas. En mi experiencia, lo observé positivamente. No tomaba decisiones de manera inconsulta, sino que analizaba, tenía criterios. Observé un nivel de inteligencia y de información importante en sus decisiones, pero los problemas que fueron derivando posteriormente excedieron la vocación de un presidente que conduzca las decisiones económicas.

—Al ver que Lavagna podría ser su principal competidor electoral, y lo que a Menem le pasó con Cavallo, ¿quiso Kirchner erradicar cualquier protagonismo de un ministro de Economía?

—No sé.

—Néstor y Cristina Kirchner tuvieron cinco ministros de Economía en sólo dos años. Eso algo representa.

—Representa un conjunto de factores. Yo tomé la decisión de renunciar. Muchas veces se eligen funcionarios con los cuales no se debaten las políticas a encarar, las metodologías en las tomas de decisiones, y después se suscitan conflictos.

—Hay un elemento en común entre Felisa Miceli, usted, Lousteau, Fernández y Boudou: son personas jóvenes, que no tenían historia en cargos de importancia. ¿Buscaban personas que no tuvieran peso político propio para que aceptaran más acríticamente lo que decidía Kirchner?

—Creo que no. No es un problema de edad la flexibilidad. Lousteau, pese a su juventud, dio los debates internos y se generaron conflictos por no aceptar determinadas realidades. Yo decidí renunciar.

—¿Por qué en diciembre de 2007 decidió no continuar?

—Básicamente, por el INDEC, las decisiones en materia de política agropecuaria y la estrategia inflacionaria. Consideraba que el desgaste se daba en análisis o en discusiones internas de temas que no merecían tanto esfuerzo. Tampoco me interesaba entrar en una especulación interna de diferenciación de roles. Eran experiencias que no había tenido en el período de Lavagna y en la relación con el ex presidente. En ese proceso de transición había que dejarle al gobierno electo un INDEC con un funcionamiento distinto, había que tener una estrategia inflacionaria y modificar determinadas decisiones en materia agropecuaria, como concentrar los subsidios en poder de las cerealeras o la falta de diálogo con determinadas entidades, o la posibilidad de discutir políticas, como la segmentación de las retenciones, o avanzar en esquemas como la 125.

—Usted designó al frente del INDEC a Ana María Edwin, que era la subdirectora, en reemplazo de Alejandro Barrios, en el medio de la polémica que había sobre Barrios por las presuntas manipulaciones en la confección de índices. ¿Por qué?

—Tomé la decisión política de cambiar las autoridades, y propuse una serie de candidatos para conducir el INDEC, o un organismo más amplio, que era a mi entender lo que había que recrear: Aldo Ferrer, Mercedes Marcó del Pont, Oscar Tangelson, Héctor Valle. No los aceptaron y se terminó optando por una persona que estaba en el organismo.

—Ese año, 2007, el índice del INDEC era la mitad, por ejemplo, del de la provincia de Mendoza, y en ese momento Cobos era gobernador y candidato en la fórmula. ¿No siente que tiene que hacer una autocrítica respecto del INDEC?

—Asumí con la intención de conocer en profundidad el tema con el objetivo de transformarlo. Y cuando uno ve que no puede tener injerencia en un tema, lo que debe hacer es no forzar situaciones, y renuncié.

—¿Alberto Fernández y luego Lousteau tuvieron el mismo optimismo que usted en julio de 2007: creer que se podía cambiar el INDEC, de que con Cristina se iban a producir cambios que luego no sucedieron?

—Creían que existía la posibilidad. En el caso de Lousteau, dio los debates necesarios y en el caso de Alberto Fernández, me consta que apoyó mis posiciones, no tuvo una actitud pasiva. En una reunión específica nuestra, me señaló que creía que existía una etapa en donde se podían seguir dando los debates, y yo le señalé que objetivamente no tenía las certezas para continuar en el cargo.

—¿Por qué usted se dio cuenta primero y renunció antes que ellos?

—Creo que han tenido tiempos, distintas estrategias... Podría decir que Lavagna tuvo un manejo de los tiempos más adecuado que el mío. Lousteau asume como ministro también en un desenlace no previsto. Tenía menor conocimiento de las situaciones porque no estaba participando en el Gobierno, pero me consta que la actitud de ambos en el tema del INDEC fue tratar de colaborar con el ordenamiento, tanto desde el punto de vista de los índices como para tratar de transformar la variedad.

—Si hubiera continuado siendo ministro, ¿en 2008 no habrían promovido la 125 ni las retenciones de la forma en que las promovieron?

—Les transmití a Kirchner y a la presidenta electa que un esquema exactamente igual a la 125 yo no lo respaldaba, y expliqué los motivos. Además de los problemas subjetivos del concepto de la fórmula de la 125, existió una falta de diálogo y de misión de los distintos sectores del campo muy notorio. No se puede comparar la actitud que tuvo frente al Gobierno y que tiene frente a la política agropecuaria Eduardo Buzzi que Biolcati. Son dos interlocutores absolutamente distintos, y el Gobierno no pudo articular relaciones sectoriales profundas para tener mejores diálogos con entidades sectoriales.

—¿Qué diferencia había entre la 125 como fue y la que se hablaba antes de diciembre de 2007?

—Era similar porque, básicamente, el problema y las dificultades que surgían eran que si seguían subiendo los precios internacionales, el nivel de retenciones debía ser elevado. Pero uno no podía vincularlo en la estructura de costos, porque los costos del sector agropecuario están íntimamente relacionados con los precios. Tampoco nadie podía asegurar que los precios internacionales continuaran así.

—Como de hecho sucedió.

—Exacto. Con diálogo podría haberse ido resolviendo de manera gradual. Era, en definitiva, un control de precios, precio fijo. La 125 tenía problemas conceptuales. Cualquier sector que hubiera encontrado un mecanismo donde no podía acompañar los ingresos en función de los costos habría tenido dificultades. En la relación frente a las entidades faltaba la construcción política, que era entender quiénes son los interlocutores.

—¿Quién trajo el tema?

—El ex presidente me pidió que lo analizara. Cuando les expliqué a él y a la Presidenta las limitaciones que tenía en el marco de respetar el criterio de movilidad, los noté predispuestos a entender lo que les señalaba.

—¿Tiene una sospecha o conjetura de si era una idea de él o de alguien más?

—No.

—Lousteau dijo que con la 125 trató de ponerle coto a una situación peor, que era que Moreno planteaba retenciones del 60%. ¿Mientras era ministro se planteó que las retenciones no fueran móviles, pero que fuera una alícuota muy superior a la que terminó siendo?

—No. Hubo discusiones en otros temas, como que todos los subsidios en materias de compensaciones fueran administrados por las cerealeras, tema en el que tuve posiciones comunes con entidades como Federación Agraria.

—Se fue en el momento de mayor gloria de este gobierno, cuando había obtenido mayor triunfo electoral. ¿Cuál es el momento ético en que uno tiene que correrse?

—Un hecho es que el Gobierno haya perdido nivel de aceptación, y otro considerar como una verdad absoluta que se está equivocando, más allá de que yo lo crea. Lo fundamental es actuar en función de las convicciones, y hay un sinnúmero de funcionarios o dirigentes políticos que están convencidos de que las decisiones son acertadas. De ninguna manera comparto una división de diferenciar los que se fueron antes o después de 2008.

—Existe la idea de que hubo un Kirchner hasta Lavagna y otro a partir de que le gana a Duhalde a fines de 2005. Como testigo privilegiado de haber estado dentro del Gobierno con y sin Lavagna, ¿hubo un cambio copernicano de 2003 a 2005?

—La salida de Lavagna fue una decisión negativa y afectó el funcionamiento de la economía. El ex presidente intentó avanzar en un esquema, entre comillas, más heterodoxo, más transgresor, y el propio Lavagna o el ex presidente sintieron que no iban a tener una relación fluida. Ahí sí se genera un punto de inflexión, porque cuando uno analiza el funcionamiento de la economía hasta el año 2006, había una solidez muy importante. Y después empezaron a acumularse desequilibrios.

—Kirchner no sabe de economía tanto como Lavagna.

—Lavagna es un especialista en economía y Kirchner respaldaba la gestión de Lavagna. No lo traduciría en demérito: al contrario. En la renegociación de la deuda, es muy difícil, si no se entiende conceptualmente el tema, que se mantengan posiciones tan severas. Esa firmeza del ex presidente o de la Presidenta se traduce en entendimiento del tema técnico.

—¿Los conocimientos económicos de Kirchner eran superlativos para ser presidente, pero insuficientes para ser ministro de Economía?

—Tomo la afirmación, me parece absolutamente precisa. Tener interlocutores de jerarquía y debatir los temas enriquecen la decisión. Esa lógica de tomar las decisiones tan aisladamente es un factor limitante. Nadie puede manejar el conjunto de temas en ningún área.

—¿Cristina Kirchner es distinta a Néstor Kirchner en ese sentido? ¿Ella no tiene la vocación de ministro de Economía que tenía el ex presidente?

—No sé. Más allá de aciertos o errores, son personas comprometidas con su tarea y con capacidad de entendimiento.

—¿Que entienden el fenómeno económico?

—Exactamente. Lo que sucede es que el ex presidente podría enriquecer los análisis con mayor grado de consulta, que no le quitaría su enorme capacidad para procesar la información que recibe.

Sigue

—El periodista Ernesto Tenembaum publicó un libro que se titula “¿Qué les pasó?” (a los Kirchner). ¿También se pregunta que les pasó, o piensa que en esencia fueron siempre iguales?

—Entraría en un análisis que me excede. En términos personales siempre los noté igual, siempre fueron personas correctas, respetuosas, cálidas.

—Todos los ex ministros de Kirchner dicen que eran muy respetuosos y cálidos, pero la imagen pública que tiene la sociedad del matrimonio presidencial está en las antípodas. ¿En la comunicación se ven distintos a lo que son en privado?

—No sé. Le transmito mi experiencia con el ex presidente. Nunca hubo un tono elevado, nunca la utilización del poder para presionar, sugerir una medida. Y cuando uno ve ciertas actitudes, no hay un interés de mostrar esa personalidad. Es muy complejo el entramado de decisiones que llevaron a la pérdida de aceptación social del Gobierno.

—¿Por qué la sociedad redujo tanto los niveles de aceptación?

—En un comienzo hubo un problema de construcción territorial que llevó al Gobierno a tener debilidades en la relación, por ejemplo, con centros urbanos, que se habían beneficiado fuertemente de la política económica: Santa Fe, Córdoba, la Capital Federal. No había una construcción social o una mística de lo que se buscaba realizar, de la ideología y de la acción futura del Gobierno. Por razones muy extrañas, limitaba a sus funcionarios que tuvieran relación con los medios. Y uno puede observar que no han surgido figuras políticas del propio espacio del ex presidente y de la Presidenta. Después se puede encontrar la equivocación política y económica en la 125, donde se planteó una necesidad de confrontación agregando el “concepto campo”, sin entender que no puede considerarse de la misma manera lo que representa Biolcati que productores del interior del país. Temas como la negación de la inflación o los problemas del INDEC, ¿eran la esencia de la discusión conceptual? Sinceramente, no. Los costos políticos en relación con la esencia de lo que se buscaba hacer no tienen dimensión, sin subestimar que aún hoy el Gobierno mantiene un núcleo duro de aceptación, que también refleja que hay sectores de la sociedad que sienten que hay motivos para acompañarlos.

—En su diagnóstico no aparece la corrupción. Usted era secretario de Industria y Comercio de Felisa Miceli cuando era ministra de Economía, ¿cómo se vivió desde dentro del ministerio una situación tan embarazosa como la de la bolsa de dinero que apareció en su despacho?

—Fue un factor muy negativo y emblemático, y todo un tema vinculado a la corrupción. Jamás recibí de parte del ex presidente una sugerencia para tomar una medida en los temas centrales, sensibles como fue el tren bala… Jamás recibí un llamado para otorgarle una audiencia a alguien que implicara ese pedido en sí mismo un mensaje indirecto. Existen numerosas denuncias... Yo les puedo trasladar mi experiencia en un área no menor.

—¿Cree que esa visión de corrupción sobre este gobierno es injusta?

—Si la visión es justa o injusta, lo va a determinar la Justicia. Sería prejuzgar en sentido contrario.

—Cuando Lavagna se va, habla del capitalismo de amigos. Su renuncia más tiene que ver con el ministro De Vido. ¿Se podría caracterizar al período kirchnerista como un capitalismo de amigos?

—Todos los períodos tienen empresarios que se desarrollan y tienen mayor vinculación con el poder político. Si es afinidad ideológica u otro tipo de factores que merecen ser denunciados, sería una irresponsabilidad afirmarlo. Muchos sectores de pequeñas y medianas empresas prácticamente veían desaparecer sus empresas en los años 90. Y hoy, aún con medidas desordenadas, se sienten resguardados por el Gobierno.

—¿Renunció a la presidencia del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) porque no se sintió cómodo con el anuncio de un Banco de Desarrollo que se financiara con dinero de la ANSES y proponía un sistema como el brasileño, un Banco de Desarrollo fondeado por los impuestos o por los recursos del Tesoro?

—Exacto. También hubo una elección que fue la respuesta de la sociedad. Ya no era una discusión en términos de criterios personales, como en 2007, sino que la sociedad exigía encarar esos cambios. En el tema Banco de Desarrollo se analizó trasladar los fondos de la ANSES al BICE y yo señalé que no estaba dispuesto a aceptarlos, y que no iba a continuar. Un Banco de Desarrollo no puede ser realizado con fondos de la ANSES porque no sería eficiente y perdería legitimidad política. Tiene que ser financiado con los recursos provenientes del sector empresarial. En la Argentina no es necesario que sea como la experiencia brasileña donde, prácticamente, sustituye el rol de la banca privada.

—¿A qué se dedica ahora?

—Conduzco el proyecto de un instituto conjunto de los sindicatos vinculados a la Unión Obrera Metalúrgica y los empresarios metalúrgicos. Es una experiencia muy positiva e inédita que los trabajadores y los empresarios se pusieran de acuerdo para pensar el país futuro y las medidas y propuestas para que su sector se desarrolle, y que la negociación salarial fuera acompañada de una profundización de las relaciones en objetivos comunes. Es un tema vinculado con las políticas de mediano y largo plazo que permiten un crecimiento equilibrado. Y con un conjunto de técnicos trabajo en un proyecto con el objetivo de desarrollar un plan productivo de cara al período 2011-2015.

—¿Con qué sectores políticos tiene más afinidad?

—Con los candidatos no tuve contacto. Tengo algunos principios básicos más allá de lo económico. En el tema de derechos humanos, creo que la Justicia es el mejor camino para esclarecer lo sucedido. Creo que todos los esfuerzos que se realicen para evitar la represión como mecanismo de solución de conflictos es un paso muy positivo. No tengo ninguna intención de participar en un cargo público de corto plazo. Y en el largo, tampoco.

—Hace algunos años estuvo ligado al economista Rubén Lo Vuolo, del ARI, y mantenía un mutuo respeto con Elisa Carrió. ¿La línea económica de Carrió se ha volcado a sectores más ortodoxos?

—Me parece excesivo calificarlo así. Lo conozco a Prat-Gay, es un hombre absolutamente independiente de sectores financieros. No comparto en absoluto cuando se señala su pasado, porque yo lo he visto actuar en el Banco Central y no condujo al país a un escenario negativo.

—¿Lo Vuolo y Prat-Gay representan lo mismo?

—Lo Vuolo es un economista más vinculado a los temas sociales y Prat-Gay tiene una visión y una función pública vinculadas a temas financieros. Pero Prat-Gay es una persona independiente y no comparto las críticas que se pueden hacer de sectores “más progresistas”. Es consistente y honesto, que es lo más importante. Después, los matices, las visiones, las implicancias, se discuten.

—¿Sigue en contacto con Elisa Carrió?

—Rescato que es una persona honesta, audaz y con una enorme vocación. Hay posiciones que no comparto, otras que me parecen respetables. En el interior de la fuerza hay heterogeneidad, pero es lo que sucede en todas.

—Era un defensor a rajatabla del dólar alto, ¿se viene produciendo atraso cambiario en los últimos dos años? ¿Hay una inflación que aumenta más que el dólar o no?

—Al dólar alto hay que mirarlo con mucho cuidado porque puede ser muy negativo. Puede generar licuación de salarios, desequilibrios, un perfil exportador de sectores de commodities. En momentos de política económica con vulnerabilidades, inconsistencias y desorden respecto de las expectativas, modificar la paridad nominal tiene más costos que beneficios. El atraso cambiario nunca es un factor positivo para un desarrollo.

—¿El aumento del valor del dólar en pesos será la mitad de la inflación?

—Es un escenario lógico. No son tantos los planteos provenientes de los sectores productivos porque hay una política correcta en administración de comercio exterior, y los sectores más sensibles a las importaciones tienen políticas específicas que atenúan esa realidad. Y en términos de exportaciones, está atenuando un escenario de precios internacionales favorables y de apreciación muy fuerte de la moneda de los países vecinos. El funcionamiento de la economía no hay que centrarlo en la paridad cambiaria. El capítulo central es la inflación.

—¿Cómo ve la llegada de Mercedes Marcó del Pont al Banco Central?

—Positiva. Es seria, consistente. En las discusiones de Gabinete ha dado los debates necesarios, por ejemplo, en el tema INDEC. En la discusión de las reservas, es válido el temor de la oposición de que se fuercen decisiones que pongan en riesgo la viabilidad de la economía después de esta etapa electoral. Y el Gobierno tiene validez para señalar que siempre ha sido su lógica mantener niveles de actividad elevados, aún con decisiones que tuvieron costos mediáticos significativos, como la estatización de los fondos de pensión. El Gobierno tiene como responsabilidad no haber buscado los consensos previos parlamentarios, los análisis presupuestarios en términos de explicitar cuáles eran los objetivos de la utilización de las reservas.

—Usted promovía como ministro de Economía una reorganización del INDEC; Lousteau y Marcó del Pont, también. Cuando ven que los funcionarios de mayor rango del área de economía coinciden en diagnosticar el mismo núcleo del problema, ¿por qué no se soluciona?

—No lo sé, porque no entiendo ni las ventajas económicas, ni las ventajas políticas de la decisión.

—Que el INDEC arrojara un índice del doble al actual, ¿tendría consecuencias sobre la deuda externa peores que las ventajas que podría producir?

—Es un argumento muy forzado. Si hubiera sido tan de fondo el problema, se habría buscado renegociar la deuda con CER (Coeficiente de Estabilización de Referencia), buscado mecanismos que sedujeran a los inversores para hacer un canje por títulos no actualizados por CER.

—¿Era posible eso?

—Por supuesto. Mucho más viable y mucho más lógico.

—¿No habría sido aceptar públicamente que hubo un error al renegociar la deuda y que no fueron tan buenos como dijeron, porque se les había escapado el tema del índice CER?

—No, porque el problema no eran los títulos emitidos con CER, sino el nivel inflacionario elevado. Si la inflación hubiera sido baja, la actualización con CER no habría sido un problema.

—El CER y la inflación son lo mismo.

—Si se hizo por la deuda (reducir el índice de inflación del INDEC), fue un error. Era muy elemental que no generaba beneficios.

—Otra hipótesis: se hizo porque no se querían reconocer los índices de pobreza y de indigencia, y que las mejoras sociales que generaba el Gobierno eran mucho menores que lo que se mostraba públicamente.

—La inflación no es una variable que se pueda esconder. Si el Gobierno hubiera reconocido que había niveles inflacionarios importantes que respondían a diversas causas, y había una estrategia y una acción, la sociedad lo habría acompañado.

—Sigamos el consejo de Marx, quien recomendaba ver a quién beneficiaba una medida.

—Beneficia a la oposición, y que el Gobierno haya tomado una decisión para beneficiar a la oposición no tiene racionalidad.

—¿Cree, como gran parte del Gobierno, que Martín Redrado encarnaba una línea más liberal?

—Redrado tuvo una actuación eficiente al frente del Banco Central: acompañó los lineamientos de política económica del Gobierno.

—¿Está de acuerdo en que es correcto pagar deuda externa con parte de las reservas?

—El Gobierno, al no buscar los consensos, al no instalarlo en la agenda parlamentaria, al no explicitar la situación presupuestaria, abre la duda no solamente sobre la utilización de este monto, sino cuál es la dinámica de este proceso. Se están forzando las variables con una visión política y despreocupada de lo que sucede después. El Gobierno dice: “Necesito mantener sostenidos los niveles de actividad para preservar niveles de empleo, de equidad”. Y en esas posiciones extremas se abren las dificultades porque no hay verdades absolutas.

—Cuando analizamos el tema del INDEC, no le encontramos sentido. Cuando analizamos el tema del uso de las reservas para el pago de deuda, aparece que el Gobierno podría haber intentado otros caminos, con muchísimo menos costo político, y hubiese logrado incluso una aceptación de parte de la oposición. Cuando analizamos la 125 y el conflicto con el campo, nuevamente encontramos que hubo comportamientos autodestructivos. ¿No son muchas y muy relevantes las decisiones equivocadas que toma el Gobierno en temas trascendentes? ¿No lo estamos sobreestimando?

—Comparto y por eso renuncié. Pero el mundo enfrenta niveles de desempleo históricos y la Argentina está funcionando mucho mejor que el resto. Eso genera una sensación contradictoria, porque mientras pronosticamos escenarios apocalípticos, uno compara la situación de la Argentina con cualquier país y no encuentra, más allá del problema inflacionario, que estemos peor.

—¿El precio que pagamos por no tener una duplicación de la tasa de desempleo, como tuvieron la mayoría de las economías, fue una tasa de inflación más alta?

—Si la Argentina empieza a trabajar con un escenario de inflación para 2011 en la banda del 10% al 15%, cambian sustancialmente las expectativas. Si el Gobierno anunciara su plan económico para lo que resta del período, daría certidumbre respecto de cuál es la lógica de sus decisiones. Los títulos de deuda argentina cotizaban muy bajo con elevadísima tasa de interés porque el mercado tenía la convicción de que el Gobierno podía recurrir al default para financiarse. Quienes conocíamos el pensamiento del ex presidente y de la Presidenta estábamos absolutamente seguros de que el default no era un escenario, pero no hacían ningún esfuerzo para transmitir que ésa no era una estrategia, con lo cual teníamos los costos del default y los costos de pagar la deuda. El ordenamiento del INDEC favorecería la posibilidad de tener un acuerdo salarial a dos años que contemple las pautas de inflación más un incremento para mejorar el salario real. Y si hay desvíos, que se corrijan mensualmente por un índice que tenga el respaldo de los sectores gremiales. Hay políticas que deben regularizarse en materia de análisis de reintegros y de retenciones en sectores con mayor evolución de precios. Hay que evitar las intervenciones arbitrarias, personalistas y discriminatorias, que tienen defectos y generan incertidumbre. La velocidad del crecimiento del gasto puede superar lo presupuestado, pero tiene que ir a un ritmo vinculado a ciertos parámetros o en grado de correlación con la recaudación.

—¿Es necesario el control del gasto para lograr ese aterrizaje calmo en materia inflacionaria?

—Pero con un nivel de gasto creciente, y que encuentre correlación y explicitación de cuál es su fuente de financiamiento.

—¿Un acuerdo salarial que tenga en cuenta una expectativa descendente y utilice ese INDEC respetado como una especie de garantía de cláusula de gatillo y el control de precios sobre determinadas actividades a través de un marco claro y no de intervenciones personales?

—No control, sino medidas del Estado regulatorias que favorezcan el descenso de los precios, y definiendo los sectores que requieren inversión, financiamiento a largo plazo. En ese marco puede existir un acuerdo de precios en determinados sectores. Hay sectores donde uno necesita desvincular los precios internacionales de los locales. El tema fundamental no es la validez o no de los instrumentos, sino cómo se ejecutan.

—El sindicato de la Alimentación ha planteado un ajuste del 35%. ¿Cómo se pueden convalidar aumentos del orden del 30% con una expectativa de inflación descendente?

—Este año las pautas salariales van a estar en torno al 22%, 23%, 24%, más allá de las estrategias de negociación de los distintos sectores. En materia salarial, hay que generar el escenario para que el año que viene se empiece a trabajar sobre un horizonte inflacionario más cercano a esa banda del 10% o el 15%. Se puede tomar medidas para alentar la reinversión de utilidades discriminando la tasa de utilidades a las inversiones no invertidas y las no reinvertidas. Hay que analizar las políticas en cada uno de los sectores agropecuarios con una enorme consistencia. Acá falta refinamiento en los análisis de las políticas. En muchos casos terminan las cadenas comerciales reemplazando el rol del Estado. Se le fijan determinados parámetros y de la manera que pueden ordenar esos acuerdos, y ésa no es la manera de ordenar una política inflacionaria.

—¿El Gobierno cree que un alto nivel de actividad económica es prioritario a la inflación?

—No creo que haya ese criterio porque la inflación no es positiva para el Gobierno.

—¿El Gobierno piensa así?

—No lo reconoce, y lo podría transformar en una agenda positiva si lo reconociera. Nadie en la sociedad está exigiendo una agenda de estancamiento, de parálisis, por lo menos los sectores empresarios que advirtieron los costos de políticas de shock, que después son complejas de administrar. Cuando observamos la experiencia de Brasil, vemos que el Banco de Desarrollo les permite un grado de libertad en el manejo de su tasa de interés distinto porque el sistema productivo y las inversiones se manejan con un sistema financiero paralelo, y las modificaciones macroeconómicas que el Banco Central determina apuntan a un segmento distinto. En la Argentina es un tema muchísimo más complejo. La inflación se puede encarar desde una agenda que no implica paralizar la economía o tomar medidas recesivas, y tampoco cualquier grado de crecimiento del gasto. Son temas técnicos, no definiciones globales.

—¿Por qué se busca el renacimiento de una burguesía nacional y en los hechos la extranjerización es cada vez mayor?

—En algunos casos, empresas brasileñas que abastecían al mercado argentino desde Brasil, ante decisiones del Gobierno argentino, decidieron o tuvieron que radicarse en el país. Las inversiones de Brasil tienen un aspecto virtuoso, que es pasar a producir en el país, no es simplemente abastecer desde su economía. Más que un problema de análisis de conductas de los empresarios, en la burguesía nacional hay que analizar las políticas y las experiencias que ha tenido cada uno de los países. En algunos casos la presencia de inversiones extranjeras no implica la compra o la pérdida de empresas nacionales, sino una inversión nueva. Por supuesto, con mayor participación del capital extranjero en un sector. Pero si no son sectores estratégicos, prefiero que una autoparte se produzca en la Argentina y emplee mano de obra argentina aunque sean capitales brasileños.

—Si fuera ministro, ¿habría visto de buen grado la compra de las petroleras chinas?

—Tendría que conocer los planes y analizarlos.

—China trató de comprar petroleras norteamericanas y su Senado se opuso.

—Es complejo. Hay que tener políticas e incentivos para que el empresario nacional tenga condiciones de competencia similares a sus pares. Y al mismo tiempo hay que discutir cuáles son los sectores estratégicos en los que debe haber condicionamientos, restricciones o prohibiciones. Todos los instrumentos son válidos para limitar los procesos de extranjerización. De esta operación no conozco los alcances, pero me parece válido definir incluso el extremo de la posibilidad de prohibiciones.

—¿Hay algo que no le haya preguntado que le quiera decir al lector de PERFIL?

—Miro con mucho optimismo el futuro argentino. Más allá de las dificultades que existen, de las incertidumbres, cuando uno analiza el potencial de la economía argentina, las condiciones internacionales, y corrigiendo algunos aspectos menos complejos que los de otras experiencias históricas, la Argentina va a tener un escenario muy favorable de crecimiento. Y si lo podemos realizar con una política económica más integral, más ordenada, la posibilidad de transformar la realidad argentina en términos de pobreza y mejoras sociales está al alcance de la mano. Estoy seguro de que quienes inviertan en la Argentina del presente van a ver valorizar sus activos, sus empresas.

—¿El jefe del departamento económico de la Unión Industrial durante diez años les dice a los empresarios: “Inviertan en Argentina que es buen negocio”?

—Sin duda.

Más entrevistas de Jorge Fontevecchia

Entrevista a Hermes Binner

Entrevista a Jorge Brito

Entrevista a Ricardo Alfonsin

Entrevista a Julio Cobos

Entrevista a Eduardo Duhalde

Entrevista a Martin Redrado

Entrevista en Estados Unidos

Entrevista a Geronimo Venegas

Entrevista a Milagro Sala

Entrevista a Ted Turner

Entrevista a Pino Solanas

Entrevista a Jorge Altamira

Entrevista a Marco Enriquez - Ominami

Entrevista a Jose “Pepe” Scioli

Entrevista a Eduardo Sosa

Entrevista a Graciela Ocaña

Entrevista a Gabriela Michetti

Entrevista a Eduardo Duhalde

Entrevista a Daniel Scioli

Entrevista a Gabriel Cavallo

Entrevista a Ricardo Lorenzetti

Entrevista a Federico Pinedo

Entrevista a Oscar Aguad

Entrevista a Claudio Lozano

Entrevista a Mario Blejer

Entrevista a Ricardo Alfonsín

Entrevista a Rodolfo Terragno

Entrevista a Roberto Lavagna

Entrevista a Raul Baglini

Entrevista a Ernesto Sanz

Entrevista a Samuel Cabanchik

Entrevista a Sandra Mendoza

Entrevista a Carlos Fuentes

Entrevista a Sergio Massa

Entrevista a Elisa Carrio

Entrevista a Victor Hugo Morales

Entrevista a Manuel Garrido

Entrevista a Julio Grondona

Entrevista a Hugo Biolcati

Entrevista a Hector Aguer

ENTREVISTA A FRANCISCO DE NARVAEZ

Entrevista a Alberto Federico Ravell

Entrevista a Hilda Molina

Entrevista a Carlos Heller

Entrevista a Julio César Grassi

Entrevista a Nacha Guevara

Entrevista en la Feria del libro a Marcos Aguinis

Entrevista a Santiago Montoya

Entrevista a Guillermo O’Donnell

Entrevista a Ricardo Alfonsin

Las ultimas entrevistas al ex presidente

Entrevista a Palito Ortega

Entrevista a Martin Lousteau

Entrevista a Ricardo Forster

ENTREVISTA A GABRIELA MICHETTI

Entrevista a Eduardo Duhalde

Entrevista a Jorge Corsi

ENTREVISTA A JOSE LUIS MACHINEA

ENTREVISTA A SERGIO SCHOCKLENDER

ENTREVISTA A LA DIPUTADA VICTORIA DONDA

Entrevista a Federico Storani

Entrevista a Felipe Sola

Entrevista a Elisa Carrio

Entrevista a Fernando Henrique Cardoso

Entrevista a Nora Volkow

Entrevista a Pino Solanas

ENTREVISTA A IGNACIO DE MENDIGUREN

ENTREVISTA A JUAN CARLOS LASCURAIN

ENTREVISTA A HORACIO GONZALEZ

Reportajes a Julio Cobos (Resumen)

Reportaje a Julio Cesar Cleto Cobos

ENTREVISTA A JOSE MANUEL DE LA SOTA

Entrevista a Alfredo De Angeli

Entrevista a Eduardo Buzzi

Reportaje a Santiago Montoya

Reportaje a Antonio Mata

Entrevista a Mario Bunge

Entrevista a Alberto Abad

Reportaje a Julio Bárbaro

Reportaje a Jose Pablo Feinmann

Reportaje a Sergio Acevedo

Reportaje a Mauricio Macri

Reportaje a Héctor Ricardo García

Entrevista a Analia Quiroga

Reportaje a Roberto Lavagna

Reportaje a Manuel Quindimil

Reportaje a Jose Octavio Bordon

Reportaje a Miguel Angel Broda

Reportaje a Rafael Estrella, embajador de España.

Entrevista a Raúl Castells

Entrevista a Mario Blejer

Entrevista a Guillermo Montenegro

Entrevista a Adrián Suar

Entrevista a Hernán Lombardi

Entrevista a León Arslanian

Reportaje a Horacio Verbitsky

Reportaje a Mario Das Neves

Reportaje a Fernando Esteche

Reportaje a Javier Gonzalez Fraga

Reportaje a Alfonso De Prat-Gay

Reportaje a Jorge Capitanich

Reportaje a Chiche Duhalde

Reportaje a Luis Juez

Reportaje a Raúl Alfonsin

Reportaje a Alberto Rodriguez Saa

Reportaje a Rafael Bielsa

Reportaje a Ricardo Lorenzetti

Reportaje a Juan Carlos Blumberg

Reportaje a Hermes Binner

Reportaje a Julio César Cobos

Reportaje a Adolfo Rodriguez Saa

Reportaje a Anibal Ibarra

Reportaje a Jaime Duran Barba

Reportaje a Ramon Puerta

Reportaje a Ricardo López Murphy

Reportaje a Gabriela Michetti

Reportaje a José María Aznar

Reportaje a Fernando de la Rúa

Reportaje a Carlos Menem

Reportaje a Francisco de Narváez

Reportaje a Jorge Sobisch

Reportaje a Eduardo Duhalde

Reportaje a Domingo Cavallo

Reportaje a Jorge Brito

Reportaje a Roberto Lavagna

Reportaje a Elisa Carrió

Reportaje exclusivo a Felipe Solá

Reportaje a Jorge Telerman

Reportaje a Eduardo Eurnekian

Reportaje a Mauricio Macri

Edición Impresa

Domingo 21 de Marzo de 2010
Año V Nº 0454
Buenos Aires, Argentina