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Entrevista a Martin Redrado

“Mi madre me dijo que sea feliz”

Después de su resonante relación con Luli Salazar, con escandalosa ruptura incluida, habla de todo y dice que prefiere mirar hacia adelante. Romance, política y planteos económicos.

Por Jorge Fontevecchia

“LA PINTA ES LO DE MENOS” respondió a la pregunta sobre la importancia de la belleza en la elección de objetos en su vida. Los hechos parecen indicar lo contrario.

—A quien aspira a ser candidato, ¿le viene bien una alta exposición pública?

—No he dicho que voy a ser ni que quiero ser candidato. Busco trabajar en una renovación generacional. Los chicos que están en la generación que me sigue, entre 30 y 40 años, quieren participar, tener nuevos canales para volcar sus inquietudes, pero ven la cosa pública con algún tipo de...

—¿Recelo?

—Exactamente. Estoy convencido de que la Argentina está nuevamente frente a una oportunidad histórica. Toda mi vida he formado equipos. Lo hice generando uno de los centros de estudios económicos más respetados de la Argentina. Mi visión es trabajar en un proyecto nacional porque sé cómo resolver los problemas de los argentinos, cómo pueden vivir mejor. Sé que se ha especulado, sobre todo, después de mi salida del Banco Central, pero no hago ningún tipo de especulación.

—Pero gracias a su noviazgo, hoy lo conoce toda la Argentina y eso le permite llegar a más gente.

—Lo viví de esa manera. Busco que se conozcan y debatan las ideas y los equipos que tengo. Este es el primer reportaje para la prensa escrita, y me parece interesante hacerlo con usted, que es un intelectual del periodismo, que mira los problemas profundos de la Argentina.

—Con su salida anticipada del Banco Central, pasó de cero a tener 3% de intención de voto, y con su noviazgo lo duplicó a 6%. Y tras la ruptura llegó a 10%.

—No miro encuestas porque les doy un valor relativo. La foto que tenemos hoy no es la película que se va a desarrollar hasta el 27 de octubre. A Mao Tse Tung, cuando en 1978 la revista Time lo nombró Hombre del Año, le preguntaron cuál era su evaluación sobre el impacto en la historia de la Revolución Francesa. Y él dijo: “Es demasiado temprano para hacer una evaluación”. No quiero, por supuesto, emular la estatura de Mao Tse Tung, pero es demasiado temprano para evaluar el impacto.

—Los mismos encuestadores explican que su noviazgo fue para usted lo que para De Narváez “alica-alicate” el programa de Tinelli.

—(Risas).

—De Narváez le ganó a Kirchner. Uno puede mirarlo, simplemente, como un hecho del corazón, o mirar cómo determinados hechos del corazón afectan a la política.

—Claro. La información que me está dando es absolutamente nueva para mí. Es demasiado temprano para evaluar el impacto.

—¿Lo afecta electoralmente que una mujer popular lo acuse de mentiroso?

—Está suponiendo que voy a tener participación, y no he tomado esa decisión. Siempre dividí mi vida personal de mi vida profesional. Nunca hablé de mi vida personal.

—Su libro “Sin reservas” comienza así: ‘Siempre tuve la convicción de que todo hombre público debe rendir cuentas de sus actos’. Quizás le convenga rendir cuentas sobre el escándalo de su romance. ¿Está formalmente divorciado?

—Sí, desde el 22 de febrero de 2010. De común acuerdo, además. La verdad es que tenemos la mejor relación. El 22 de febrero dejamos de vivir juntos.

—¿El mismo día de la sentencia de divorcio?

—Exactamente.

—¿Nunca tuvo dos relaciones simultáneas?

—No.

—¿Es cierto que viajó con su esposa al Caribe, o a los Estados Unidos, en los últimos meses, y estarían tratando de reiniciar una relación?

—Eso entra en el terreno de la vida personal. De esos temas, sólo les rindo cuenta a mis hijos.

—Posterior a su fecha de divorcio, se publicaron fotos de un pasacalle en la puerta de su casa, en el que su esposa decía que lo amaba.

—Temas jurídicos, me parece perfecto. Los valores familiares los tengo para mi familia, no para el público. Cuando digo que soy responsable de los actos, es de los actos públicos. Obviamente, si hubiera algún acto en mi vida privada que condicionara mi accionar público, rendiría cuentas. Pero no es el caso.

—Usted declaró que no pensaba volver ni con su ex esposa ni con su ex novia. ¿Si aclaró fue porque existió la suposición de que podía volver con su ex mujer?

—No quiero hacer un comentario sobre una revista de su editorial, porque no era una conversación para publicar.

—¿Nada de qué arrepentirse sobre este noviazgo?

—No. No me gusta que trasciendan temas que no hacen a mi vida profesional. No lo hice en veinte años y espero que esta sea la última vez. Me parece que la frontera entre el hombre público y el hombre privado es cuando la vida privada influye en las acciones públicas de esa persona. Nunca he abierto la puerta de mi casa, nunca hemos sacado fotos. Sólo cuando camino por la calle con mis hijos. Yo busco proteger a mi familia de la exposición. La única vez que trascendió algo fue en el contexto de esta charla en la que le expliqué al director de Caras por qué no iba a obtener la foto que estaba buscando.

—En su libro “Política monetaria bajo incertidumbre” explica cómo se logra administrar situaciones de crisis y hace referencia a la relación que tiene que existir entre la oferta y la demanda de dinero. Dice: “… asegurar la convergencia entre la oferta y la demanda de dinero”.

—Así es.

—Voy a usar esta metáfora aplicada a los medios: la curiosidad va a existir hasta que esté satisfecha.

—Para que un bien tenga un precio ponderado en el mercado, la oferta tiene que ser escasa.

—En este caso, la demanda se va a mantener.

—Veremos. Hay temas más importantes en la Argentina, y espero que la semana que viene estemos hablando de otra cosa.

—A la gente, cuando escucha hablar a Scioli, le queda la sensación de que nunca dice nada, contesta con otra cosa o cambia de tema. Se percibe que hay un agujero en su discurso sobre temas que no puede ignorar. En su caso, puede suceder algo parecido: es tan grande desde el punto de vista mediático lo que le pasó que responder: “Yo de mi vida privada no hablo” puede sonar hipócrita.

—No. Yo no vivo de exponer mi vida personal. Vivo como economista profesional. Esa es la gran diferencia. Son temas que debato en el seno de mi familia.

—¿Le parece verosímil?

—Mi respuesta es decir: señores, soy un hombre divorciado, tengo el mayor cariño y respeto por Ivana y por mis hijos. Mis hijos son chicos, van al colegio. Creo que hay que respetar la situación privada.

—¿Se puede estar de novio con una persona tan notoria y aspirar a mantener ese espacio privado? ¿No diría que hay una incongruencia, que es imposible esa aspiración?

—Sin comentarios.

—El no comentario comenta. Por ejemplo, en la única foto que se conoce está con las manos en los bolsillos...

—No, hay un dedo en el bolsillo y cuatro dedos están afuera.

—¿Había una toma de distancia, una incomodidad de su parte ante la fotografía?

—Lo dejo a criterio de quienes lo evalúen.

—Mirtha Legrand contó que cuando usted estuvo en sus almuerzos, en un corte le dijo: “¿No me preguntás por…?”

—No dice eso. No dice eso.Dice: “¿Se terminaron las preguntas sobre este tema?”. Fue lo que pregunté. Por lo menos es lo que yo recuerdo. Pero no quiero entrar en controversias. Había habido preguntas en el primer bloque sobre este tema y a mi juicio estaba terminado (N.d.R: Mitha Legrand contó que Redrado en el corte comercial le dijo: “No me preguntás por Luli”, ver grabación en www.youtube.com/watch?v=UOySe-VlDT4)

—En “Política monetaria bajo incertidumbre” escribió: “Hasta no hace mucho tiempo se consideraba que el mundo, tal como era retratado por un modelo dado, era conocido perfectamente por quienes debían tomar decisiones. A lo sumo se contemplaba la noción de riesgo, que a diferencia de la incertidumbre, supone conocer la función de probabilidad de los eventos”. ¿Usted estaba acostumbrado a manejarse en el mundo de los periodistas de economía y política, y allí sí podía medir el riesgo, pero se encontró con el periodismo de celebridades y se le rompió la brújula?

—Sí, porque yo nunca generé este tipo de noticias, ni me caractericé por generar comentarios a los medios. Sin duda, esto fue una cuestión distinta a la que estaba acostumbrado.

—¿Lo superó la situación?

—No, porque yo nunca hablé de este tema desde el punto de vista mediático, salvo esto que usted mencionó de Mirtha Legrand.

—Usted también escribió: “En situaciones de cambio estructural, tanto los hacedores de políticas como los agentes privados deben realizar un proceso de aprendizaje sobre el nuevo entorno y modificar su comportamiento para adaptarse al mismo”. ¿Usted también tiene que aprender cómo es el entorno del espectáculo?

—Y yo busqué seguir mi camino. Y es lo que estoy haciendo ahora: no hacer oídos a cosas que se dicen, por más que sean inexactitudes, a veces mal intencionadas. Prefiero seguir con mi camino, que es el que conozco, el del profesionalismo.

—Otra frase suya : “La incertidumbre puede ser particularmente intensa en caso de economía en transición. Las respuestas adaptativas pueden alterar la estructura económica de forma permanente. Los agentes económicos deben aprender acerca de las economías que desempeñan. Durante el período de aprendizaje las conductas de los agentes no siempre resultan en el límite compatible con las que seguirían los agentes con expectativas racionales. En otras palabras, los actores del sistema deben aprender en la medida que interactúan.” ¿Sintió vértigo en algún momento? ¿Sintió que no estaba respondiendo racionalmente?

—No. Le voy a responder con la frase con la que me hice cargo del Banco Central: “Me voy a ocupar de mi metro cuadrado”. Cuando ocurren estas cosas que son ajenas a lo que es la vida, mi visión es la de concentrarme en lo que hago. Yo seguí trabajando, seguí dando conferencias en el mundo y sigo convocado para mirar la crisis europea. No me distraigo, tengo trazado un camino por delante. Yo no he contribuido a esos comentarios.

—¿Ahora vuelve a lo conocido, su metro cuadrado?

—Sí. Uno dice: “Mire, esto es lo que hago, por esto se me conoce”. Soy un tipo muy concentrado en lo que tiene por delante, no me disperso. Si quiere alguna definición, soy una persona quizás extremadamente concentrada. Quizás esto es porque cuando empecé mi carrera en los Estados Unidos me enseñaron que todos los días tenía que hacer la lista de cosas que hay que hacer. Mi vida siempre es qué es lo que tengo que hacer día a día, con una estrategia de largo plazo. Busco seguir concentrado en lo propio y, obviamente, rendirles cuentas cuando mis hijos me preguntan sobre los temas privados, hablar absolutamente de todo lo que tengo que hablar con ellos, como lo he hablado durante este año.

—Se divorció, está a punto de cumplir 50 años, ¿está atravesando la crisis de la mediana edad?

—No lo siento.

—¿Se psicoanaliza?

—Me he psicoanalizado durante dos años y medio. Ahora no.

—Ultima metáfora sobre sus escritos. “La existencia de incertidumbre induce en marcadas ocasiones a ejecutar la política monetaria de manera más conservadora que si se tuviera un acabado conocimiento de la estructura económica”. ¿Le dio miedo avanzar en un noviazgo y se puso conservador?

—Definí el período que me tocó trabajar como presidente del Banco Central como de transición en la política monetaria porque veníamos de crisis en crisis, y hay muchas variables que el hacedor de política económica no conoce. Por lo tanto, uno tiene que pecar en términos de…

—¿De ser conservador?

—No, sino de hacer un proceso de prueba y error, como decimos los economistas, porque no hay una ecuación matemática. A pesar de haber tenido en el Banco Central los mejores economistas de la Argentina, no había ninguna serie de tiempo, o tenía series de tiempo cortadas por las crisis. A eso me refiero. No es una cuestión de miedo, es una cuestión de con cuánta información perfecta toma decisiones el hacedor de política económica y con cuánta información imperfecta.

—Alguien que conoce, que tiene el mapa perfecto, puede ir más rápido porque sabe dónde están las curvas.

—¿Se está refiriendo a política económica, o…?

—A la vida en general. Si uno supiera el futuro, podría programarlo con exactitud.

—El propio Alan Greenspan, que tuvo a bien prologar mi libro en inglés, dice que los hacedores de política, en este caso política monetaria, aún en los países desarrollados hacemos política monetaria bajo incertidumbre. Y yo le decía en las reuniones en Basilea: “En países emergentes, lo hacemos ante incertidumbre por haber tenido tantas crisis… Vos lo haces con incertidumbre porque hay muchas cosas que no conocés”.

—Alan Greenspan se define como un administrador de riesgos. ¿Usted es un buen administrador de riesgos?

—En lo profesional, sin duda. En la política que hice durante cinco años y cuatro meses en el Banco Central, la que resaltaría es la administración de riesgos.

—El ser-para-ser y el ser-en -sí se conectan. La función hace al carácter de la persona. Es imposible que un economista acostumbrado a medir riesgos en la vida profesional no traslade esa perspectiva a su vida personal. ¿Midió los riesgos de una relación atravesada por el show y lo asustó un territorio desconocido?

—No. En general, no les tengo miedo a las cosas. He demostrado en mi carrera que les pongo el pecho a situaciones adversas. Veo que la sociedad argentina a veces tiende a achicarse y a no dar el salto de animarse a desarrollarse. Yo siempre me he animado a…

—¿Tomar riesgos y a administrarlos?

—Sí y a tratar de llegar a la frontera del conocimiento, en términos de las posibilidades de hacer política económica, pero, equivocado o no, hago una revisión bastante taxativa entre lo que es la vida pública y la vida privada. Si yo me hubiera animado a que se hablara de mí en los medios, estaría… pero, realmente, me encontré con un fenómeno nuevo, en el cual no quiero incursionar. No tengo ni voy a tener una vida mediática desde el punto de vista del espectáculo, y por lo tanto, lo que digo es que esto ha sido como una historia que nos ha pasado.

—¿Una contingencia? Si tuviera que relatar cómo fue su año, ¿qué diría?

—Este año escribí un libro que me dio muchísimas satisfacciones y que llevó a lo que estoy haciendo ahora, que es convocar a la gente joven en la Argentina.

—¿El libro fue lo más importante que le pasó?

—De lo que tengo que hablar en un reportaje público, no cabe la menor duda.

—Coincide su salida del Banco Central con su divorcio, casi el mismo mes. Luego, su romance. Muchos cambios para un año.

—En eso diría que soy muy seguidor de Ortega y Gasset: “El hombre es el ser y sus circunstancias”. Tengo gran capacidad para adaptarme a las circunstancias. Quizás porque he vivido bien mucho tiempo en el exterior, me he vuelto extremadamente tolerante, que es algo que extraño que ocura, y quiero trabajar para que también ocurra en la sociedad argentina.

—¿Vivir en el exterior le dio la formación para tolerar la incertidumbre, la tolerancia para aceptar lo diferente y la seguridad en usted mismo?

—La vida en el exterior es una parte, importante. Pero he tenido también otras experiencias. Siempre fui en la escuela secundaria un formador y trabajador de equipos. Fui director de la revista del colegio San Andrés, porque la encontraba un medio para convocar gente, generar debate de ideas. Lo mismo hice en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Probablemente, me dio más seguridad vivir y trabajar en el exterior, saber que ahí no estaban ni mi padre ni mi madre. Era mejor no comer un día que llamar a papá, y agachar la cabeza.

—¿Eso lo hizo más seguro para la toma de riesgos?

—Sí, y a veces las cosas pasan, y es difícil racionalizarlas de la manera en que usted lo está buscando racionalizar. Son cosas que pasan y, por supuesto, se aprende de estas cosas. Con los problemas que vive la Argentina, no quiero generar un centímetro más de esta historia.

—En su libro, explica que la administración de riesgos obliga a trabajar continuamente con pronósticos. ¿Cuáles eran sus planes futuros en esta relación? Ella lo acusa de mentiroso.

—Soy un caballero y nunca voy a hablar de las personas que han salido conmigo, y mucho menos de sus visiones.

—Se repite: ese fue el argumento que utilizó cuando el canciller Timerman agredió a su ex novia, y usted salió a defenderla.

—Hay gente que lo quiso utilizar políticamente por el enfrentamiento que yo he tenido. Esto es un síntoma de fortaleza, porque no me pueden atacar por la gestión ni por las ideas ni desde lo jurídico. En la medida en que mi vida personal no afecte mi conducta pública, voy a seguir rindiéndoles cuentas a mis hijos, y si algunos políticos quieren ocuparse de la vida personal, eso habla de los pocos argumentos que tienen para contrastar ideas conmigo.

—¿Crece la espectacularización de la política? Por ejemplo, el candidato por el PRO en Santa Fe es artista.

—No diría por política y espectáculo, yo diría que hoy hay bastante poca profundidad en el tratamiento de los temas, no en la Argentina, sino en el resto del mundo. Pero quienes queremos cambios profundos en nuestra sociedad no nos tenemos que quedar con lo efímero. Que llegue gente nueva a la política me parece que es sano, venga del ambiente deportivo, del ambiente artístico. Ojalá viniera más gente del ambiente científico, del tecnológico. Veo muchos empresarios jóvenes que quieren un cambio, pero les cuesta encontrar referentes.

—La dificultad que tienen personas que provienen de la ciencia o la economía de acceder a la política versus la facilidad que tienen no solamente artistas sino deportistas, ¿no indica que la fama tiene un valor electoral?

—Si la fama no viene acompañada con sustancia, es de poca duración.

—Pero si hubiera sustancia, ¿la fama lo facilita?

—Es distinto hablar en una iglesia de cincuenta personas que hablar en una iglesia de 500. Que haya más oídos escuchando genera la posibilidad de que, si hay sustancia, tenga mayor efecto. Pero el marketing sólo puede generar el sueño de una noche de verano si no hay sustancia, y la gente termina dándose cuenta.

—¿Por qué cuando comenzó su carrera política en la Argentina aparecía siempre en el programa de Neustadt?

—Me tocó estudiar en la época militar y había una frase que me molestaba mucho: “A la facultad vengo a estudiar”. Y yo decía: “No, a la facultad vengo a debatir, vengo a escuchar al otro para llegar a una síntesis”. Y me pareció que crear una revista en un ámbito donde todo era silencio, era un vehículo. Uno de los primeros que invité al grupo, para que hablara, fue Aldo Ferrer, que en ese momento era… hasta diría…

—Mala palabra.

—Exactamente. Buscamos una diversidad y también convocamos a periodistas. Una vez vino Bernardo Neustadt a ver lo que estábamos haciendo con nuestro grupo universitario. Y le gustó mucho, y a partir de eso comencé a hablar y a escribir.

—Su ex novia lo acusa de que le gustan más las fotos que ella, ¿qué le contesta?

—Nada. No podría haber estado presente en la vida pública argentina durante veinte años sin sustancia, sin gestión, sin formar equipos.

—Ir a comer a un restaurante de Puerto Madero, un sábado, expuesto a los ojos de todos los fotógrafos, con una mujer atractiva, de cierto parecido físico con su ex novia, días después de haber roto con ella, ¿le parece que es un mensaje coherente con querer bajar el perfil?

—Esa respuesta se la puedo dar a mis hijos.

—Hay otra versión: que el sábado pasado, cuando estuvo en campaña proselitista con Duhalde por la Ciudad de Buenos Aires, él o alguien del entorno le recomendó que para una eventual candidatura, a vicepresidente o jefe de Gobierno de la Ciudad, la relación que tenía con su ex novia no le convenía.

—No.

—¿Chiche Duhalde no le puso mala cara a la relación?

—Nunca hablamos de este tema, y yo no lo hubiera permitido.

—¿Hay en el ataque de los medios oficialistas una devolución porque echaron a Agustina Kampfer, la novia de Boudou, del programa “Un mundo perfecto”, por decir que usted es gay?

—A cada persona que ha dicho una falsedad con respecto a mí, la llevo a la Justicia.

—¿Llevó a la Justicia al programa o a las personas?

—Sí. Dijeron que habían sido solamente los dos comentaristas. Carlos Perciavalle en el mismo programa dijo que esa afirmación era falsa. La otra persona va a tener que decir en los próximos días que la información que dio es falsa.

—¿Qué dijo Perciavalle?

—Que estaba en un programa de chistes y… Luego reconoció su error, tres veces dijo: “La información es falsa”.

—Desde “6, 7, 8”, “Duro de domar” y otros programas oficialistas, se lo acusa de no asumir su verdadero nombre, que se llamaría Hernán Pérez o Hernán Martín Pérez Redrado y no Martín Redrado. ¿Decidió usar el apellido de su madre y su segundo nombre como primer y único nombre y apellido?

—Mi mamá se llama Beatriz Alicia Rodríguez Gauna, así que les digo a los periodistas que deberían hacer más investigación periodística.

—¿Su padre?

—Se llamaba Félix Pérez Redrado. Lo tomo con risa porque si eso es lo que pueden decir de mí, quiere decir que estamos tan sólidos que no tienen ni un argumento.

—¿A qué se dedicaba su padre?

—Fue profesor de Bellas Artes, egresado de la escuela Prilidiano Pueyrredón, y luego tuvo una empresa de publicidad mediana.

—¿Qué aprendió de él?

—La perseverancia. Sobre todo, hacer frente a situaciones adversas.

—¿De su madre?

—Tuve una visión de futuro. Además, tiene el gusto por la literatura. Imágenes que tengo de mi madre de chico son leyendo un libro y comentándome qué era lo que leía.

—¿Qué edad tiene ella?

—No quiero decirlo porque se va a enojar, pero ha pasado los 70 años.

—¿Tiene hermanos?

—No. Vinieron dos chicos después que yo, dos varones, y los embarazos no terminaron de manera feliz, así que…

—¿Fue muy consentido?

—No recuerdo mi infancia como un nene mimado. Me acuerdo más de tener muchos amigos. Mi padre también siempre me incentivaba a los deportes, sobre todo al fútbol. Tengo memoria de no estar solo nunca en mi casa, sino siempre rodeado de chicos, o haciendo deportes colectivos, una de las cosas que me inculcaron ambos. Mi papá era más un hombre táctico y mi madre más una mujer de visión de largo plazo y de poder… A los 20 años era militante de un partido comunista, con lo cual tenía toda esa impronta por lo social muy importante.

—¿Qué le dijo su madre cuando vio todo lo que le pasó este último año?

—Las conversaciones con mi madre son para mi madre, pero lo que siempre quiere una madre para el hijo: “Que sea feliz”.

—¿Leyó el libro de Daniel Goldman sobre la inteligencia emocional?

—Sí, claro.

—¿Siente que su inteligencia emocional puede ser mucho menor que su inteligencia matemática o financiera?

—No. Siempre vi lo económico como un fenómeno social y que depende de las emociones, por lo tanto, cuando evalúo la economía no lo hago desde el punto de vista de una ecuación matemática, sino desde el comportamiento humano. No hay política económica exitosa si no toma en cuenta los valores, las emociones, las intenciones, los incentivos que tenemos los seres humanos.

—¿Por qué cuando el Gobierno lo echó del Banco Central, su exposición mediática fue muy superior a cuando se echó a su predecesor, Pedro Pou? ¿Algo hace usted para llamar la atención?

—No, porque mi gestión fue absolutamente de bajo perfil. Quizás lo que llamó la atención fue que nunca había una controversia pública, o quedaban más en el terreno privado.

—Pou se fue a su casa resignado.

—Era otra época, otro presidente. Era en un marco de mayor tolerancia, de no llevarse por delante las instituciones. No fue una cuestión de personalidad, sino de avasallamiento institucional lo que generó una reacción, si quiere, con tanto impacto.

—Cuando se psicoanalizaba, ¿le marcaron tendencias narcisistas?

—No.

—No le hicieron la clásica pregunta del psicólogo: “¿Qué tiene que ver usted con lo que me cuenta que le pasa?”

—No. Yo no hice nada para que surgiera el Decreto del Bicentenario. Qué fácil habría sido si diez días antes se hubiera mandado al Congreso. Si uno le hace frente a la adversidad y se para en sus principios, en sus valores, y dice: “Esto es importante…”.

—Dice que frente a cualquier situación de riesgo usted se planta. Vale tanto para su ex novia forzándolo a asumir públicamente una relación como a Boudou tratando de ningunearlo.

—No es que uno se planta en la inflexibilidad, es que cuando se está vulnerando la ley, cuando se va por un camino que por lo menos no tiene un debate público como corresponde… Cualquier otra cosa que yo hubiera hecho no me habría permitido estar tranquilo con mi conciencia.

—¿Es de carácter fuerte?

—Soy firme en las convicciones.

—¿Es difícil que cambie una decisión tomada?

—No. Algo que siempre valora mi equipo es que escucho. En el proceso de toma de decisiones uno va tomando la mayor cantidad de información posible. Así que uno puede ser seguro, pero no soberbio, no creerse el dueño de la verdad. Yo creo que todas las verdades son relativas, por lo tanto siempre trato de buscar la verdad en personas inteligentes.

—Cuando se resistió al uso de las reservas del Central…

—No me resistí. Planteé alternativas. Durante esos primeros veinte días fui impulsor de la generación de un fondo de garantía. El problema de la Argentina es que la tasa de interés que se le cobraba por salir a los mercados voluntarios era muy alta. Entonces, mi visión fue que si había desconfianza de la posibilidad de pago de la Argentina, generáramos un fondo de garantía, pero no utilizáramos ni emitiéramos pesos para pagar cualquier tipo de deuda porque eso iba a significar inflación.

—¿Cree, como Carrió, que a fin de año se puede llegar a que la inflación sea del 50%?

—Dependerá de la evolución del dólar. Hoy, cuando están todos los motores en una política proinflacionaria, este proceso no se espiraliza porque hasta ahora los salarios están entre un 25, un 30%, pero vamos a ver en marzo dónde termina la discusión salarial. Otro motivo es porque el dólar está teniendo una devaluación de 3, 4% anual. Hay que mirar el dólar también porque las restricciones a las exportaciones se están marcando no sólo sobre artículos de lujo, sino sobre una cantidad de productos. Lo que está mostrando el Gobierno es que le inquieta la posible falta de dólares en un período preelectoral. Esta economía necesita 10 mil millones de excedente de dólares en el año para poder hacer frente a la llamada fuga de capitales. En un mes normal, los argentinos compramos entre dos y tres millones de dólares por día, aproximadamente 600 millones por mes. No es necesariamente fuga de capitales, no es que se van al Uruguay, se pueden quedar en el colchón o en una caja de seguridad, pero es técnicamente lo que se denomina formación de activos externos. Perdón, si extrapolamos 12 meses, tenemos 7.200 millones de dólares de demanda por parte del sector privado. En el mes de enero, por ejemplo, tuvimos mil millones. En el mes de febrero se aquietó un poco.

—Si la Argentina tuviese ese excedente y los aumentos salariales estuvieran entre 25 y 30%, ¿Carrió erró?

—La inflación va a estar en el 30%. Esta idea de gastarse los ahorros de los argentinos es un campo minado.

—¿Gastarse las reservas?

—Veinticuatro mil millones son hoy títulos que tiene el propio Estado Nacional, que son letras que le ha puesto o le ha intercambiado por el uso de reservas. Esas letras no tienen valor de mercado, no se pueden vender. Hay más reservas, pero hay más inflación, porque hay más pasivo por parte del Banco Central. El circulante está creciendo a una tasa del 34% anual, pero a la vez el Banco Central en el último año y medio ha tomado prácticamente 14 mil millones en papeles del Estado, y eso significa que tiene hoy 10 mil millones menos en términos de capacidad.

—Cuando usted renunció, el total de las reservas en dólares versus el M3 era 70%, hoy es 45%. Cavallo escribió que la prima de mercado paralelo indica una expectativa de gobernación que si el Estado no la convalida aumenta la fuga de capitales y la tasa de interés. ¿Coincide con él?

—Sí. Este mercado paralelo se está generando porque el Gobierno pone más restricciones a la compra de dólares. Indudablemente, vamos a estar más cerca de la intrascendencia cuando haya un evento externo que haga que los precios de nuestros exportables caigan o tengamos una menor cosecha por factores climáticos. El factor precio puede estar sujeto a algún índice externo que lo modifique. Y el otro es cantidad. Cantidad es que se produzca más en el resto del mundo y que hagan bajar precios. La señal de política económica que está dando el Gobierno es: “Tengo miedo de que me falten dólares”, con lo cual yo no diría que es…

—Profecía autocumplida.

—Claro. Cuando había este tipo de tensiones, yo sabía que para eso están las reservas: para vender todos los dólares que reclama el público. En la visión actual del Gobierno está: “No vendamos nada, pongamos restricciones antes que vender”. A mí me tocó en períodos preelectorales hacer frente a varios procesos de dolarización, y si esta vez no se produce quiere decir que nosotros mostramos que teníamos la voluntad, la capacidad y la pericia técnica como para poder usar las reservas en el momento necesario.

—¿Ve esa pericia en la conducción del Banco Central?

—El fenómeno que ocurrió con mi salida del Banco Central es que el poder político toma las decisiones. No hay que evaluar a la persona, sino que hoy la política gobierna al Banco Central.

—¿Fue menos duro plantársele a Kirchner hace un año o a Cavallo en los 90 que a una mujer muy popular del mundo del espectáculo?

—(Como Mao) Es muy temprano para hacer una evaluación.

—¿Indica algo un riesgo país aumentado un 11% en estos primeros meses del año?

—Plantea incertidumbres en cuando al futuro de la Argentina. El gobierno que viene se va a encontrar, en materia de política económica, con la necesidad de alta precisión de medidas. No se necesita ser economista para saber que no se puede tener una inflación del 30% y un tipo de cambio que se desliza 3 o 4% como ocurrió en 2010. Uno de los puntos importantes de estos últimos años ha sido la formación de un mercado interno, pero un mercado interno sin inversión. Tampoco es un proceso que incorpore nuevos trabajadores. Hoy, uno de cada cuatro jóvenes no tiene trabajo, y eso genera falta de expectativas, la posibilidad de estar más cerca de la delincuencia y de la droga que del estudio, del trabajo y del crecimiento profesional.

—Tercera baja consecutiva de la soja, ya a menos de 500 dólares. ¿Cómo ve el futuro del precio de los alimentos?

—Que vamos a vivir en un mundo de alta volatilidad en términos de precios. Hoy el mundo busca refugios de valor, monedas alternativas frente a la debilidad del dólar, del euro. Vamos hacia un mundo de multimonedas o multiactivos, en donde se busca tener distintos activos, contratos de petróleo, contratos de soja, de maíz. Sin embargo, mi visión es que tenemos firmeza en los precios, que hay razones estructurales que se han dado. El 70% del crecimiento en los próximos cinco años va a venir de los países de Asia, África, de América latina. Con lo cual hay un componente no sólo de lo que es la sed de materias primas que tienen China y la India, sino también un componente estructural que tiene que ver con el surgimiento de nuevas clases medias, y en la necesidad de alcanzar mayor calidad de vida.

—¿Los alimentos no bajarán en términos reales?

—Podemos tener 10% menos.

—Se conoció la lista de las 500 personas más ricas del planeta, y Carlos Slim está primero. Además, usted participó de la reestructuración de la compañía telefónica de México, que en aquel momento no podía pagar su deuda. Que hoy el dueño de esa compañía sea el hombre más rico del planeta, y que sea un mexicano, ¿qué indica?

—Que la innovación puede darse en cualquier lugar del mundo. Slim tuvo la habilidad, luego de una oportunidad privatizadora, de asociarse con gente que le trajo tecnología. Además, la fortuna no la tiene toda en un banco. Tiene que ver con las inversiones que ha hecho en sus empresas, con la capacidad de competir, de innovar, de llevar también el fenómeno de telefonía celular a toda América latina, como lo ha hecho con Claro.

—¿Por qué una compañía mexicana de telecomunicaciones actúa en toda América latina y no una brasileña? Obviamente, hay un tema con las privatizaciones.

—No sólo eso, sino que el ambiente regulatorio en Brasil es mucho más fuerte. Eso no significa que el Estado esté ausente, pero las políticas de Estado en Brasil llevaron a tener una menor participación del sector privado en telecomunicaciones, en donde la obsolescencia tecnológica es una cuestión de seis meses, y los procesos de toma de decisión en el sector público son más lentos.

—Si Slim fuera brasileño, ¿sería el hombre más rico del planeta?

—No si se hubiera dedicado al sector de telecomunicaciones. Quizás si se hubiera dedicado a otro sector.

—En Brasil actual, el petróleo. Y también en la Argentina: las dos personas más ricas vienen de ese sector.

—Los Bulgheroni son claramente innovadores, muy propensos al riesgo. Invirtieron en Afganistán, son los primeros en tener un socio chino.

—En EE.UU. pronostican que si el petróleo cruzara la barrera de los 120 dólares, la economía de ese país otra vez entraría en recesión.

—Sí. Hay que analizar lo que está pasando hoy en Libia, y también si el fenómeno se puede expandir a otros países. Si el fenómeno está encapsulado en Libia, lo que genera es un salto de 20 dólares en el precio del barril, pero los distintos países de la OPEP hoy pueden suplir. Está claro que a Arabia Saudita no le interesa tener un barril de petróleo por debajo de 100 dólares. Pero no se sentiría cómoda con un valor más allá de 120 dólares.

—La barrera de EE.UU.

—Exactamente. La economía norteamericana estaba creciendo un 2,5%. Mi cálculo es que esto afecta medio punto su crecimiento, es decir, van a estar creciendo 1,8 o 2 puntos. No es volver a caer en la recesión, sino una desaceleración del crecimiento.

—Si China no revalúa, Estados Unidos debe devaluar.

—Sí. Estados Unidos hoy está inyectando liquidez para que no se desplome la economía en un contexto de muy baja inflación. Hoy no hay un Banco Central del mundo, el Fondo Monetario no está jugando ese rol de coordinación que podría tener, y cada uno está atendiendo su juego.

—El juego de la FED es cuidar inflación y desempleo local. Por ahora la inyección de dinero no produjo inflación pero no arregló el desempleo: este último mes aumentó el pedido de subsidio por desempleo, de 385 mil nuevos, a 410 mil. Y el último mes solo se crearon 36 mil nuevos empleos, menos que el crecimiento vegetativo.

—Sí. No hay que pedirle a la FED que solamente con políticas monetarias pueda resolver todos los problemas de la economía norteamericana. La economía norteamericana está muy endeudada, y ahorra poco; justamente al revés de la economía china, que gasta poco y se endeuda poco. En lugar de pedirles a los chinos que revalúen su moneda, deben decirles que mejoren su consumo.

—Lo que en los años ochenta le pedía a Japón: gaste más y ahorre menos.

—Con Japón, en 1985, se decidió revaluar el yen. Y es por eso que los chinos siempre dicen que la larga recesión japonesa fue el proceso de esa revaluación. El principal problema de China son las migraciones del campo a la ciudad. Tiene 18 o 20 millones de chinos por año que salen del siglo XIX, que es donde está el campo hoy. Y tienen que ir al siglo XXI, ciudades como Shangai o Hong Kong. Rápidos movimientos cambiarios podrían ser contrarios a la inclusión social que pretende China.

—¿Volverá España a la peseta e Italia a la lira?

—La salida es más Europa: generar las medidas fiscales, las medidas impositivas, las medidas regulatorias y las medidas laborales. Es decir, ir a un nivel común. La apuesta de Merkel, de Sarkosy, de los líderes de Europa es “vamos hacia Eurolandia”. Si no van hacia Eurolandia, deben tener mecanismos que permitan reperfilar la deuda que, indudablemente, es impagable en el corto plazo. Algunos amigos académicos, o hacedores de políticas públicas, me dicen: “El euro es un proyecto político, y por lo tanto vamos a respaldar y hacer todo lo que sea necesario para que ningún país se salga de la zona de euro”. Y si están dispuestos a imprimir los billetes necesarios como para que ningún país se salga de la zona euro, lo harán, y el costo será menor crecimiento económico, una economía estancada durante los próximos cuatro o cinco años, hasta que puedan digerir el peso de deuda.

—¿Ve un euro y un renminbi que no se revalúan?

—El renminbi revaluándose a un máximo de un 5% por año. Y un euro cayendo más que el dólar, porque todavía no demuestra confianza en que vamos hacia Eurolandia.

—¿Por qué cree que Duhalde es el mejor candidato?

—El oficialismo trata de vender que está en un proceso que ya ganó, pero se ve un deterioro muy fuerte y no veo que pueda producir hechos que le generen un mayor caudal de votos que el que tiene ahora. La inflación se come el salario, la vida de los argentinos. La inseguridad se está comiendo, propiamente, la vida de los argentinos.

—¿Ve ballottage?

—Sí.

—¿Entre quiénes?

—Hay dos sectores que están en formación en este momento: uno es el Peronismo Federal más PRO, y el otro es el radicalismo-socialismo. En el caso del justicialismo, tenemos hombres de muy buena capacidad de gestión, como Rodríguez Saá en San Luis, el primero que colocó Internet en las escuelas, en los hospitales y en los lugares públicos. Otro es Mario das Neves, que muestra uno de los menores desempleos en toda la Argentina.

—Si Duhalde ganara esa interna, luego en la primaria con el PRO. ¿Duhalde le ganaría a Macri?

—Mauricio tiene una presencia fuerte en zonas urbanas, y en particular en Capital Federal, pero el PRO no tiene una estructura fuerte a nivel nacional. Lo mejor que le podría pasar a Macri es repetir su experiencia en la ciudad de Buenos Aires con un presidente que trabaje en sintonía con él, y le permita desarrollar muchas ideas.

—¿Cree posible que él vuelva a la Ciudad?

—Las opciones están abiertas. No sé lo que piensa Mauricio, pero si quiere ser candidato a presidente del peronismo le tiene que ganar a un candidato peronista, o tiene que insertarse en el peronismo. Mauricio tiene uno de los pocos activos que tengo yo también, que es el tiempo. Este es el momento de hombres que puedan pacificar a la Argentina, normalizarla, generar un recambio generacional, y mis conversaciones con Duhalde son que él sea el líder o el eje de la segunda renovación peronista, como lo fue en 1985. Yo tengo hoy profesionales que hace 15 años que están mirando la economía argentina y saben qué hay que hacer, expandiendo esos equipos para darle participación a gente que tiene interés en materia de salud, de educación.

—¿Le gustaría ser ministro de Economía o jefe de Gobierno de la Ciudad?

—Cuando estaba muy conforme siendo secretario de Comercio Internacional, en septiembre de 2004, no pensaba que mi destino iba a ser el Banco Central diez días después. Por lo tanto, nunca pienso en términos de cargos.

—¿Se siente más peronista que liberal?

—Estoy afiliado al peronismo desde 1993. Pocos recordarán que fui convencional constituyente en el 95, en la lista que encabezó Carlos Ruckauf. Por lo tanto, sí, soy peronista. Y la palabra “liberal” está estigmatizada en la Argentina. A la gente no hay que ponerle etiquetas. Júzguenme por las cosas que he hecho.

—¿Macri es peronista?

—Es más un industrialista, un hombre práctico que busca soluciones concretas. Le falta un baño de peronismo como para ser el candidato del justicialismo, por lo tanto, si realmente quiere ser el candidato de su espacio, dejemos que compita en una interna, la del 14 de agosto, contra Eduardo Duhalde. Mi visión es que Duhalde le gana, pero en la cancha se ven los pingos.

—¿Descarta competir en una eventual interna con el candidato del PRO en la ciudad de Buenos Aires?

—No está en mis planes ir al terreno electoral. ¿Para qué hice este sitio Elpaisqueviene.com.ar? Porque me permitió generar un contacto directo con la gente, que hacía mucho tiempo que no tenía. Más de 10.000 personas ya se han sumado, y más de mil que quieren participar de las llamadas “reuniones de gabinete” por grupos de interés, así que yo aspiro a aportarle al justicialismo federal no menos de mil cuadros dirigentes que permitan llevar propuestas concretas en materia de seguridad, salud, políticas sociales, al margen de política económica, que, obviamente, ya tengo el plan y el equipo como para saber qué es lo que hay que hacer a partir del 11 de diciembre.

—¿Y el radicalismo?

—Si yo estuviera en el lugar de ellos, me prepararía para ser gobierno en 2015 más que en 2011, porque hay que tener mucha experiencia, muchos equipos de gestión, para lidiar con el campo minado que queda en lo económico, en lo social.

—¿Sindicatos y subsidios?

—Los sindicatos, los movimientos sociales que hay en la calle. El nivel de conflictividad social que hay en la Argentina es muy grande, y creo que el radicalismo no tiene la gente ni la experiencia para lidiar.

—¿Moyano es uno de esos problemas?

—Moyano cumplió su ciclo y la Justicia determinará su involucramiento o no en actos delictivos. Habrá que trabajar en instrumentos legales que permitan la renovación también en los sindicatos. Hay que transparentar el manejo de las obras sociales, pero hay algunos sindicatos que tienen una medicina ejemplar para sus afiliados.

—¿Salarios e inflación?

—La inflación no se puede tratar en términos de salarios ni de políticas monetarias, ni en términos de política presupuestaria. La Argentina necesita un plan de desarrollo para expandir su capacidad productiva para superar este proceso, que da hoy evidencia de agotamiento.

—Es muy parecido al discurso de Baglini, hacedor de la plataforma económica radical 2011-2015.

—No hablé con Baglini.

—Su plan es inversión con regreso de la confianza.

—Inversión y expansión de la capacidad instalada.

—¿Ese es el círculo virtuoso que resuelve todos los otros problemas?

—Es bueno que entre referentes económicos justicialistas y radicales haya coincidencias en términos de la visión. El tema es decir cómo y con qué equipos. Yo propongo generarlo de dos maneras. En principio, generar incentivos crediticios e impositivos para la inversión. La Argentina necesita una reforma impositiva e inversión; no puede haber para las ganancias distribuidas de las empresas una misma tasa impositiva para el empresario o el accionista que usa la plata para irse de vacaciones que para el que la reinvierte.

—Como con la venta de inmuebles de personas físicas.

—Correcto. Hay que pensar también en los impuestos distorsivos, en la gradualidad de las retenciones a las exportaciones. Un esquema que tome año por año tres puntos de las retenciones como parte de pago de impuesto a las ganancias. Y que el impuesto al cheque sea tomado en una porción como parte de pago de las cargas sociales. La política económica hay que pensarla con integralidad social, no en cuáles son las medidas políticas económicas y después pasar la ambulancia o los remedios.

—¿El menor ingreso fiscal por la reducción de impuestos, ¿se compensaría con aumento de la actividad?

—No sólo eso, sino por un blanqueamiento, porque hoy poca gente paga el impuesto a las ganancias y hay un 40% de los trabajadores en negro. Si se generan incentivos para que baje el costo de los aportes patronales, porque se los puede tomar a cuenta de débitos y créditos bancarios, lo que se está generando es un incentivo para que haya menos trabajadores en negro. Y los aportes que se hagan a través de esa vía generan un ensanchamiento de la base tributaria, que es lo que la Argentina necesita.

—¿Reforma tributaria?

—Para los impuestos distorsivos, y crédito. Hay que generar financiamiento de largo plazo en pesos a los sectores productivos. Utilicemos los fondos que tiene Anses, que genera un excedente que hoy lo termina prestando a los amigos del poder. Propongo disponer de una colocación de 10 mil millones de pesos por año en los bancos que trabajan en la Argentina con el compromiso de que esos 10 mil millones se represten al sector productivo, pero que el riesgo de crédito sea tomado por los bancos y no por el sector público. Si la empresa X no paga, el que se hace cargo del riesgo crediticio es el banco que le dio el crédito. La plata de los jubilados se tiene que devolver, porque lo que genera el Estado es garantizar el riesgo de liquidez, y el sector financiero o los bancos toman el riesgo de crédito. Estoy diciendo volcar 10 mil millones, obviamente, a través de leyes que sean votadas por el Congreso. Y por último, un programa de ordenamiento de las variables económicas con una ley que establezca el Consejo de Desarrollo en la Argentina, y que tenga un reporte directo a la Presidencia de la República y al Congreso de la Nación. Debe fijar son metas de crecimiento de la inversión pública, del gasto público, de la recaudación, de la inversión en infraestructura, metas de crecimiento en términos de cantidad de dinero, metas en términos de objetivos de inflación. Y si el ministro de Trabajo no cumple con la pauta salarial, deberá responderle a la Presidencia y al Congreso. Si el presidente del Banco Central no cumple con la pauta de crecimiento de la cantidad de monedas, deberá responderle al Congreso. Cuando converso con el sector agropecuario, dicen: “Después de agotada la caja del Banco Central, ¿van a venir por nosotros, van a crear una Junta Nacional de Granos para comercializar granos?”. No sé si va a pasar, pero está en el imaginario colectivo, y eso es lo que genera incertidumbre.

—A Duhalde le gusta un tipo de cambio más alto, ¿no?

—No más. Está diciendo ahora que no hay una posibilidad como la hubo en el 2002, porque no está la capacidad ociosa que tenía la Argentina en ese momento. Si se genera un movimiento en el tipo de cambio, directamente es inflación. Si el Gobierno llega a ganar y sigue en más de lo mismo, se va a chocar con un tren de frente.

—¿Puede el Gobierno llevar adelante un plan como el que está planteando?

—No. O debería convocar gente nueva, cosa que no está en el ADN del kirchnerismo.

—¿Entonces, según su visión, si el kirchnerismo gana la economía del país choca?

—Va a tener un fuerte pozo de aire.

—¿Eso sería en 2012?

—Tenemos que ver si el acta de defunción del modelo se lo va a dar la próxima sequía o el próximo evento que haga que la Argentina tenga menos dólares. ¿Cuál va a ser el evento por el que la Argentina no tendrá los 10 mil millones de dólares? En algún momento de los próximos cuatro años; no sé si va a ser en el próximo. O vamos a empezar a tener problemas de competitividad en los sectores productivos que no puedan generar empleos, y entonces vamos a tratar de generar más subsidios. Tenemos que cambiar la cultura de subsidio por la del trabajo.

—¿Algo más de economía?

—El tema trabajo. Y me preocupa en particular, sobre todo porque tiene vinculación con la inseguridad. Y, en particular, es el problema del empleo joven. Propongo que haya un programa que se llame “Mi primer empleo”, que haga que los chicos que salgan de la escuela, de las escuelas técnicas o de la universidad tengan garantizado su primer empleo a través de ventajas impositivas a las empresas, como que el sueldo sea deducido del impuesto a las ganancias, por ejemplo. A la inseguridad se la combate con educación, con empleo y, obviamente, con un programa integral de seguridad. El tema subsidios es una bomba de tiempo. Con el aumento que va a llevar el precio del petróleo, Argentina, siendo hoy un importador neto de petróleo, mi cálculo es que vamos a estar pagando 17 mil millones de dólares de subsidios aproximadamente; 3 mil millones de dólares más de lo que se pagaba el año pasado. Hay que cambiar la orientación de los subsidios. Tenemos que subsidiar a los 10 millones de pobres que hay en la Argentina. Necesitamos darle una tarjeta magnética a cada uno de esos 10 millones de pobres para que sigan pagando la luz, el gas, la leche, la manteca. Y gradualmente ir bajando este nivel de subsidios y que el desafío de toda política que venga hacia adelante debe ser la lucha contra la pobreza. El desafío es que vayamos sacando pobres de debajo de la línea de pobreza y ese subsidio vaya bajando porque tengamos una salida virtuosa de menos pobres.

—¿Y sobre la seguridad?

—Este problema debe ser encarado como política de Estado basada en tres pilares: empleo joven, educación para formación de técnicos e inversión en capital humano, capital físico de las fuerzas de seguridad junto a la prevención del crimen. Necesitamos menos comisarías fijas con tareas administrativas y volcar el personal uniformado a las calles. En la Ciudad de Buenos Aires existen 53 comisarías, y con 28 se cubren las necesidades burocráticas. Se debe recuperar su autoestima: un policía no puede exponerse a el fuego de un delincuente sin ningún tipo de límites y pretender después que alimente a su familia con dos mil pesos. Profundizar en el área de inteligencia criminal, integrándolas porque hoy funcionan inconexas y hasta contrapuestas. Y el sistema carcelario debe ser nutrido por nuevas y modernas unidades, otorgarse capacitación a la persona que pasa por ese proceso a fin de lograr su reinserción en la sociedad y a la cual debemos darle elementos para ello. Jerarquizar al servicio penitenciario y hacer una profunda reforma tanto del patronato de liberados, que vigila el cumplimiento de normas post prisión, como de las condiciones para la libertad condicional, que deberían incluir el haberse capacitado en algún oficio durante el lapso de su condena.

—El mismo matemático italiano que creó la partida doble tan usada en ciencias económicas, Luca Pacioli, descubrió el llamado número de la belleza o la divina proporción, que era el 1,6180339887498... Simplificadamente, el lado más largo de lo bello es 61% mayor que el más corto. Su padre en la escuela Prilidiano Pueyrredón porque Leonardo da Vinci gran parte de la pintura a partir del Renacimiento la usaba y ...

—...estudié la divina proporción, pero no sabía que ese es el número. Me lo enseñó mi padre.

—Bueno, el cuidado que pone en su propia apariencia y que las elecciones de objeto de amor que realizó sean mujeres lindas me lleva a preguntarle si la belleza es muy importante para su vida...

—Le voy a responder con una canción que estaba de moda cuando tenía 20 años: “La pinta es lo de menos, lo que importa es la sustancia”.

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Domingo 13 de Marzo de 2011
Año VI Nº 0555
Buenos Aires, Argentina